Los pocos aires acondicionados que aún funcionan tienen tantas filtraciones de agua que anegan los pasillos. Cuando un menor es ingresado, las familias tienen que llevar cubos, artículos de aseo, televisores y comida.
Dennis, 39 años, y su esposa Elvira, de 37, llevan siete meses alternándose para dormir cada noche en el piso, en una colchoneta repleta de remiendos al lado de la cama donde descansa su hijo de 10 años, intervenido de una compleja cirugía en el Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, ubicado en Marianao.
Tienen familiares en La Habana, pero su domicilio es en Cárdenas, provincia de Matanzas, a 140 kilómetros de la capital, y desde hace años, debido a la precaria salud de su único hijo, viven a caballo entre las dos ciudades.
El Pediátrico de Marianao, recién pintado, visto desde afuera no lo parece, pero necesita un esmerado mantenimiento constructivo. Los pasillos que conducen a la sala de neurocirugía están completamente a oscuras.
Los pocos aires acondicionados que aún funcionan tienen tantas filtraciones de agua que anegan los pasillos. Cuando un menor es ingresado, las familias tienen que llevar cubos, artículos de aseo, televisores y comida.
El hospital no garantiza estos insumos. La alimentación destinada a pacientes y acompañantes es un verdadero bodrio. “Lo menos malo es el personal médico, laborioso y capacitado, aunque si quieres que te den una buena atención, debes hacerles regalos y a cada consulta llevarles meriendas”, dice Dennis.
También escasean los medicamentos de última generación. Los galenos en Cuba suelen tener dos tipos de tratamiento, según el bolsillo del paciente. Si andas corto de dinero y no tienes parientes fuera, te recetan medicamentos vendidos en la red criolla de farmacias, generalmente de baja calidad.
Si usted les dice que tiene parientes al otro lado del charco, en Estados Unidos u otros países, el doctor te ofrece una amplia lista de fármacos avanzados. Los médicos cubanos tienen conexión a internet y están bastante bien informados.
Otra posibilidad, si uno recibe remesas o tiene acceso a divisas, es adquirirlos en moneda dura, en cualquiera de la veintena de Farmacias Internacionales diseminadas por La Habana. En ellas se vende una amplia gama de medicamentos producidos en laboratorios capitalistas de renombre.
Si el Pediátrico de Marianao necesita que le pasen la mano con urgencia, qué decir de otros centros habaneros. Cuando usted visita hospitales destartalados como el Miguel Enríquez, en Luyanó, o la antigua Dependientes, en 10 de Octubre, echará en falta el discurso gubernamental, que cansonamente nos repite que la salud pública cubana es una de las mejores del planeta.
Pidiendo un conteo de protección igualmente están varias salas del Calixto García o de Emergencias, en la avenida Carlos III. Los pisos y baños sin higiene, las paredes descascaradas, techos con filtraciones, groseros modales de un segmento del personal de enfermería, escasez de instrumental quirúrgico y poco rigor profesional en algunos médicos, han provocado que la sanidad en Cuba actualmente se encuentre en caída libre.
Cuando un ciudadano común y corriente debe ser hospitalizado o recibir un tratamiento extenso, cruza los dedos. Muchos especialistas brillantes se encuentran prestando servicios en el exterior.
Y los que han quedado para cubrir esas plazas, están sobrecargados de trabajo. Si a esto sumamos que un médico promedio en la isla devenga un salario mensual equivalente a 30 dólares, desayuna café sin leche y en ocasiones tiene que estar dos horas en una parada repleta de gente, para abordar el ómnibus que lo conduzca a su hospital o consulta, entonces la mejor opción es no enfermarse.
Norge, 28 años, asmático crónico, quiere ser bien tratado y por eso se hizo amigo de los médicos y enfermeros que le atienden. “Me estén atendiendo o no, les visito y les hago regalos. Una vez, a cada uno le regalé una pierna de carnero”.
Si gran parte de los policlínicos y hospitales habaneros están pidiendo a gritos mantenimiento, no se puede decir lo mismo del Clínico-Qirúrgico Hermanos Ameijeiras, en Centro Habana, a tiro de piedra del malecón.
Este hospital se encuentra en buen estado técnico y a simple vista se nota la higiene. Uno de los motivos pudiera ser que es una de las instituciones insignias de la salud pública en Cuba, además de tener varios pisos dedicados a la atención de pacientes extranjeros.
Pero si se quieren ver clínicas parecidas a las que salen en los seriales estadounidenses trasmitidos por la televisión nacional, visite usted la Clínica Central Cira García o el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas, el famoso CIMEQ, los dos situados en el municipio Playa.
Atención de primera, habitaciones que brillan por su limpieza, alimentación balanceada y de calidad, un parque de ambulancias bien equipadas, guardias de seguridad y médicos de calibre. Todo a pagar en dólares, euros o pesos convertibles.
Los ministros y generales tienen derecho a ser atendidos en estas clínicas. O mandatarios foráneos como Hugo Chávez, operado tres veces en el CIMEQ, para frenar el cáncer que padece.
