El diario canadiense The Globe and Mail dice que Alan Gross, el estadounidense experto en asuntos de desarrollo encarcelado en Cuba desde 2009, es "quizás el prisionero más olvidado de Estados Unidos”.
En un reportaje publicado en su sección de temas de Justicia, el matutino de Toronto recuerda que Gross padece una misteriosa enfermedad y ha perdido cerca de 50 kilos de peso mientras languidece en una cárcel cubana.
Condenado por lo que el gobierno de la isla considera un intento de subversión, sus simpatizantes alegan que Gross trataba inocentemente de crear accesos a internet para la pequeña comunidad judía de la isla.
El cotidiano afirma que la administración Obama no acudió hasta ahora en ayuda del subcontratista judeo-estadounidense por temor a que una negociación con La Habana le hiciera perder votos cubanoamericanos en las elecciones de este mes de noviembre.
Cita a Judy Gross, la esposa de Alan, quien dice que el estado de ánimo de su marido "es de una ira increíble". “El gobierno de EE.UU. me envió aquí y después me dejó abandonado en Cuba", le dijo él en su visita a La Habana el mes pasado.
Sin embargo--agrega el periódico-- está en marcha un esfuerzo concertado para motivar una reacción de Washington. Este incluye hasta ahora una denuncia ante el Relator de Naciones Unidas sobre la Tortura, una carta a Raúl Castro firmada por 500 rabinos, y una demanda judicial contra la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y contra el gobierno estadounidense.
Recuerda el Globe and Mail que el gobierno de Cuba ha dado a entender en varias ocasiones que Gross podría ser canjeado por el grupo de espías cubanos arrestados en 1998. Pero el Departamento de Estado contiende que Gross no es un espía, y que está injustificadamente encarcelado.
El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, dijo a principios de este mes que una de las condiciones de La Habana para mejorar las relaciones con Estados Unidos es la liberación de los cinco espías.
Pero Jared Genser, uno de los abogados del cooperante estadounidense, que ha tenido clientes de anto renombres como el disidente checo Vaclav Havel y el arzobispo sudafricano Desmond Tutu, cree que La Habana tendría que dar el primer paso.
“Si los cubanos desean buenas relaciones con Obama en su segundo mandato”, afirma Genser, citado por el periódico de Toronto, “la forma más rápida y mejor de hacerlo es liberar a Alan Gross”.
En un reportaje publicado en su sección de temas de Justicia, el matutino de Toronto recuerda que Gross padece una misteriosa enfermedad y ha perdido cerca de 50 kilos de peso mientras languidece en una cárcel cubana.
Condenado por lo que el gobierno de la isla considera un intento de subversión, sus simpatizantes alegan que Gross trataba inocentemente de crear accesos a internet para la pequeña comunidad judía de la isla.
El cotidiano afirma que la administración Obama no acudió hasta ahora en ayuda del subcontratista judeo-estadounidense por temor a que una negociación con La Habana le hiciera perder votos cubanoamericanos en las elecciones de este mes de noviembre.
Cita a Judy Gross, la esposa de Alan, quien dice que el estado de ánimo de su marido "es de una ira increíble". “El gobierno de EE.UU. me envió aquí y después me dejó abandonado en Cuba", le dijo él en su visita a La Habana el mes pasado.
Sin embargo--agrega el periódico-- está en marcha un esfuerzo concertado para motivar una reacción de Washington. Este incluye hasta ahora una denuncia ante el Relator de Naciones Unidas sobre la Tortura, una carta a Raúl Castro firmada por 500 rabinos, y una demanda judicial contra la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y contra el gobierno estadounidense.
Recuerda el Globe and Mail que el gobierno de Cuba ha dado a entender en varias ocasiones que Gross podría ser canjeado por el grupo de espías cubanos arrestados en 1998. Pero el Departamento de Estado contiende que Gross no es un espía, y que está injustificadamente encarcelado.
El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, dijo a principios de este mes que una de las condiciones de La Habana para mejorar las relaciones con Estados Unidos es la liberación de los cinco espías.
Pero Jared Genser, uno de los abogados del cooperante estadounidense, que ha tenido clientes de anto renombres como el disidente checo Vaclav Havel y el arzobispo sudafricano Desmond Tutu, cree que La Habana tendría que dar el primer paso.
“Si los cubanos desean buenas relaciones con Obama en su segundo mandato”, afirma Genser, citado por el periódico de Toronto, “la forma más rápida y mejor de hacerlo es liberar a Alan Gross”.