Aunque la administración Obama ha relajado las restricciones de viaje para los estadounidenses, como parte de su proyecto de normalización de relaciones con Cuba, las nuevas reglas han tenido poco impacto entre los cubanoamericanos, y algunos se quejan de que el asunto continúa siendo controlado por el gobierno cubano, indica un reportaje realizado en Miami y publicado por la división de noticias de la cadena NBC
La pieza firmada por Carmen Selsin, ex empleada de NBC y la cadena hispana Telemundo, recuerda que para viajar a la isla todavía los isleños que emigraron a EE.UU. después de 1970 deben solicitar un pasaporte cubano, aun si son ciudadanos estadounidenses. El documento cuesta $ 430 cada 6 años y deben abonar otros $ 230 cada 2 años para mantenerlo activo, un alto precio para quienes ganan aquí el salario mínimo, señala la autora.
Los que huyeron de la isla comunista antes de 1970 pueden usar su pasaporte estadounidense, pero deben solicitar una visa HE-11, que cuesta $ 250 y sólo tiene vigencia por 90 días. El gobierno cubano puede tardar meses en otorgar dichas visas.
Los estadounidenses que no son inmigrantes cubanos, en cambio, pueden comprar una visa por alrededor de $ 80 en el aeropuerto, justo antes de partir, y usar su pasaporte americano, que cuesta $ 110 y tiene una duración de 10 años.
Viajar a Cuba puede ser aún más difícil, o imposible, para los cubanos que abandonaron el país ilegalmente. A los balseros y a los médicos y deportistas que desertaron en el extranjero el gobierno de la isla les prohíbe regresar a Cuba durante 8 años.
Adonis Garcés, un residente de Miami que es dueño de una empresa de mensajería, no cree que las nuevas reglas de viaje en vigencia desde el viernes signifiquen mucho para él. Gracias a previas medidas de relajamiento adoptadas por Obama ─desde abril de 2009, el presidente ha permitido a los cubano-estadounidenses viajar libremente a Cuba─ ha ido a Cuba seis veces desde que llegó a los EE.UU. en 2006, dejando atrás a su madre y dos hijas.
"Viajar con el pasaporte estadounidense haría una diferencia", dijo Garcés a la autora, y explicó que a los ciudadanos estadounidenses se les respeta más en Cuba y pueden buscar ayuda de la Sección de Intereses de Estados Unidos si se meten en problemas. Para él no tiene sentido que su padre haya sido ciudadano estadounidense durante 35 años y tenga que solicitar un pasaporte cubano para viajar a la isla.
A Garcés, al igual que muchos otros estadounidenses de origen cubano, no le entusiasma mucho el aumento en el límite permitido de las remesas a Cuba,de $ 500 trimestrales a $ 2.000, pues no puede darse el lujo de enviar esa cantidad a la isla. Él envía rutinariamente $ 200 mensuales a su familia. Sólo una vez tuvo que enviar $ 150 adicionales para pagar el chequeo médico de sus hijas antes de viajar a Estados Unidos a visitarlo.
Yadira Sebasco, otra entrevistada por Selsin, llegóde Cuba en 2004 con su esposo y ha viajado a la isla varias veces. Ella no cree que la flexibilización de las normas tendrá un impacto sobre sus viajes a la isla o las remesas que manda. Sebasco y su esposo envían $ 100 al mes a sus familiares, pero no pueden permitirse más.
Selsin afirma que los cubanos que han estado viajando a Cuba durante años están esperando ahora cambios recíprocos en las restricciones de viaje de parte del gobierno cubano. Y en última instancia, esperan un cambio político.
"Para que la situación de mi familia pueda cambiar, yo no necesito que levanten el embargo", dijo Garcés. "Lo que necesito es que el sistema político comunista cambie".