A 26 años de la protesta callejera que sacudió La Habana el 5 de agosto de 1994, conocida como “El Maleconazo”, tres cubanos de la sociedad civil hablan de la fractura que representó aquel hecho, de cómo su espíritu se reproduce ahora cotidianamente en cualquier cola y de por qué, en vez de una válvula de escape, un Maleconazo hoy sería “hacia adentro”.
“Los cubanos no podemos ser iguales después del ‘94”, le dijo desde La Habana al reportero de Radio Televisión Martí Amado Gil la filóloga y periodista independiente María Matienzo.
“Creo que ahí hubo una fractura, un antes y un después; una posibilidad real de que la gente puede levantarse en contra de este gobierno, pero creo que ha pasado demasiado tiempo y el miedo se volvió a instaurar”, dijo Matienzo.
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De acuerdo con la periodista independiente, el miedo ha sido el “terreno escabroso” por donde siempre se ha movido el régimen.
“Ha pasado una generación después del 94; los que vivieron conscientemente [aquel] 5 de agosto son padres ahora: padres que habría que ver si están dispuestos a que sus hijos pasen por la misma crisis de los 90”, comentó. “Yo creo que no; que dejó un trauma muy profundo como para que ellos permitan que haya otra crisis con esa magnitud, aunque ahora parezca que vamos camino a eso”.
Los cubanos del 2020 son personas menos comprometidas con el sistema de gobierno instaurado en 1959, observó Matienzo, “y con todo el proceso revolucionario ese que ellos [los jerarcas del régimen] creen y quieren hacer parecer que es unánime, y creo que hay más gente dispuesta a tirarse a hacer lo que haya que hacer, pero sin poner el muerto”, añadió.
Lee también Crece el temor de un estallido social, alertan reconocidos opositores cubanosEso es parte de nuestra idiosincrasia, lo que heredamos de nuestros padres con aquellas frases de “no te marques”, “te van a cortar las alas”, manifiesta.
“Los cubanos del 2020 hemos llegado a esta altura quizás con una conciencia demasiado clara de que esta gente –me refiero al poder— parecen inamovibles”, dijo. “Hemos visto a nuestros padres que, pese al 94, han llegado achacosos, frustrados; que el 2020 les está pasando la cuenta, porque indiscutiblemente este tiene que ser un año kármico donde la gente está enfermando y muriendo sin [razones], no solamente el COVID-19: los niveles de muerte por violencia, por otras causas han sido muy altos”.
Así, la gente sigue optando por irse y sigue viendo en el 2020 que la ruta está en la salida, manifiesta la periodista independiente.
“No podemos ser los mismos porque incluso después del 94 hubo un éxodo masivo donde toda una generación quedó fracturada, y son los que ahora quizás desde el exilio están levantándose de nuevo y diciendo: ‘Bueno, me fui, me tuve que ir y he estado demasiado tiempo pasivo; ya es hora de empezar a decir que no quiero más”, declara.
El 94 fue un año tan terrible como está siendo el 2020: un año bisiesto, un año feo, comenta.
“Los cubanos tenemos memoria muy corta: tenemos una memoria a corto plazo que viene con el daño antropológico; ni siquiera a veces pensar en la familia, una capacidad enorme de aguantar la tragedia y la necesidad, y me hace pensar que es parte no solamente del daño antropológico, sino del trabajo que se ha hecho para quitarnos esa porción que nos quedaba de humanidad”, dice Matienzo.
Observa que las redes sociales son una especie de campo de batalla donde los cubanos se maltratan.
Lee también El Maleconazo habría sido la peor pesadilla de un error de cálculo de Fidel Castro (VIDEO)“No hay que ser homogéneo a la hora de pensar, pero sí que nos uniera un sentido común sería bueno, y no lo estamos logrando”, declara. “En el 94 había un nivel de ingenuidad de que un cambio era posible; ese nivel de ingenuidad también llevó a los que se tiraron a la calle a gritar 'Viva Fidel' cuando apareció el tirano en escena; aunque siempre creo que hay detrás una historia no contada, como todas las cosas que suceden aquí”.
Matienzo dice creer que este 2020 promete y sorprende todos los meses.
“También ha sido un año en el que ellos –los jerarcas del gobierno— han aprovechado el encierro para recrudecer en materia de represión, y puede ser que el cubano tenga memoria corta, pero evidentemente el régimen no tiene memoria corta, y toda esta ola represiva del 2020, que nos distingue con respecto al 94, demuestra que ellos le tienen miedo a un Maleconazo; tienen mucho miedo a que la gente se manifieste [ya no] como se manifestaron en el 94, sino pacíficamente, y eso creo que lo vimos el 30 de junio”.
La periodista se refiere a la represión policial desatada para evitar las protestas en todo el país por el presunto asesinato a manos de la policía del joven de 27 años Hansel Ernesto Hernández Galiano.
“Y nosotros, en tanto sigamos teniendo esa memoria flaca, esa memoria poco profunda, que contemos la historia a partir de donde nos convenga, seguiremos en las mismas bajo la bota de quienes sí tienen memoria histórica, al menos del miedo que pueda provocar que haya tanta gente tirada en la calle protestando, aunque sea pacíficamente”, dijo.
Dagoberto Valdés: ‘El Maleconazo de hoy’
“La situación económica y social del 94, cuando ocurrió el llamado Maleconazo, y la de estos momentos en Cuba, son en la base iguales, pero también muy diferentes”, dijo el director de la revista Convivencia.
