Vestirse y calzarse en Cuba, sobre todo si uno es joven y quiere hacerlo a la moda, es casi una hazaña, en un entorno laboral donde el salario medio no supera los 18 dólares mensuales y un par de zapatillas de alguna marca reconocida puede costar más de 5 veces esa cifra. Sin embargo, es una hazaña --como muchas otras de la supervivencia bajo un sistema disfuncional-- que los cubanos vienen protagonizando desde hace décadas.
¿Cómo? El zar económico Marino Murillo dijo en el último período de sesiones de la Asamblea Nacional que el salario representa actualmente el 50 por ciento de los ingresos de los cubanos. Creo que se le fue la mano, porque otros economistas menos oficialistas calculan que para cubrir las necesidades básicas un cubano necesitaría hoy siete salarios medios; pero al menos Murillo admitió que los de la isla tienen que rebuscarse un "salario" más por la izquierda.
Volviendo a la cuestión indumentaria, puede que un cubiche se adapte a hacer una sola comida "fuerte", al día. O a caminar unos kilómetros en vez de ponerse a esperar "camellos" que nunca paran. O a resolver una gripe con cocimiento de limón, miel de abejas y romerillo. Pero eso sí, no se resigna a no tener en el escaparate algunos trapitos "descargosos" (a la moda) para citas, bailes, bodas, bautizos y cumpleaños.
En ese sentido las cosas han cambiado un poco desde aquellos años duros de los 60, salvados para la historia por Senel Paz y Orlando Rojas en la película "Una novia para David", cuando varios becarios de un mismo albergue (y de distintas tallas) se turnaban para salir de pase con una única camisa azul de nylon; o aquellos cuando uno guardaba para los fines de semana los tennis cañeros y la camisa de trabajo que le habían entregado para la Escuela al Campo.
Desde que con la dolarización aparecieron las shoppings y su versión para la parte del pueblo (más) en la inopia, las trapi-shoppings, el vestuario nacional se ha diversificado. Lo que no ha mejorado son sus precios, todavía con el mayor Impuesto de Valor Agregado del mundo. Es aquí donde entran en acción los nuevos cuentapropistas vendedores de "pacotilla".
En su blog "Desde La Habana" Iván García dice que a un tiro de piedra de Galiano esquina a Reina, se apiñan una veintena de tenderetes de quita y pon donde lo mismo venden camisetas a 7 pesos convertibles, sandalias de niña a 5, o unos tenis Nike en 45, y "son orisha" (originales), según asegura el dueño.
Vía telefónica hablé con Iván allá en su casa de La Víbora. Me dice que en las Tiendas Recaudadoras de Divisas cercanas al "mall" de la pacotilla unos Nike cuestan 100 C-U-C o más, de modo que el público fluye a los timbiriches, donde al mediodía se agolpa tanta gente que chocan unos con otros como carros locos.
La oferta de los particulares incluye bisutería, jeans, calcetines y tenis deportivos. Uno le contó al colega que compra al por mayor a personas que se dedican al trasiego de mercaderías desde Ecuador (viajeros que aprovecharon que no se necesitaba visa para hacerse ecuatorianos instantáneos y luego entrar y salir); Venezuela (trabajadores internacionalistas buscando hacer su agosto con la misión); o Miami (familiares en el exterior que prefieren que sus seres queridos inviertan las remesas en algún negocito provechoso para las dos partes, y todo el mundo contento) .
Pero Iván advierte que a veces se ve la misma mercancía de las shoppings, es decir, que lo más seguro es que haya salido de los inventarios estatales por arte de prestidigitación de aquellos que tienen por filosofía "robar todo lo que deba ser robado" (total, si es del Estado).
¿Y los inspectores estatales? "La mayoría -me dice Iván- han optado por cerrar los ojos… y abrir la mano".
Sin embargo los miniempresarios del pacotilleo son ahora en general ciudadanos respetables y legales: pagan impuestos y tienen a mano sus licencias. O semi-legales: también pagan impuestos, pero trabajan -apunta el blogger-- bajo una licencia más económica, como las de venta de discos piratas o artículos religiosos.
¿Es rentable el negocio a pesar de la mordida tributaria? Marlén, "una mulata con cara de sueño", le dijo a Iván que da lo suficiente para desayunar, almorzar y comer, esos tres pequeños milagros que el Estado patrón nunca aseguró a sus trabajadores.
"No es un negociazo ni nada de eso -explica Marlén-- pero se va tirando. En un día malo, de ganancia me busco entre 15 y 20 pesos convertibles. Eso sí, desde las 9 de la mañana estoy diez horas sentada en este banco de madera".
Otra ventaja de los pacotilleros es que con ellos se puede regatear el precio, mientras que en las T-R-D no se dan rebajas, al contrario: puedes salir pagando más si un dependiente necesitado decide hacer el día contigo aplicándote una "multa"por encima del precio de la lista.
El éxito de la nueva alternativa comercial ha sido tal que entre los cuentapropistas --que ya fueron desplazados una vez de un lugar más visible en el Parque de El Curita hacia otro en la trastienda de los Almacenes Ultra--, se corre que los gerentes de las grandes tiendas en divisas de la zona, angustiados por la caída de sus ventas, están presionado a las autoridades municipales del Poder Popular para que indaguen con mayor celo sobre la procedencia de la mercancía de los privados.
Como decía Curbeira, mi compañero de albergue (y creo que de camisa) en la beca de la ESPA; cada vez que le llenaban la cachimba se ponía serio y sentenciaba: "La envidia ha sido la causa tradicional de las guerras". Sólo que ésta es una del inmovilismo contra la flexibilidad; de la monotonía contra la creatividad; del conformismo y la apatía contra el deseo de ascender y mejorar; en fin, de la estatización y la planificación contra la iniciativa individual y el libre mercado.