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Cubano narra la trágica muerte de una migrante en la selva colombiana


Migrante cubano acompañó a su amiga por la selva y le dio sepultura
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Migrante cubano acompañó a su amiga por la selva y le dio sepultura

“Ella no alcanzó su sueño. Por eso quisiera yo alcanzar el sueño americano, por ella y por mí”, dijo el joven, que ahora permanece en un albergue en Ciudad Panamá.

Esta es la historia de una tragedia, narrada por un sobreviviente. El migrante cubano Adbel de la Cruz acompañó a la habanera Carmen Issel Navarro Olazábal en un viaje que tuvo el peor final.

El camino del Darién es una moneda de dos caras para los migrantes que buscan atravesar Centroamérica en su viaje hacia Estados Unidos. Algunos lo logran, y ven realizado su sueño, otros, como Carmen Issel, encuentran la muerte.

“La selva no es para ti”, le dijo Abdel a su amiga, enferma y aquejada de asma, cuando esta le comunicó su decisión de seguir hacia Panamá.

Abdel de la Cruz.
Abdel de la Cruz.

Los dos cubanos se hicieron amigos en la adversidad. “Ella no solo era una amiga para mí, sino como una madre. Me aconsejaba mucho. Trabajábamos juntos en las noches vendiendo sándwiches. Yo pensaba regresarme a Ecuador, donde tengo residencia permanente, pero me decidí a seguir por ella”, cuenta De la Cruz al periodista Ricardo Quintana, de TV Martí.

Se internaron en la selva junto a otros 13 cubanos al mes de llegar a Turbo. Su historia es parte de una mayor, la de cientos de migrantes varados en Colombia que vieron amenazadas con la deportación sus esperanzas de continuar viaje a Estados Unidos, y no lo pensaron dos veces antes de lanzarse al camino del Darién, a los coyotes, a la posibilidad de llegar o morir.

“A Carmen Issel se le hicieron dos ampollas en la planta de los pies y se le dificultaba caminar. Los otros cubanos nos dejaron botados. Yo me quedé para acompañarla. Le dije a los otros que se fueran, que yo no podía dejarla sola, y me quedé para seguir al paso de ella, que era un paso bastante lento”, cuenta Abdel.

Caminaron 13 días por senderos que no conocían, sin un guía, sin otra compañía que la desesperación.

“Dos días estuvimos perdidos, hasta que encontramos el camino correcto y seguimos avanzando poco a poco, por su problema en los pies”. Entonces Carmen Issel le dio la razón.

“Me dijo que teníamos que haber regresado a Ecuador, pero ya era tarde para eso”.

Cuando llegaron a Tuquesa, una aldea en territorio panameño, Carmen Issel se sentió desmejorada de tanto caminar. Se acostó a dormir. No quiso comer ni bañarse. La noche entera estuvo quejándose de dolores e inflamación. Como a las 4:00 de la madrugada le dijo a a Abdel que la acompañara al baño. Quería orinar y no pudo.

“A las 6:00 se levantó y se vistió, y me pidió un poquito de azúcar y el salbutamol (medicina para el asma) que tenía falta de aire. En ese momento nos estaban tomando los datos para llevarnos para Peñitas, y cuando me volteé para pedirle los datos ella ya se estaba muriendo”, narra el joven con la voz quebrada por el triste recuerdo.

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El médico forense informó que Carmen Issel falleció de insuficiencia renal y un edema pulmonar. La mujer retuvo todo el líquido en el cuerpo y en los pulmones, lo que provocó que su organismo colapsara. Su cuerpo yace en el cementerio de Turquesa.

“Ella no alcanzó su sueño. Por eso quisiera yo alcanzar el sueño americano, por ella y por mí”, dijo el joven, que ahora permanece en un albergue en Ciudad Panamá, a la espera de poder seguir camino.

Una promesa cierra el círculo de esta historia.

“Le prometí a la familia que cuando llegase a Estados Unidos y tuviese dinero iba a regresar (a Tuquesa) para ayudarlos a llevar el cadáver para Cuba”.

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