Si bien en 1994 había una situación económica y social crítica como la que ha existido en Cuba durante seis décadas, ahora las circunstancias exteriores son muy diferentes, pues “se han alineado como en una tormenta perfecta en cuanto al aislamiento” del régimen, e internamente “hay una situación de crisis sobre crisis” agravada por la pandemia, observa Valdés.
En este momento lo que provoca el malestar no es un hecho aislado, como en aquel momento fue el cierre del éxodo, indica, sino la gravedad de la situación económica y social a lo largo y ancho de toda Cuba.
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“Se ha agravado a tal punto que, pudiéramos decir […], en cada cola hay un Maleconazo, es decir, una protesta; en cada esquina hay una inconformidad; en cada familia hay un lamento por la situación, y eso se extiende a todos los cubanos”, declara.
Las cosas se complican aún más por el hecho de que una parte de las tiendas del país venden productos de primera necesidad solo en dólares, o en cualquiera de las monedas libremente convertibles que tanto trabajo les cuesta conseguir a una parte de los cubanos, refiere el director de Convivencia.
“Todo este malestar económico y social impacta en la incapacidad del cubano de progresar por si mismo; de desarrollar su única vida, no porque no tenga talento –al contrario, porque el cubano es emprendedor—, sino por ese bloqueo interno a la creatividad y al emprendimiento de los cubanos que los ha hecho triunfar en cualquier latitud del mundo menos en su propia patria”, comentó Valdés. “Ese es el Maleconazo de hoy”.
Dimas Castellanos: ‘No se puede cambiar nada sin cambiar el modelo’
“Cuba es la misma y a la vez es distinta […]; es idéntica en el sentido de la posición del gobierno de insistir en soluciones sin tener que transformar el modelo”, le dijo a Amado Gil el sociólogo Dimas Castellanos. “Es diferente en el sentido de que hoy es imposible obtener ningún resultado ni mejorar nada sin cambiar el modelo”.
Como el gobierno es el responsable de todo lo ocurrido y el cambio de modelo implica la pérdida del poder, el gobierno está atrincherado buscando alternativas para no tener que llegar a ese punto, subraya Castellanos.
Para resolver su disgusto en 1994 la gente lo que quería y lo que hacía era irse de Cuba, observa el sociólogo. Hoy probablemente haya tantos o más con esas mismas ideas, pero “ahora hay un sector de la población que va creciendo y lo que está demandando son cambios en el país, y está dispuesto a estar aquí para enfrentarse a lo que viene”.
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Con las reformas introducidas después de la caída del campo socialista, el gobierno de Fidel Castro tuvo la posibilidad de conseguir “un cierto alivio dándole participación al sector privado, con la circulación del dólar: hoy esa posibilidad no existe”, dice Castellanos.
Hoy no existe la opción de otro Hugo Chávez al frente de un gobierno capaz de ponerle un suero a la economía cubana, y tampoco hay un sector considerable del pueblo “dispuesto a hacer un esfuerzo más por ver si se podía mejorar sin cambiar el sistema; todo eso se agotó totalmente”.
Y es un pueblo que, además, con las redes sociales ha roto el monopolio de la información, que era el poder con el cual el gobierno lo mantenía bajo control, subraya el sociólogo desde La Habana.
Lee también Cuando el Estado cede ante la protesta pública“De lo que ocurre ahora la gente no se entera por vía del gobierno […]: sale mucho antes de que el gobierno lo diga, y ya el pueblo está en las redes comentando, criticando, dando sus opiniones, y junto con las críticas están las opiniones también de como cambiar”, añade.
Aquel era un pueblo y este es otro; aquel era un escenario económico y este es otro; aquel era un escenario político con cierto apoyo todavía de una parte del pueblo, y este es otro, dice el analista. E internacionalmente Cuba todavía tenía cierto respaldo que ya no tiene “porque Cuba ha demostrado que no es capaz de honrar ningún compromiso internacional”.
El Título III de la Ley Helms-Burton no se había aplicado: ahora está en vigor, y las medidas de presión de Estados Unidos le han dado un golpe duro al gobierno cubano, observa. “Y en estos momentos la pandemia le puso la tapa al pomo”, agrega.
Lee también El Maleconazo: ¿Cómo llegaron los cubanos a la gota que colmó la copa?“En aquel momento no estábamos al borde de la hambruna: hoy Cuba está al borde de la hambruna”, dice el sociólogo. En la misma Cuba, “son dos escenarios totalmente diferentes que el gobierno no está en condiciones ya de superar”.
Un Maleconazo hoy sería hacia adentro, no hacia afuera, manifiesta.
“Muy peligroso, y las posibilidades están ahí”, advierte Castellanos. “El miedo es contagioso, y con eso se ha controlado a este pueblo, pero la pérdida del miedo también es contagiosa, y nunca hubo tanta gente [demostrando] que no le tienen miedo a este sistema ni a lo que puedan hacer contra sus vidas incluso”.
Cita lo ocurrido con la policía en Santiago de Cuba dos veces: han tenido que retirarse de un lugar ante las protestas, o porque les impidieron detener a alguien. Y considera que la decisión de abrir tiendas en dólares para alimentos y productos de primera necesidad solo vino a institucionalizar las diferencias y a provocar una ruptura del consenso social.
“Una explosión en este momento no va a ser para irse al Malecón a ver si pasa una lancha e irse: va a ser una cosa interna, y que el gobierno va a tener entonces que masacrar, y ahí terminó todo, y es posible que termine la nación también”, advierte el sociólogo.