En la madrugada del 13 de julio de 1994, el año en que la crisis económica postsoviética tocó fondo en Cuba, 62 cubanos intentaron huir de la isla hacia Estados Unidos a bordo del remolcador "13 de Marzo". Fueron interceptados y hundidos por los remolcadores Polargo 2, Polargo 3 y Polargo 5, según testimoniaron más tarde algunos de los 31 sobrevivientes.
Estos han asegurado que los tripulantes de esos barcos enviados por el gobierno de Cuba fueron los causantes del hundimiento del "13 de Marzo", de la muerte por ahogamiento de decenas de civiles, y que a ellos, los sobrevivientes que quedaron en el mar en medio de la noche y el oleaje, les negaron el auxilio.
Las embestidas y los chorros de agua a presión lanzados desde los Polargo, embarcaciones de salvamento y lucha contra incendios equipadas con cañones de agua, causaron el hundimiento de la nave y la muerte de 41 personas, incluidos al menos 10 niños de entre seis meses y12 años de edad.
Algunos murieron ahogados al inundarse la bodega del barco, otros fueron arrebatados por los potentes chorros o se escurrieron de los brazos de sus padres entre la negrura de la noche y el oleaje de un mar con fuerza 3 junto con el provocado por los agresores que hacían remolinos alrededor de los restos del provocado naufragio.
Se ha comparado el crimen del remolcador con la matanza de los inocentes ordenada por Herodes en tiempos de Jesús. El periodista independiente cubano José Antonio Fornaris ha dicho que sólo es comparable por su injusticia en la Historia de Cuba con el fusilamiento de ocho estudiantes de medicina en 1871 por haber rayado la tumba de un español ilustre.
Los testimonios de Daysi Martínez y María Victoria García lo confirman, y bastarían para condenar a los autores intelectuales y materiales en cualquier tribunal.
¿Premeditación y alevosía?
La versión oficial afirma que “los trabajadores de los remolcadores, (…) tan pronto se dieron cuenta de que se había producido el secuestro del remolcador --en este caso el hurto, el robo del remolcador--, se movilizaron a toda velocidad para impedir que se llevaran el remolcador”.
Pero hay indicios de que no fue así, que no se trató de una masacre casual, sino de una premeditada, diseñada para dar un escarmiento a todos los cubanos que en el verano caliente del 94 estaban desesperados buscando cualquier cosa que flotara para salir de Cuba. En su testimonio Sergio Perodín afirma que los Polargo ya estaban esperando al 13 de marzo:
“Las mujeres y los niños subieron a cubierta para que los tripulantes del otro barco se percataran de que iban a cometer un asesinato. Ellos no se detuvieron. En medio de varias maniobras, el 13 de Marzo chocó con el Polargo, y en el incidente logramos poner proa hacia afuera. Al salir de la bahía a mar abierto, sin embargo, había otras dos embarcaciones Polargo esperándonos, escondidas detrás de El Morro".
"Entre los tres barcos hacen un cerco al 13 de Marzo, y dos de ellos nos lanzan potentes chorros de agua. Comienzan entonces a alejarnos de la costa. Nos embestían y golpeaban, una y otra vez tratando de volcarnos. La maniobra no surtió efecto porque el 13 de Marzo era potente... ...Entonces se colocó un Polargo delante de nosotros y otro detrás, este último era el que nos golpeaba. Así lograron quebrar la estructura del 13 de Marzo, el cual comenzó a hundirse por la popa. En ese momento, el Polargo de atrás nos "escoró", es decir se montó encima de nuestra embarcación, la cual se hundió hasta la mitad. Unas 30 personas quedaron atrapadas en la bodega del 13 de Marzo".
"Los que logramos salir a la superficie vimos que las tres naves Polargo giraban a nuestro alrededor a alta velocidad, tratando de hundirnos. Se mantuvieron haciendo remolinos durante 40 minutos. Era evidente que tenían el propósito de no dejar sobreviviente alguno que luego se convirtiera en un peligroso testigo. Entre 15 y 18 personas que salimos a la superficie nos asimos a una nevera que flotaba. Así pudimos salvarnos. Mi pequeño hijo Sergio estaba aferrado a mí. No sabíamos nada del resto de la familia".
