Waldo Fernández Cuenca pasó de publicar en los medios oficiales a describir la Cuba subterránea. Su interés en los mecanismos de censura -como la víctima que ha sido de éstos- lo llevó a una larga investigación que vio la luz bajo el nombre de Imposición del silencio: Cómo se clausuró la libertad de prensa en Cuba*, y en la que explora cómo el régimen dio el zarpazo a la prensa libre en Cuba.
La entrevista que les proponemos hoy revela las distintas gradaciones de la prensa independiente y sus hacedores. La censura oficial, como daño material, no ha hecho mella en quienes se empeñan en llevarles a los cubanos lo que el propio Estado calla.
En su caso, ¿cuánto ha influido el hostigamiento policial, la propaganda gubernamental hacia su labor y el trabajo de la policía política en la estabilidad de su familia o la relación con vecinos y amistades más cercanas?
Considero que por vivir en La Habana y dedicarme exclusivamente al periodismo no he sido víctima de un sistemático hostigamiento policial, al menos si me comparo con otros comunicadores.
La propaganda gubernamental nunca ha estado dirigida exactamente contra mí y no me hace mella, hace rato estoy vacunado contra ella. Lógicamente mi familia, en especial mis padres, no concuerdan con que me dedique al periodismo independiente, no tanto por convicción ideológica como por temor a mi seguridad.
Lee también Libro reconstruye el golpe maestro que Castro dio a la prensa cubana en menos de un añoLa población cubana está cansada de la miseria y la inoperancia del sistema y al menos ya a los periodistas independientes no los miran con los malos ojos, todo lo contrario, muchos se te acercan y hasta dan sus nombres y cuentan sus historias. Muchos otros tienen temor, pero esa población temerosa ha disminuido mucho.
¿Qué obstáculos legales o impuestos por la Seguridad del Estado ha debido sortear en su intención de hacer periodismo? ¿Cuánto cree que ha influido esta hostilidad a su obra periodística?
Para los periodistas independientes -que no gozan de ningún reconocimiento o amparo legal- nuestra labor es ya de por sí ilegal, y estamos expuestos a cualquier arbitrariedad por los órganos de la Seguridad del Estado contra nosotros y nuestras familias. Ellos lo dejan claro: debes ser un ciudadano modelo en un país donde solo adquirir un producto de primera necesidad puede ser ilegal.
Por otro lado, los periodistas del régimen muchas veces han reconocido que se les dificulta el acceso a las fuentes oficiales debido a los permisos que se necesitan. Nosotros no tenemos ni siquiera esa posibilidad.
Muchas veces debemos esconder el nombre de nuestras fuentes y ningún organismo estatal (que son todos) te da una entrevista. Solo si se ama esta profesión, como es mi caso, podemos ejercerla honorablemente en un ambiente tan represivo y de tantas dificultades institucionales y materiales.
Uno de los objetivos del mecanismo de censura y las propias fuerzas del orden es atemorizar al comunicador independiente o alternativo. ¿Ha sentido miedo? ¿Puede describir algunas de estas situaciones?
No creo que nadie que disienta públicamente del régimen pueda decir que alguna vez no sintió miedo.
El miedo es algo muy incorporado en la psiquis de cualquier persona cuando sabe que puede sufrir represalias por hacer o decir algo. Pero uno lo va superando y domando.
Sentí mucho miedo la primera vez que fui arrestado y encarcelado a finales del año 2014 por tres días, lo sentí en mis años universitarios cuando publicar un trabajo con alguna crítica al sistema podría acarrearte la expulsión de la universidad, pero las convicciones personales y la coherencia hacen que superes el miedo. Es fundamental en eso la preparación académica, estar informado de todas las injusticias que suceden a tu alrededor. Descubrir que vives en una gran farsa a la cual ya no puedes sumarte.
Si la intención del Estado es silenciar a las voces discordantes –y la prensa es una de las más constantes- ¿Por qué insistes en una de las más peligrosas actividades que se llevan a cabo en países en dictadura?
Por los mismos motivos que los comunistas insisten en difundir su propaganda sin tapujos. Ellos saben que en el campo de las ideas no pueden ceder un milímetro porque el sistema se caería al momento. Insistimos porque somos la voz de los sin voz, y eso te reconforta como comunicador y ser humano, reflejamos aquello que los medios oficiales jamás publicarían.
El deseo de cualquier periodista es decir lo que piensa sin cortapisas y solo en el periodismo libre se puede conseguir.
La libertad comienza por tus acciones y solo de esa manera se puede aspirar a irradiar y contagiar la libertad plena en los demás.
*Waldo Fernández Cuenca: “Imposición del silencio: Cómo se clausuró la libertad de prensa en Cuba ”, Edit. Deinós, 2016.