Para ellos, la salud cubana es una auténtica joya. Dennis y Elvira, quienes llevan siete meses durmiendo en el piso de un pediátrico, piensan lo contrario.
Tienen familiares en La Habana, pero su domicilio es en Cárdenas, provincia de Matanzas, a 140 kilómetros de la capital, y desde hace años, debido a la precaria salud de su único hijo, viven a caballo entre las dos ciudades.
El Pediátrico de Marianao, recién pintado, visto desde afuera no lo parece, pero necesita un esmerado mantenimiento constructivo. Los pasillos que conducen a la sala de neurocirugía están completamente a oscuras.
Los pocos aires acondicionados que aún funcionan tienen tantas filtraciones de agua que anegan los pasillos. Cuando un menor es ingresado, las familias tienen que llevar cubos, artículos de aseo, televisores y comida.
El hospital no garantiza estos insumos. La alimentación destinada a pacientes y acompañantes es un verdadero bodrio. “Lo menos malo es el personal médico, laborioso y capacitado, aunque si quieres que te den una buena atención, debes hacerles regalos y a cada consulta llevarles meriendas”, dice Dennis.
También escasean los medicamentos de última generación. Los galenos en Cuba suelen tener dos tipos de tratamiento, según el bolsillo del paciente. Si andas corto de dinero y no tienes parientes fuera, te recetan medicamentos vendidos en la red criolla de farmacias, generalmente de baja calidad.
Si usted les dice que tiene parientes al otro lado del charco, en Estados Unidos u otros países, el doctor te ofrece una amplia lista de fármacos avanzados. Los médicos cubanos tienen conexión a internet y están bastante bien informados.
Otra posibilidad, si uno recibe remesas o tiene acceso a divisas, es adquirirlos en moneda dura, en cualquiera de la veintena de Farmacias Internacionales diseminadas por La Habana. En ellas se vende una amplia gama de medicamentos producidos en laboratorios capitalistas de renombre.
Si el Pediátrico de Marianao necesita que le pasen la mano con urgencia, qué decir de otros centros habaneros. Cuando usted visita hospitales destartalados como el Miguel Enríquez, en Luyanó, o la antigua Dependientes, en 10 de Octubre, echará en falta el discurso gubernamental, que cansonamente nos repite que la salud pública cubana es una de las mejores del planeta.
Pidiendo un conteo de protección igualmente están varias salas del Calixto García o de Emergencias, en la avenida Carlos III. Los pisos y baños sin higiene, las paredes descascaradas, techos con filtraciones, groseros modales de un segmento del personal de enfermería, escasez de instrumental quirúrgico y poco rigor profesional en algunos médicos, han provocado que la sanidad en Cuba actualmente se encuentre en caída libre.
Cuando un ciudadano común y corriente debe ser hospitalizado o recibir un tratamiento extenso, cruza los dedos. Muchos especialistas brillantes se encuentran prestando servicios en el exterior.
Y los que han quedado para cubrir esas plazas, están sobrecargados de trabajo. Si a esto sumamos que un médico promedio en la isla devenga un salario mensual equivalente a 30 dólares, desayuna café sin leche y en ocasiones tiene que estar dos horas en una parada repleta de gente, para abordar el ómnibus que lo conduzca a su hospital o consulta, entonces la mejor opción es no enfermarse.
Norge, 28 años, asmático crónico, quiere ser bien tratado y por eso se hizo amigo de los médicos y enfermeros que le atienden. “Me estén atendiendo o no, les visito y les hago regalos. Una vez, a cada uno le regalé una pierna de carnero”.
Si gran parte de los policlínicos y hospitales habaneros están pidiendo a gritos mantenimiento, no se puede decir lo mismo del Clínico-Qirúrgico Hermanos Ameijeiras, en Centro Habana, a tiro de piedra del malecón.
Este hospital se encuentra en buen estado técnico y a simple vista se nota la higiene. Uno de los motivos pudiera ser que es una de las instituciones insignias de la salud pública en Cuba, además de tener varios pisos dedicados a la atención de pacientes extranjeros.
Pero si se quieren ver clínicas parecidas a las que salen en los seriales estadounidenses trasmitidos por la televisión nacional, visite usted la Clínica Central Cira García o el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas, el famoso CIMEQ, los dos situados en el municipio Playa.
Atención de primera, habitaciones que brillan por su limpieza, alimentación balanceada y de calidad, un parque de ambulancias bien equipadas, guardias de seguridad y médicos de calibre. Todo a pagar en dólares, euros o pesos convertibles.
Los ministros y generales tienen derecho a ser atendidos en estas clínicas. O mandatarios foráneos como Hugo Chávez, operado tres veces en el CIMEQ, para frenar el cáncer que padece.
Para ellos, la salud cubana es una auténtica joya. Dennis y Elvira, quienes llevan siete meses durmiendo en el piso de un pediátrico, piensan lo contrario.