El secretario general de la OEA, Luis Almagro, visitó este sábado varios albergues instalados en la frontera colombo-venezolana y escuchó los testimonios de los colombianos deportados por el gobierno venezolano hace dos semanas.
Almagro viajó a la región acompañado de la canciller colombiana, María Ángela Holguín, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, y el alcalde de Cúcuta, Donamarís Ramírez.
“Nos quitaron todo, nos robaron nuestros enseres y no nos dejaron sacar nada”, dijo Cristian Vargas uno de deportados que habló con Almagro en Villa del Rosario, la población por la que entraron al país la mayoría de los 1,097 colombianos deportados por Venezuela, y otros 9,000 que regresaron atravesando trochas por su cuenta, tras la declaratoria del estado de excepción realizada por el presidente Nicolás Maduro para el estado Táchira, el pasado 21 de agosto.
En Caracas, el vicepresidente Jorge Arreaza informó a los periodistas, tras reunirse este sábado en su despacho con Mauro Vieira y Héctor Timerman, cancilleres de Brasil y Argentina, de la decisión de estos últimos de viajar a Venezuela para hablar directamente con el presidente Nicolás Maduro, quien asiste en Jamaica a una cumbre de Petrocaribe.
Ambos diplomáticos se habían reunido ayer en Bogotá con la Canciller Holguín y otros altos funcionarios del gobierno colombiano, buscando una solución a la crisis fronteriza.
Carlos Iván Márquez, quien dirige la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, dijo que en Cúcuta y Villa del Rosario pasan sus noches 3,429 personas en doce albergues. Actualmente, hay 1.500 funcionarios y voluntarios atendiendo el drama humanitario en todos los municipios fronterizos.
Márquez dijo que la crisis frontera era una posibilidad que había contemplado el gobierno colombiano, por lo cual se elaboró hace dos años un Plan Fronteras, por instrucciones del presidente Juan Manuel Santos, que contempla la reinserción de los deportados en la sociedad.
“Un plan que también construimos consultando a la cooperación internacional, y que está en plena ejecución”, afirmó.
Márquez destacó que para los deportados el aspecto emocional es muy fuerte al comprobar que perdieron todo lo que tenían y deben adaptarse otra vez a su vida de origen.
“Yo los comparo con las personas que pierden a alguien en una avalancha y queda desaparecido. Ni siquiera pueden llorar al muerto. Y acá fueron sacados a las patadas, de manera inhumana, y ni siquiera pueden volver allá a traerse sus cosas. Eso es lo que los tiene tan marcados en el tema emocional”, subrayó.
Márquez dijo que a diferencia de otras crisis humanitarias causadas por fenómenos naturales “este drama causado por la decisión de una persona, es el que ha dolido más.”
“No hay en la historia, al menos en los últimos cincuenta años, otro drama humillante como este. Uno acepta emergencias por vulnerabilidad, riesgo, exposición y dice que se ha podido hacer esto o lo otro, pero esto fue por un acto de la noche a la mañana. A las personas alguien les pudo decir: 'Váyanse mañana', pero no les dan chance de nada. Aquí hay gente que temblaba pasando el río. No es justo, no es justo”, afirmó
Por su parte, Maduro comparó hoy las deportaciones a colombianos con un "torniquete para la hemorragia, y luego sanas”.
“Los torniquetes son necesarios para parar la hemorragia y el ataque del paramilitarismo, del contrabandismo, del narcotráfico en la frontera y proteger a nuestro pueblo", declaró Maduro a Telesur, poco antes de partir de Catar hacia Jamaica para asistir a una cumbre de Petrocaribe.
Maduro decidió la víspera abrir la frontera solo para que los estudiantes que se quedaron atascados en alguno de los dos lados puedan volver a sus casas o centros educativos.
Este paso, denominado por el vicepresidente venezolano, Jorge Arreaza, como "corredor humanitario", permitió a decenas de estudiantes que viven en el lado colombiano y estudian en Venezuela, o viceversa, regresar a sus escuelas o universidades, una medida solicitada por Santos, para concretar un encuentro con Maduro.