Y entonces salgo a buscarlo, me paredce que oigo su voz, que siento sus pasos... Dios, ¡cómo extraño sus llegadas a casa!
Cada vez que Oswaldo tenía ocasión, un breve tiempo libre tras concluir algún trabajo en los hospitales de la ciudad que le llamaban para hacer su trabajo, silenciosamente me sorprendía su abrazo. La taza de café, que diariamente le llevaba a la cama para que empezara su día, está -como yo- vacía. Cuánto me reprocho haberme quedado esa noche en casa de mi mamá. No pude despedirlo en la puerta como otras madrugadas en las que viajaba de igual manera…
El martes 31 de julio, a las nueve menos cuarto de la noche, pasados nueve días de la muerte de Oswaldo, recibí una citación oficial para comparecer al día siguiente a las 11 de la mañana en la Dirección General de Criminalística, sita en el municipio de Boyeros, para «ventilar asuntos relacionados con la responsabilidad civil derivada del accidente». Según me dijeron, querían saber si nuestra familia reclamaría indemnización al joven español Ángel Carromero, a quien probablemente instruirían de cargos por ser el conductor del vehículo siniestrado donde viajaban mi esposo Oswaldo Payá y Harold Cepero Escalante y en el que ambos resultaron muertos. Hasta hoy nadie me ha comunicado oficialmente la muerte de mi esposo.
Mis tres hijos y yo expresamos al oficial que nos citó que no reclamaríamos ni aceptaríamos ningún tipo de indemnización porque no estábamos de acuerdo con la versión oficial que los órganos de la Seguridad del Estado habían presentado por la televisión nacional. Ni estábamos de acuerdo con la responsabilidad que, derivada de esa versión, pretendían imponer a Ángel. Añadimos que permanecemos reclamando poder entrevistarnos con él, sin la presencia física de algún miembro de la Seguridad del Estado.
No conocí personalmente a estos muchachos, a Ángel Carromero y Jens Aron Modig, quienes por edad pueden ser hijos nuestros. Oswaldo me dijo de ellos que son jóvenes políticos que deseaban conocernos porque saben de nuestra propuesta civilista y del trabajo del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) durante tantos años, que querían expresarnos su solidaridad y apoyo.
¿Cómo iban a imaginar estos jóvenes, nacidos en Madrid y Estocolmo, que tales intenciones son «ilegales» para una dictadura; que sentarse a conversar tranquilamente cerca del mar con mi hija, sobre inquietudes sociales y políticas, sobre la realidad social en sus respectivos países y compartir puntos de vista, está «prohibido» y «constituye una injerencia en los asuntos internos» de otro país, de este país sometido por más de medio siglo al despotismo de un grupo de individuos en el poder?
¿Cómo entender que es «ilegal» facilitarles a mi esposo y a Harold viajar hasta Santiago de Cuba, para que éstos -y no ellos, como quiere hacer ver la propaganda intimidatoria y manipuladora del Gobierno cubano- pudieran encontrarse con miembros del MCL? ¿Por qué no pueden entrar en Cuba con visas de turistas? ¿Acaso si hubieran expresado su deseo de venir a la isla a visitar a mi esposo les hubieran dejado las autoridades entrar en nuestro país? ¿Qué tipo de visa necesitan para eso? ¿Por qué es ilegal que nos visiten turistas? ¿En qué parte del mundo son delitos estos hechos? Sí, puede que también en Corea del Norte ocurra lo mismo.
Todo el que conoció a Oswaldo Payá, de dentro o de fuera de Cuba, sabe que a nadie se le ocurría venir a organizar ninguna estructura dentro del Movimiento, ni tan siquiera a decirle cómo hacerlo. Mucho menos a estos jóvenes, que provienen de ambientes políticos que hace muchos años son amigos del Movimiento Cristiano Liberación; que respetaban y admiraban mucho a mi esposo y toda su obra pacífica por los derechos, la libertad y la democracia para Cuba.