No contaban con Radio Martí
Ricardo Bofill, el fundador del movimiento de derechos humanos en Cuba dijo unos años después de la salida al aire de Radio Martí el 20 de mayo de 1985 que la historia reciente de Cuba podía dividirse en antes y después de esa fecha. La cobertura de la emisora en torno al hundimiento del remolcador puede ilustrar por qué.
La primera información oficial sobre el suceso, una nota del Ministerio del Interior publicada en el diario oficial Granma al día siguiente del hundimiento del remolcador, decía que la embarcación había “zozobrado” con “antisociales” a bordo.
Desde Miami, donde Radio Martí tenía entonces una unidad de investigaciones de campo, el colega (ya retirado) Alvaro D’ Insua, una voz muy conocida entre la radioaudiencia cubana de la emisora, empezó a hacer llamadas a Cuba. Llamó entre otros contactos a miembros del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba (PPDHC), entre ellos su presidente por entonces, Nelson Torres, y Maritza Expósito.
La organización SOS Justicia ha documentado como el PPDHC comisionó a sus delegaciones en los municipios habaneros Guanabacoa, El Cotorro, Arroyo Naranjo y Centro Habana para identificar a los sobrevivientes. Y una vez que lo consiguieron, fueron miembros del PPDHC quienes redactaron y comunicaron en sus voces, a través de Radio Martí, la primera denuncia sobre lo que en realidad había ocurrido.
Fue solo entonces que “Granma” reconoció que habían enviado tres embarcaciones a darles alcance, y que “en las maniobras que [estas] ejecutaron para cumplir ese objetivo” se produjo la “lamentable colisión” que hizo naufragar el barco.
Esa segunda nota del Ministerio del Interior también aseguraba que dos unidades de Guardafronteras acudieron “de inmediato” en auxilio de los náufragos. Testigos como García y Gustavo Martínez, quien perdió a su esposa Juliana Enríquez Carrasana y a su bebé de seis meses Helen Martínez Enríquez, aseguran que las llamadas lanchas Griffin de los guardafronteras se mantuvieron observando hasta que se retiraron los Polargo.
Pero además, si hubieran querido ayudar, los propios Polargo por ser naves de salvamento estaban equipadas con decenas de chalecos salvavidas que hubieran podido lanzar a los sobrevivientes. En su lugar, su respuesta a los pedidos de auxilio, como narra García, fue “¡Que se mueran!”
Aunque la denuncia del PPDHC cambió por completo los planes del gobierno de encubrir el crimen, en el periodismo no hay nada que tenga más credibilidad que el testimonio directo de los protagonistas. De modo que De Insua continuó insistiendo.
Expósito recuerda cómo lo lograron. “Los hombres quedaron arrestados y las mujeres y niños fueron liberados. Varios activistas de la delegación de El Cotorro, entre ellos recuerdo a Gerardo Martínez y Ramón Ferreiro, contactaron a Janette Hernández, la recogieron y (ella) pudo ser trasladada para la casa de otra activista (del PPDHC) desde donde se llamó a Radio Martí y ella (Hernández) valientemente concedió la entrevista, dando el primer testimonio del crimen del remolcador que también fue publicado por Álvaro De Insua”.
La divulgación de la verdad hizo quedar mal a la policía política, que descargó su ira sobre los activistas del PPDHC.
Recuerda Expósito: “Fuimos detenidos y amenazados de que nos iban a desaparecer por haber denunciado este crimen. También recuerdo que nos prometieron 20 y más años de encarcelamiento por propaganda enemiga, por intromisión en asuntos del gobierno, por dramatización de los hechos para tocar la fibra del pueblo cubano, entre otras acusaciones hechas por altos oficiales del Departamento de Seguridad del Estado”.
Que les pregunten a María Victoria García, a Perodín, a Daysi y a Gustavo Martínez, quien ya no puede ni hablar del tema, si fue dramatización o auténtico, espantoso, drama humano lo que vivieron.
Un drama que sí, sin duda, sigue tocando hondo la fibra de la sensibilidad del pueblo cubano.