Las diferencias geográficas, históricas y culturales entre la India y Cuba podrían llenar varias enciclopedias, sin embargo la humanidad en alguna medida es una sola, porque las individualidades que con su gesta son capaces de marcar una época, hacen posible que su experiencia y dedicación, sean reproducidas en otros tiempos y lugares.
Ese es el caso de Mahatma Gandhi y Guillermo Fariñas, quien ha tenido la voluntad, inteligencia y coraje para desarrollar en Cuba la forma de lucha que personificó el líder hindú, sin desconocer la realidad que la dureza de la corona británica, no se aproxima en ninguna medida a la crueldad extrema del régimen cubano.
Hasta la apariencia física de Fariñas tiene aproximación con la de Gandhi. La manera de sentarse, el hablar pausado, su ocasional semidesnudez y las constantes huelgas de hambre, le dan el aire de un hombre de gran espiritualidad que ha asumido el compromiso de conquistar la meta o morir en el empeño.
Otra semejanza entre Fariñas y Gandhi, es que el isleño no es un visionario, sino un idealista práctico como se autocalificara Mahatma.
Predicar con el ejemplo parece ser una de las máximas de Fariñas. Su sentimiento de solidaridad es muy fuerte. Está comprometido a no abandonar a sus compañeros cuando son encarcelados o perseguidos. Numerosas las ocasiones en que ha sido golpeado y arrestado por demandar la excarcelación de sus compañeros, o el cese de las golpizas que propinan los esbirros del régimen.
Mahatma Gandhi también infinidad de veces provocó los arrestos de que fue objeto; y Guillermo Fariñas tampoco rehuye la cárcel a pesar de su delicada condición de salud. Aparentemente tanto Gandhi como Fariñas, consideran que estar en prisión les fortalece a ellos, a la vez que la causa es también favorecida.
Fariñas recurre a la huelga de hambre como la herramienta más importante del arsenal de su cuerpo. En el año 2010, un ejemplo entre muchos, dejó de ingerir alimentos por ciento treinta y cinco días y abandonó la gesta cuando las autoridades, después de entablar un dialogo con sectores de la jerarquía de la iglesia católica, iniciaron un proceso de liberación de prisioneros políticos. La muerte del activista Juan Soto, unos días después que la policía le propinara una brutal golpiza, le llevó a iniciar un nuevo ayuno para demandar una investigación que depurara responsabilidades.
Otro aspecto en el activismo de Fariñas es no restarle importancia a un derecho cuando su disfrute es negado. Recientemente fue detenido y excarcelado en varias ocasiones, porque demandaba ante una dependencia policial una investigación contra un agente de la policía que le había amenazado de muerte. La petición le fue rechazada repetidas veces, pero Fariñas no desistió de su empeño hasta que las autoridades le dijeron que iniciarían una investigación contra el funcionario.
Varios sectores de la oposición cubana, dentro y fuera de la isla, se han esforzado por implementar en su quehacer las fórmulas gandhianas porque las consideran afines a su forma de enfrentar la dictadura, pero ha sido Guillermo Fariñas la persona que con más éxitos ha podido implementar ese estilo de lucha, que no se ajusta a las tradiciones cubanas, y que nunca antes había sido usado contra un régimen totalitario.
Fariñas conoce la verdadera naturaleza del régimen. No se hace ilusiones. Sabe que sus reclamos son apreciados positivamente por la mayoría ciudadana, pero que para que esta asuma un compromiso firme y definitivo por el cambio, se precisa un liderazgo listo para el sacrificio que demanden las circunstancias.
Guillermo Fariñas parece tener una visión de conjunto de la realidad cubana, incluidas las debilidades del régimen de Raúl Castro, que le permiten comprender e implementar las estrategias que cada momento demanda su peculiar forma de luchar.
Al igual que Gandhi, cree en la negociación, pero también en la acción directa. Confía en la agitación y en la desobediencia civil. No espera que las cosas ocurran por generación espontánea trabaja arduamente para que se concreten. El liderazgo de Fariñas contra un régimen que practica la violencia indiscriminada se sustenta en la audacia, pero también en su coraje, y en la capacidad de correr los riesgos que sean necesarios hasta que los cubanos estén dispuestos a exigir sus derechos.