Esa gran mentira que ha querido la Seguridad del Estado que declare el joven sueco sobre lo que venían hacer a Cuba, es suficiente para saber que nada que estos muchachos declaren o hayan declarado públicamente, mientras se encuentran cautivos o bajo el control represivo de las fuerzas de la Seguridad del Estado, se puede tener en consideración. La Historia nos ha demostrado eso muchas veces cuando de regímenes totalitarios se trata.
Mi familia y yo pedimos que una comisión internacional independiente del Gobierno cubano investigue los hechos. Agradecemos a todos los que se han sumado y siguen sumándose a nuestra lucha por llegar a la verdad de lo sucedido. Lamentamos mucho que Ángel Carromero esté aún detenido, deseamos que pronto se encuentre con su familia. No conocemos ninguna prueba verificable, ningún elemento o indicio, que me demuestre una conducta imprudente de Ángel. Estoy segura de que Oswaldo Payá no le habría permitido cometer ninguna infracción del tránsito. Mi esposo sabía la gran responsabilidad que tenía para con los que con él viajaban.
Deseamos que sea liberado. Quizá sólo cuando hable con Ángel sabré qué pasó realmente esa tarde del 22 de julio, cuando ellos se acercaban a la ciudad de Bayamo y una nube de polvo ocultó el momento en que todas las fuerzas del mal descargaron todo su poder sobre la cabeza de mi esposo, destruyendo brutalmente la fuente de su pensamiento y su palabra. Pero el amor es más fuerte que la muerte. Y como él mismo dice: «Trabajamos y luchamos con amor por Cuba y con la esperanza puesta en las capacidades, el valor, la solidaridad y la buena voluntad de todos los cubanos. Buscamos todos los derechos para todas las personas».
El amor no pasará. Por eso su obra y la obra de todos los miembros del Movimiento Cristiano Liberación que junto a él han luchado durante todos estos años y continúan luchando, no pasará.
Artículo de Ofelia Acevedo publicado en el diario español El Mundo el 12 de agosto del 2012 y reproducido en el sitio digital oswaldo paya.org.
Cada vez que Oswaldo tenía ocasión, un breve tiempo libre tras concluir algún trabajo en los hospitales de la ciudad que le llamaban para hacer su trabajo, silenciosamente me sorprendía su abrazo. La taza de café, que diariamente le llevaba a la cama para que empezara su día, está -como yo- vacía. Cuánto me reprocho haberme quedado esa noche en casa de mi mamá. No pude despedirlo en la puerta como otras madrugadas en las que viajaba de igual manera…
El martes 31 de julio, a las nueve menos cuarto de la noche, pasados nueve días de la muerte de Oswaldo, recibí una citación oficial para comparecer al día siguiente a las 11 de la mañana en la Dirección General de Criminalística, sita en el municipio de Boyeros, para «ventilar asuntos relacionados con la responsabilidad civil derivada del accidente». Según me dijeron, querían saber si nuestra familia reclamaría indemnización al joven español Ángel Carromero, a quien probablemente instruirían de cargos por ser el conductor del vehículo siniestrado donde viajaban mi esposo Oswaldo Payá y Harold Cepero Escalante y en el que ambos resultaron muertos. Hasta hoy nadie me ha comunicado oficialmente la muerte de mi esposo.
Mis tres hijos y yo expresamos al oficial que nos citó que no reclamaríamos ni aceptaríamos ningún tipo de indemnización porque no estábamos de acuerdo con la versión oficial que los órganos de la Seguridad del Estado habían presentado por la televisión nacional. Ni estábamos de acuerdo con la responsabilidad que, derivada de esa versión, pretendían imponer a Ángel. Añadimos que permanecemos reclamando poder entrevistarnos con él, sin la presencia física de algún miembro de la Seguridad del Estado.
No conocí personalmente a estos muchachos, a Ángel Carromero y Jens Aron Modig, quienes por edad pueden ser hijos nuestros. Oswaldo me dijo de ellos que son jóvenes políticos que deseaban conocernos porque saben de nuestra propuesta civilista y del trabajo del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) durante tantos años, que querían expresarnos su solidaridad y apoyo.
