Irreverente, conflictivo, escandaloso, El Público vuelve por sus fueros, a confundirnos para hacernos pensar en ese escenario mayor que es la vida, la política, la historia.
La Habana- Sigue en cartelera en el cine-teatro Trianón del céntrico vedado capitalino Antigonón, un explosivo texto de Rogelio Orizondo, llevado a escena por Carlos Díaz y el Teatro El Público.
Irreverente, conflictivo, escandaloso, El Público vuelve por sus fueros, a confundirnos para hacernos pensar en ese escenario mayor que es la vida, la política, la historia.
El móvil, la falsa información de que el cuerpo de Mariana Grajales no se descompuso tras su muerte y va a ser canonizada, sirve para el destape de monólogos y diálogos que ponen en solfa la crisis de valores de la sociedad y la búsqueda de nuevos caminos para la tolerancia y el discernimiento.
La obra pone al público inmediatamente en situación con los desnudos de los cuatro cuerpos principales de la pieza (dos mujeres y dos hombres). Comienza una danza dura, casi ruda de balances y contrapesos, que mantiene en vilo al profano durante casi diez minutos. Luego y gradualmente, los actores comienzan a vestirse, bien de manera estrafalaria con dos centros de diálogos, llevados a cabo por las actrices, sin lugar a dudas ejes temáticos de la retórica.
En un camino que nos lleva a interpretar la larga senda de la construcción nacional, deteniéndose en un espacio especial.
Por un lado el travestismo, por otro la ubicación histórica, avanzan de la mano, haciendo sufrir al público los más altos desbalances emocionales ante el desborde de actuación de los cuatro jóvenes actores, que dominan el gesto y cada músculo de manera que le sacan el máximo partido en un nada exhibicionista rescate de la historia nacional. De reencuentro de expresiones cubanísimas y de diálogos subidos de tono, quizás a veces innecesariamente, pero suficientemente pensados para mantener al público en vilo permanente.
Un segmento de un poema sin nombre escrito por Fabián Suárez que aparece en el programa nos dice: “Y Cuba seguirá luchando sin el diente postizo que le falta. / La palabra esdrújula ÉPICO me habla de un proyecto: andar Prado hasta Neptuno/coger un almendrón por Línea, refrescar en el Pan de París, “penetrar” al Trianón/ a las dos de la tarde cuando el sol podría derretir papayas, milicias, contingentes.”
La historia de la muerte de Antonio Maceo y su ayudante Panchito Gómez Toro, y el deambular de sus fríos cuerpos por las cercanías de Santiago de las Vegas hasta que encontraron cristiana sepultura, declamada a dos voces, ubica al público en los horrores y heroísmos que soportó el cubano para lograr su independencia.
La crítica nada velada a los clichés de la dictadura comienza con la presentación en pantalla de viejos fotogramas de la república, pero encuentro su tono más alto en la representación de los niños pioneros, su violencia e intertextualidad. Por último, la voz de María Teresa Vera, interpretando El soldado, da el toque cimero a una obra llena de emociones.
Irreverente, conflictivo, escandaloso, El Público vuelve por sus fueros, a confundirnos para hacernos pensar en ese escenario mayor que es la vida, la política, la historia.
El móvil, la falsa información de que el cuerpo de Mariana Grajales no se descompuso tras su muerte y va a ser canonizada, sirve para el destape de monólogos y diálogos que ponen en solfa la crisis de valores de la sociedad y la búsqueda de nuevos caminos para la tolerancia y el discernimiento.
La obra pone al público inmediatamente en situación con los desnudos de los cuatro cuerpos principales de la pieza (dos mujeres y dos hombres). Comienza una danza dura, casi ruda de balances y contrapesos, que mantiene en vilo al profano durante casi diez minutos. Luego y gradualmente, los actores comienzan a vestirse, bien de manera estrafalaria con dos centros de diálogos, llevados a cabo por las actrices, sin lugar a dudas ejes temáticos de la retórica.
En un camino que nos lleva a interpretar la larga senda de la construcción nacional, deteniéndose en un espacio especial.
Por un lado el travestismo, por otro la ubicación histórica, avanzan de la mano, haciendo sufrir al público los más altos desbalances emocionales ante el desborde de actuación de los cuatro jóvenes actores, que dominan el gesto y cada músculo de manera que le sacan el máximo partido en un nada exhibicionista rescate de la historia nacional. De reencuentro de expresiones cubanísimas y de diálogos subidos de tono, quizás a veces innecesariamente, pero suficientemente pensados para mantener al público en vilo permanente.
Un segmento de un poema sin nombre escrito por Fabián Suárez que aparece en el programa nos dice: “Y Cuba seguirá luchando sin el diente postizo que le falta. / La palabra esdrújula ÉPICO me habla de un proyecto: andar Prado hasta Neptuno/coger un almendrón por Línea, refrescar en el Pan de París, “penetrar” al Trianón/ a las dos de la tarde cuando el sol podría derretir papayas, milicias, contingentes.”
La historia de la muerte de Antonio Maceo y su ayudante Panchito Gómez Toro, y el deambular de sus fríos cuerpos por las cercanías de Santiago de las Vegas hasta que encontraron cristiana sepultura, declamada a dos voces, ubica al público en los horrores y heroísmos que soportó el cubano para lograr su independencia.
La crítica nada velada a los clichés de la dictadura comienza con la presentación en pantalla de viejos fotogramas de la república, pero encuentro su tono más alto en la representación de los niños pioneros, su violencia e intertextualidad. Por último, la voz de María Teresa Vera, interpretando El soldado, da el toque cimero a una obra llena de emociones.