Cuba registró en 2013 un total de 2.959 casos de pesca o captura ilegal de especies marinas protegidas como cocodrilos, tortugas, mariscos y manatí, más del doble de los reportados el año anterior, según han revelado medios del régimen comunista.
El año pasado se registraron 972 casos más que en 2012 y también aumentaron respecto a 2011, cuando se consignaron 996 casos.
El gobierno achaca este incremento en las ilegalidades, en gran medida, a la alta demanda que tienen productos como la langosta y el camarón en el mercado informal, lo que atenta supuestamente contra renglones fundamentales de la economía estatizada y el ecosistema.
Pero la realidad es que dichas ilegalidades no serían otra cosa que una respuesta desesperada de la población de la isla, ante la disminución de la canasta básica en la isla, debido a una crisis económica sin solución, a consecuencia de un sistema socialista que reprimiendo la iniciativa privada, o permitiéndola limitadamente como ha hecho el general Raúl Castro, luego de sus tímidas reformas, ha impedido, por ejemplo, que la abundante fauna de peces pertenecientes a las aguas dulces y marinas de la isla, pasen de los ríos y mares a las mesas de los consumidores isleños.
Las autoridades en su intento por acaparar y controlar la pesca y el comercio de especies como la langosta y el camarón, empezó por imponer severas multas, en unos casos, y severas condenas de cárcel, en otros casos, a aquellas personas que fueran encontradas culpables de pesca, transporte, consumo o comercialización de dichas especies.
Para sustituir el consumo de los mencionados manjares marinos entre la población, el régimen procuró promover el consumo de especies plebeyas, de modo que datos oficiales del Gobierno señalan que, ya en 1962, en la isla se obtuvieron y liberaron un millón de crías de carpa, un millón de tilapias y unos 100,000 soles, además de que en Cayo Largo del Sur se estudió la posibilidad de adaptar la tilapia al agua salada para su posible utilización como carnada viva en la pesca del bonito.
Ante la escasez de alimentación en todo el país, se incrementó la producción de tilapias, y para ello buscó asesoramiento de otros países con experiencia en la cría del pez de agua dulce y terminaron por introducir, a finales de 1990, las tencas y las clarias consideradas, sobre todo las últimas, un peligro para otras especies y para el ecosistema en general.
Así, el férreo control estatista unido a un pedestre racionalismo que pretendía cambiar impunemente el curso a los ríos y a los mares, terminó dañando no ya la alimentación sino el medio ambiente propicio para producir la alimentación. De modo que en una ciudad como Cienfuegos, cuyo símbolo o animal totémico no sería otro que el camarón, porque, dicen los antiguos, que en su bahía esta especie podía pescarse hasta con las manos, terminó siendo una especie en extinción en la dicha bahía y durante la era revolucionaria. Extinción que vendría a consecuencia de cambiarse el cauce al río Arimao con el fin de construir una presa. Río de la vertiente sur que nace en las últimas estribaciones de la Sierra del Escambray, para regar en los inicios las vegas de Manicaragua, Santa Clara y Cienfuegos y desembocar al este de la boca de la bahía de Jagua. Bueno, a partir de entonces sería más fácil encontrar una sirena en Cienfuegos que un camarón.
Pero, el gobierno de Raúl Castro no sólo ha pretendido cambiar las cosas con racionalismo sino con represión. Así, en 2013 y según cifras oficiales, se decomisaron 1.696 embarcaciones y se incautaron 160,8 kilómetros de redes de pesca masiva, junto con cientos de kilogramos de varias especies marinas y terrestres, entre ellas carne de cocodrilo y quelonios, que son supuestamente especies en peligro de extinción.
A ello se sumó el decomiso de varios miles de kilogramos de pescado de especies comestibles como el pargo, la cherna, y el jiguagua, y de algunas que resultan tóxicas como la barracuda o la picúa.
Las autoridades se quejan de que los pescadores furtivos confeccionan nasas, chinchorros y otras artes de pesca masivas cuyo fin no es el consumo familiar, según dice, sino la comercialización a precios elevados de estos productos del mar. Lo que se pretende ocultar acá es que todas esas especies el régimen las quiere para comercializarlas, a altísimos precios, en las áreas del apartheid turístico destinadas a los privilegiados y extranjeros.