¿Cómo iban a imaginar estos jóvenes, nacidos en Madrid y Estocolmo, que tales intenciones son «ilegales» para una dictadura; que sentarse a conversar tranquilamente cerca del mar con mi hija, sobre inquietudes sociales y políticas, sobre la realidad social en sus respectivos países y compartir puntos de vista, está «prohibido» y «constituye una injerencia en los asuntos internos» de otro país, de este país sometido por más de medio siglo al despotismo de un grupo de individuos en el poder?
¿Cómo entender que es «ilegal» facilitarles a mi esposo y a Harold viajar hasta Santiago de Cuba, para que éstos -y no ellos, como quiere hacer ver la propaganda intimidatoria y manipuladora del Gobierno cubano- pudieran encontrarse con miembros del MCL? ¿Por qué no pueden entrar en Cuba con visas de turistas? ¿Acaso si hubieran expresado su deseo de venir a la isla a visitar a mi esposo les hubieran dejado las autoridades entrar en nuestro país? ¿Qué tipo de visa necesitan para eso? ¿Por qué es ilegal que nos visiten turistas? ¿En qué parte del mundo son delitos estos hechos? Sí, puede que también en Corea del Norte ocurra lo mismo.
Todo el que conoció a Oswaldo Payá, de dentro o de fuera de Cuba, sabe que a nadie se le ocurría venir a organizar ninguna estructura dentro del Movimiento, ni tan siquiera a decirle cómo hacerlo. Mucho menos a estos jóvenes, que provienen de ambientes políticos que hace muchos años son amigos del Movimiento Cristiano Liberación; que respetaban y admiraban mucho a mi esposo y toda su obra pacífica por los derechos, la libertad y la democracia para Cuba.
Esa gran mentira que ha querido la Seguridad del Estado que declare el joven sueco sobre lo que venían hacer a Cuba, es suficiente para saber que nada que estos muchachos declaren o hayan declarado públicamente, mientras se encuentran cautivos o bajo el control represivo de las fuerzas de la Seguridad del Estado, se puede tener en consideración. La Historia nos ha demostrado eso muchas veces cuando de regímenes totalitarios se trata.
Mi familia y yo pedimos que una comisión internacional independiente del Gobierno cubano investigue los hechos. Agradecemos a todos los que se han sumado y siguen sumándose a nuestra lucha por llegar a la verdad de lo sucedido. Lamentamos mucho que Ángel Carromero esté aún detenido, deseamos que pronto se encuentre con su familia. No conocemos ninguna prueba verificable, ningún elemento o indicio, que me demuestre una conducta imprudente de Ángel. Estoy segura de que Oswaldo Payá no le habría permitido cometer ninguna infracción del tránsito. Mi esposo sabía la gran responsabilidad que tenía para con los que con él viajaban.
Deseamos que sea liberado. Quizá sólo cuando hable con Ángel sabré qué pasó realmente esa tarde del 22 de julio, cuando ellos se acercaban a la ciudad de Bayamo y una nube de polvo ocultó el momento en que todas las fuerzas del mal descargaron todo su poder sobre la cabeza de mi esposo, destruyendo brutalmente la fuente de su pensamiento y su palabra. Pero el amor es más fuerte que la muerte. Y como él mismo dice: «Trabajamos y luchamos con amor por Cuba y con la esperanza puesta en las capacidades, el valor, la solidaridad y la buena voluntad de todos los cubanos. Buscamos todos los derechos para todas las personas».
El amor no pasará. Por eso su obra y la obra de todos los miembros del Movimiento Cristiano Liberación que junto a él han luchado durante todos estos años y continúan luchando, no pasará.
Artículo de Ofelia Acevedo publicado en el diario español El Mundo el 12 de agosto del 2012 y reproducido en el sitio digital oswaldo paya.org.