Cuba es una estado antidemocrático con un gobierno opresivo y pocas libertades personales, y el hecho de que el contratista estadounidense Alan Gross languidezca en una cárcel en la isla sólo enfatiza lo implacable que es el régimen de ese país, dice un editorial del diario judío de Nueva York Forward.
El periódico destaca que hace unas semanas más de 500 rabinos enviaron una carta al gobierno cubano urgiéndolo a liberar a Gross, que ya cumplió tres años de una sentencia de 15, ha perdido 100 libras en prisión y podría estar sufriendo de cáncer. “Su madre de 90 años de edad quiere verlo antes de morir. Su caso demanda compasión”, señala.
También recuerda que el estadounidense fue a Cuba representando a la firma Development Alternatives, Inc (DAI), subcontratada por el Agencia Internacional de Desarrollo (USAID) de EE.UU., y por lo tanto, precisa, el gobierno del presidente Barack Obama es responsable de su situación.
Aunque Cuba ha dado a entender que está dispuesta a negociar su liberación, agrega, el Departamento de Estado ha insistido en que Gross no estaba haciendo nada incorrecto en Cuba y que tal negociación está descartada.
Tras apuntar que Gross viajó cinco veces a la isla antes de ser arrestado el 3 de diciembre de 2009, añade que él y su esposa Judy presentaron una demanda el 16 de noviembre contra DAI y el gobierno de EE.UU. por considerar que no lo entrenaron adecuadamente o no le revelaron los riesgos por el trabajo que estaba haciendo.
Forward se pregunta quién le pidió a Gross asumir esos riesgos de llevar equipos de comunicación para ayudar a conectarse a Internet a la comunidad judía en Cuba, y por qué “el gobierno de EE.UU. no se ocupa de un propio ciudadano suyo en una cárcel extranjera”.
Según la publicación, a pesar de que Obama eliminó restricciones en los viajes y la cantidad de dinero que los estadounidenses pueden enviar a los cubanos, puede hacer más. Un creciente número de personas, dice, sostienen que Washington debe levantar el embargo a Cuba para alentar al gobierno a “dar pasos tentativos hacia el capitalismo, aun cuando no conduzcan directamente a una reforma política”.
Las negociaciones para liberar a Gross, opina, podrían a la larga conducir a relajar “las políticas anacrónicas que han perpetuado la Guerra Fría en una pequeña parte del mundo cuando ésta ya se acabó”.
El periódico destaca que hace unas semanas más de 500 rabinos enviaron una carta al gobierno cubano urgiéndolo a liberar a Gross, que ya cumplió tres años de una sentencia de 15, ha perdido 100 libras en prisión y podría estar sufriendo de cáncer. “Su madre de 90 años de edad quiere verlo antes de morir. Su caso demanda compasión”, señala.
También recuerda que el estadounidense fue a Cuba representando a la firma Development Alternatives, Inc (DAI), subcontratada por el Agencia Internacional de Desarrollo (USAID) de EE.UU., y por lo tanto, precisa, el gobierno del presidente Barack Obama es responsable de su situación.
Aunque Cuba ha dado a entender que está dispuesta a negociar su liberación, agrega, el Departamento de Estado ha insistido en que Gross no estaba haciendo nada incorrecto en Cuba y que tal negociación está descartada.
Tras apuntar que Gross viajó cinco veces a la isla antes de ser arrestado el 3 de diciembre de 2009, añade que él y su esposa Judy presentaron una demanda el 16 de noviembre contra DAI y el gobierno de EE.UU. por considerar que no lo entrenaron adecuadamente o no le revelaron los riesgos por el trabajo que estaba haciendo.
Forward se pregunta quién le pidió a Gross asumir esos riesgos de llevar equipos de comunicación para ayudar a conectarse a Internet a la comunidad judía en Cuba, y por qué “el gobierno de EE.UU. no se ocupa de un propio ciudadano suyo en una cárcel extranjera”.
Según la publicación, a pesar de que Obama eliminó restricciones en los viajes y la cantidad de dinero que los estadounidenses pueden enviar a los cubanos, puede hacer más. Un creciente número de personas, dice, sostienen que Washington debe levantar el embargo a Cuba para alentar al gobierno a “dar pasos tentativos hacia el capitalismo, aun cuando no conduzcan directamente a una reforma política”.
Las negociaciones para liberar a Gross, opina, podrían a la larga conducir a relajar “las políticas anacrónicas que han perpetuado la Guerra Fría en una pequeña parte del mundo cuando ésta ya se acabó”.