El estadounidense Mike Theiss deseó durante años ir a la isla prohibida a 90 millas de su casa. Pero a diferencia de sus coterráneos no le interesaban especialmente las playas ni los autos antiguos. Cuando el Canal del Tiempo anunció que se acercaba el huracán Matthew, supo que todos los planetas se habían alineado para su primer viaje a Cuba.
“Siempre dije: Quiero ser el primer cazatormentas en ser testigo de un huracán en Cuba, como americano, y pensé que este era el momento de hacerlo, porque si no lo hago ahora, lo va a hacer alguien muy pronto. Así que fue una especie de doble logro para mí”, cuenta en entrevista con Martí Noticias, un mes después de su aventura.
El Matthew en Cuba fue el huracán número 40 de este fotoreportero y cazatormentas freelance, quien colabora con medios como National Geographic y Weather Channel. Theiss creció en los cayos de la Florida y asegura que podía ver desde lejos los cúmulos de nubes que se formaban a lo lejos cuando un ciclón azotaba a la isla vecina.
“Siempre supe cuán cerca estaba, pero el hecho de que no podía ir le daba ese misterio”, acota. Pero este viaje no solo fue especial por los deseos cumplidos, sino porque le dio la oportunidad de reportar el paso de un huracán desde Cuba en vivo por canales de televisión y redes sociales.
“Lo hice en vivo en las cadenas de televisión, entrevistas por teléfono en vivo, en el ojo del huracán. Hablaba con un estudio en Atlanta y transmitían a todo el mundo en los Estados Unidos”, recuerda Theiss de sus reportes desde el lobby del hotel donde se refugiaron los turistas en Baracoa, mientras afuera corrían vientos de 130 mph y la llovía no paraba.
“Esta fue mi primera verdadera persecución de un huracán desde que Twitter tiene tanto alcance e Instagram y todas esas cosas. Me descubrí reinventándome a mí mismo.Todo lo que tienes que hacer ahora es abrir la puerta para que los medios de prensa te encuentren. Mientras que antes tenía que llamarlos”, explica.
“Pensaron que estaba loco”
Como acostumbra a hacer, Theiss viajó a Cuba varios días antes y debió moverse un par de veces entre Santiago y Guantánamo mientras calculaba por dónde pasaría la tormenta. Su petición de ir hacia el ojo de la tormenta sorprendió a más de un taxista.
“Pensaron que estaba loco, pero dijeron: ‘Está bien, voy a ayudarlo a llegar donde quiere”, recuerda divertido. “Nadie podía metérselo en la cabeza, pero todo el mundo fue muy amable, y una vez que se daban cuenta de lo que yo quería hacer, se volvían extremadamente útiles”.
Theiss asegura que en estos casos no tiene tiempo de asustarse. Está demasiado ocupado en los preparativos: llevar el equipo correcto, descansar lo suficiente, calcular por donde pasará el ojo y tener un plan de contingencia.
En especial, siempre está a la caza del mejor lugar para documentar la fuerza del ciclón, pero en este caso las autoridades no le permitieron ir tan cerca de la pared del huracán como le hubiese gustado.
“Ellos fueron extremadamente cuidadosos con los turistas”, apunta. Les trasladaron de un hotel cercano a la playa para uno en el centro de Baracoa, y les pidieron no abandonar el edificio", señala.
“Fueron muy estrictos al respecto, y yo obviamente no me opuse: ‘Sí, señor, me quedaré aquí’, y solo me consideré afortunado de estar ahí y cubrir el evento, porque el ojo sí se movió como pensé que haría”.
Normalmente, Theiss no cubre lo que pasa en el lugar afectado después del huracán, pero en el caso de Cuba decidió hacer una excepción por la poca prensa que pudo llegar hasta Baracoa.
“Había una demanda por saber qué estaba pasando y no había equipos de prensa allí, así que sentí que por eso era que había estado destinado a ir en este caso: para compartir con las personas cómo luce después, qué le hizo a este pueblo”.
“Muchas personas, en shock, no sabían por dónde empezar”, dice Theiss, quien aprovechó para conversar con los locales, mientras estos lanzaban los escombros de sus hogares a la calle y salvaban uno que otro artículo. “Nadie imaginó lo malo que iba a ser”, advierte.
Desde que puso un pie en La Habana, a Theiss le sorprendió ver que las personas no están tan atentas a sus teléfonos inteligentes como en Estados Unidos, pero apunta que vio a muchos cubanos documentado con sus celulares los destrozos del ciclón.
“Ellos querían compartir el mensaje de la catástrofe que le pasó a su comunidad, pero incluso si hicieron eso, no había Internet para enviarlo hacia afuera. Tuvimos una Internet muy escasa. Afortunadamente funcionó hasta un poco después de la tormenta, y fui capaz de mandar las imágenes a todo el mundo”, dijo.