"No se tiene percepción del daño a la economía y a la ecología marina que se provoca con estas acciones", se lamenta ante la prensa una oficial del régimen militar.
El régimen explica que para enfrentar la acción de los depredadores, como les llama, se realizan revisiones diarias de la costa y patrullas con buzos para detectar las redes colocadas para la pesca furtiva, trabajo que considera "complejo y muy engorroso".
Acorde con esa mentalidad estratificada, la langosta, el camarón y los ostiones estarían reservados para los extranjeros y los privilegiados del régimen, mientras que para el pueblo quedaría casi exclusivamente la detestable claria.
Heriberto Alvarez, residente en Camagüey, ha dicho a la prensa independiente que en las pescaderías y en los acopios de los puertos pesqueros de la provincia no se venden ni camarones ni langostas. “Aquí todo lo de calidad es para los jefes y el turismo, nosotros tenemos que conformarnos con la claria y la carne de cerdo cuando se consigue”.
Cada día se vuelve más difícil alimentarse y, según explicó Álvarez, la gente no tiene o no le dejan otra opción que la de comer claria, que no es del agrado popular pero está en oferta en los comercios y también en las calles donde los pescadores la venden sin que los inspectores pongan multas.
“Hasta en los charcos, pantanos y arroyos pestilentes de la ciudad se puede “coger la claria”, dice Álvarez quien asegura que mucha gente la come porque no “hay nada más” pero otros la usan para echarle de comer a los animales. La proliferación de claria en Cuba ha provocado serios estragos en la fauna y vegetación acuáticas. Por la razón de ser un animal carnívoro y depredador la claria no sólo arrasa con tilapias y ranas, sino también se alimenta de aves y ratones y puede introducirse felizmente en cloacas y alcantarillas.
Ante esto, los funcionarios del gobierno militar cubano no deberían de asombrase tanto por el hecho de que la población prefiera arriesgarse con la pesca o captura ilegal de especies marinas protegidas como cocodrilos, tortugas, mariscos y manatí a consumir la infamante claria. Al final, deberían de entender, se trata no sólo de un acto de desobediencia cívica alimentaria sino también, y sobre todo, de un acto de sanidad psíquica y corporal.
El año pasado se registraron 972 casos más que en 2012 y también aumentaron respecto a 2011, cuando se consignaron 996 casos.
El gobierno achaca este incremento en las ilegalidades, en gran medida, a la alta demanda que tienen productos como la langosta y el camarón en el mercado informal, lo que atenta supuestamente contra renglones fundamentales de la economía estatizada y el ecosistema.
Pero la realidad es que dichas ilegalidades no serían otra cosa que una respuesta desesperada de la población de la isla, ante la disminución de la canasta básica en la isla, debido a una crisis económica sin solución, a consecuencia de un sistema socialista que reprimiendo la iniciativa privada, o permitiéndola limitadamente como ha hecho el general Raúl Castro, luego de sus tímidas reformas, ha impedido, por ejemplo, que la abundante fauna de peces pertenecientes a las aguas dulces y marinas de la isla, pasen de los ríos y mares a las mesas de los consumidores isleños.
Las autoridades en su intento por acaparar y controlar la pesca y el comercio de especies como la langosta y el camarón, empezó por imponer severas multas, en unos casos, y severas condenas de cárcel, en otros casos, a aquellas personas que fueran encontradas culpables de pesca, transporte, consumo o comercialización de dichas especies.
Para sustituir el consumo de los mencionados manjares marinos entre la población, el régimen procuró promover el consumo de especies plebeyas, de modo que datos oficiales del Gobierno señalan que, ya en 1962, en la isla se obtuvieron y liberaron un millón de crías de carpa, un millón de tilapias y unos 100,000 soles, además de que en Cayo Largo del Sur se estudió la posibilidad de adaptar la tilapia al agua salada para su posible utilización como carnada viva en la pesca del bonito.
Ante la escasez de alimentación en todo el país, se incrementó la producción de tilapias, y para ello buscó asesoramiento de otros países con experiencia en la cría del pez de agua dulce y terminaron por introducir, a finales de 1990, las tencas y las clarias consideradas, sobre todo las últimas, un peligro para otras especies y para el ecosistema en general.
