Hace 21 años, La Habana se estremeció con el accionar de cientos de jóvenes indignados, mayormente negros, que desafiantes rompían vidrieras y gritaban a toda voz "¡Abajo Fidel ¡Abajo el comunismo!" en lo que después se conoció como disturbios del 5 de agosto de 1994 o "el Maleconazo".
Esta protesta genuinamente popular se originó en un clima social y político, tenso y complejo.
El régimen militar de Cuba pasaba por la peor crisis económica de su historia, debido a la ineficiencia definitiva del socialismo y por haber perdido la mantención de la antigua Unión Soviética, tras la caída del comunismo en Europa del este.
El verano, el hambre, las cloacas desbordadas, los baches como agujeros negros, la represión, la neuropatía, la asfixia social, la falta de futuro, el miedo, los abusos de las autoridades, la sensación de estafa y de farsa, la discriminación tipo apartheid contra los cubanos de a pie y el descontento generalizado por una vida que no era vida, se expresaban en la isla en ciudades como Cienfuegos, donde el apedreamiento de policías y chivatos del régimen durante los apagones se hicieron pan de cada día, de cada noche, y vino a explotar aquel día en La Habana, cerca de La Punta, en el Malecón habanero, donde comenzaron a llegar multitudes con la expectativa de que habría un éxodo o de expresar su furia antigubernamental.
Desde abril, una serie de incidentes debido a desvíos o secuestros de embarcaciones hacia Estados Unidos o México había conmocionado el acontecer nacional en diferentes poblaciones portuarias del país. Así, el 15 de abril un grupo de cubanos procedentes de Cienfuegos y Sancti Spíritus se apodera del Ferro 129, en Tunas de Zaza, y logra, tras ser tiroteado y perseguido por helicópteros y naves de las fuerzas guardafronteras, arribar con éxito a las Islas Caimán y posteriormente a México con 96 personas a bordo.
El 3 de julio otro grupo secuestró la lancha que diariamente cruza la bahía habanera hasta el poblado de Casablanca. La lancha fue detenida en aguas internacionales por guardacostas norteamericanos, quienes permitieron a todo el que quiso, incluyendo secuestradores y secuestrados, unos 120 en total, pedir asilo político en Estados Unidos.
Por último, el 4 de agosto otro grupo de cubanos secuestró la lancha de Regla a las siete de la tarde y la desvió a Miami, incidente en el murió un policía que viajaba dentro de la lancha y otro fue herido. Al día siguiente, varios cientos de personas se reunieron en el puerto y el Malecón para intentar marcharse del país si se secuestraba otra lancha, pero esto no ocurrió y, al ser disueltos por la policía política, empezaron a gritar consignas contra la revolución y a lanzar piedras a los agentes represivos y a manifestarse abiertamente por el paseo marítimo.
También fue frecuente la ocupación de sedes diplomáticas por personas que intentaban salir del país. El 28 de mayo, más de 100 personas entraron en la residencia del embajador de Bélgica. Le siguen otras que penetran en la Embajada de Alemania y en el Consulado de Chile.
El 13 de julio del 94, a fin de dar un escarmiento, el Gobierno comunista de la isla manda a hundir, a golpe de mangueras de agua y embestidas de naves militares, al Remolcador 13 de Marzo con 68 civiles a bordo, incluidos niños y mujeres, que había sido sustraído del puerto de La Habana para viajar a Estados Unidos, con el saldo de 37 muertos, entre ellos 10 menores de edad.
El día 5, cientos de personas se fueron reuniendo en las cercanías del Malecón y comenzaron a lanzar consignas, romper vidrieras y tirar tanques de basura a la calle. La furia contenida durante años se desató y los jóvenes derribaban las vidrieras por San Lázaro y Neptuno.
El régimen, tras un impasse por la sorpresa, mandó al Malecón camiones militares atestados de miembros de la brigada constructora Blas Roca, que no era otra cosa que una brigada de respuesta rápida comandada por la Seguridad del Estado, que apaleaban o daban cabillazos a los manifestantes. También salieron uniformados antimotines con cascos y escudos, apostados en las bocacalles cercanas al Malecón.
Cuando la manifestación estuvo controlada, Fidel Castro llegó al Malecón. En un gesto muy parecido al que protagonizó en la invasión de Bahía de Cochinos, en 1961 cuando se apareció en las arenas de la playa, finalizados los combates, y se hizo retratar sobre un tanque de guerra en una imagen que dio la vuelta al mundo.
Estos fueron los hechos que dieron paso a que posteriormente más de 35.000 cubanos abandonaran la isla en menos de dos meses, a bordo de balsas y embarcaciones artesanales en el denominado "Éxodo de 1994", y fueron también los hechos que desmontaron de algún modo el mito de que una protesta popular de envergadura no era posible bajo el castrismo.