Así, el férreo control estatista unido a un pedestre racionalismo que pretendía cambiar impunemente el curso a los ríos y a los mares, terminó dañando no ya la alimentación sino el medio ambiente propicio para producir la alimentación. De modo que en una ciudad como Cienfuegos, cuyo símbolo o animal totémico no sería otro que el camarón, porque, dicen los antiguos, que en su bahía esta especie podía pescarse hasta con las manos, terminó siendo una especie en extinción en la dicha bahía y durante la era revolucionaria. Extinción que vendría a consecuencia de cambiarse el cauce al río Arimao con el fin de construir una presa. Río de la vertiente sur que nace en las últimas estribaciones de la Sierra del Escambray, para regar en los inicios las vegas de Manicaragua, Santa Clara y Cienfuegos y desembocar al este de la boca de la bahía de Jagua. Bueno, a partir de entonces sería más fácil encontrar una sirena en Cienfuegos que un camarón.
Pero, el gobierno de Raúl Castro no sólo ha pretendido cambiar las cosas con racionalismo sino con represión. Así, en 2013 y según cifras oficiales, se decomisaron 1.696 embarcaciones y se incautaron 160,8 kilómetros de redes de pesca masiva, junto con cientos de kilogramos de varias especies marinas y terrestres, entre ellas carne de cocodrilo y quelonios, que son supuestamente especies en peligro de extinción.
A ello se sumó el decomiso de varios miles de kilogramos de pescado de especies comestibles como el pargo, la cherna, y el jiguagua, y de algunas que resultan tóxicas como la barracuda o la picúa.
Las autoridades se quejan de que los pescadores furtivos confeccionan nasas, chinchorros y otras artes de pesca masivas cuyo fin no es el consumo familiar, según dice, sino la comercialización a precios elevados de estos productos del mar. Lo que se pretende ocultar acá es que todas esas especies el régimen las quiere para comercializarlas, a altísimos precios, en las áreas del apartheid turístico destinadas a los privilegiados y extranjeros.
"No se tiene percepción del daño a la economía y a la ecología marina que se provoca con estas acciones", se lamenta ante la prensa una oficial del régimen militar.
El régimen explica que para enfrentar la acción de los depredadores, como les llama, se realizan revisiones diarias de la costa y patrullas con buzos para detectar las redes colocadas para la pesca furtiva, trabajo que considera "complejo y muy engorroso".
Acorde con esa mentalidad estratificada, la langosta, el camarón y los ostiones estarían reservados para los extranjeros y los privilegiados del régimen, mientras que para el pueblo quedaría casi exclusivamente la detestable claria.
Heriberto Alvarez, residente en Camagüey, ha dicho a la prensa independiente que en las pescaderías y en los acopios de los puertos pesqueros de la provincia no se venden ni camarones ni langostas. “Aquí todo lo de calidad es para los jefes y el turismo, nosotros tenemos que conformarnos con la claria y la carne de cerdo cuando se consigue”.
Cada día se vuelve más difícil alimentarse y, según explicó Álvarez, la gente no tiene o no le dejan otra opción que la de comer claria, que no es del agrado popular pero está en oferta en los comercios y también en las calles donde los pescadores la venden sin que los inspectores pongan multas.
“Hasta en los charcos, pantanos y arroyos pestilentes de la ciudad se puede “coger la claria”, dice Álvarez quien asegura que mucha gente la come porque no “hay nada más” pero otros la usan para echarle de comer a los animales. La proliferación de claria en Cuba ha provocado serios estragos en la fauna y vegetación acuáticas. Por la razón de ser un animal carnívoro y depredador la claria no sólo arrasa con tilapias y ranas, sino también se alimenta de aves y ratones y puede introducirse felizmente en cloacas y alcantarillas.
Ante esto, los funcionarios del gobierno militar cubano no deberían de asombrase tanto por el hecho de que la población prefiera arriesgarse con la pesca o captura ilegal de especies marinas protegidas como cocodrilos, tortugas, mariscos y manatí a consumir la infamante claria. Al final, deberían de entender, se trata no sólo de un acto de desobediencia cívica alimentaria sino también, y sobre todo, de un acto de sanidad psíquica y corporal.