Los white, anglo-saxon, protestants. Constituían, oficiosa y orgullosamente, el patriciado de la nación americana.
Quienes esperaban alguna señal de apertura, de pluralismo y de transmisión de la autoridad a las nuevas generaciones, algún síntoma de tolerancia hacia otras voces, no los obtuvieron.
Maduro no se va a someter al revocatorio. Sabe que puede gobernar a su antojo mediante el control del Poder Judicial, anulando todas las decisiones y acciones del Legislativo.
No sabemos exactamente qué causa la enfermedad, pero el médico conoce, en líneas generales, cómo se comporta.
El presidente norteamericano no se amilanó. Hablará sin tapujos de los derechos humanos en su visita a Cuba. Lo ha dicho, y lo va a hacer.
En las últimas encuestas tanto Marco Rubio como Ted Cruz derrotarían a Hillary Clinton. Trump perdería con ella. Hasta Bernie Sanders, el socialista, le ganaría.
Quien salga victorioso el Super Martes poseerá una altísima probabilidad de ser el candidato de su partido en carrera por la Casa Blanca.
Ni Rubio ni Cruz son cubanos. Son absolutamente norteamericanos. Llevan en su memoria social el equipamiento necesario para asumir de manera auténtica la identidad que el país les otorga a sus habitantes naturales.
El enfrentamiento actual que divide a medio planeta, y especialmente a los latinoamericanos, es entre el neopopulismo o democracia autoritaria contra la democracia liberal.
Le resulta muy divertido ser presidente. Le gusta vivir en el Palacio Quemado. No sabe de leyes, de economía, de historia. No sabe nada de nada, salvo de las bondades infinitas de la coca.
La imagen de Hugo Chávez expulsada de la nueva Asamblea Nacional venezolana me trajo a la memoria los inolvidables episodios del fin del comunismo europeo, con las estatuas de Stalin rodando por el suelo en medio de una gloriosa polvareda.
¿Por qué han durado tanto? ¿Es un fracaso, como dicen sus adversarios, o un éxito, como aseguran los simpatizantes? ¿Qué sucederá después de este larguísimo gobierno, el más prolongado de la historia de América?
¿Cuáles son esos síntomas que nos permiten hablar del surgimiento de una primavera latinoamericana? Hay, por lo menos tres.
El triunfo de Macri va a repercutir en las elecciones venezolanas del 6 de diciembre próximo, a las que la oposición democrática llegará con la certeza de que tiene un nuevo y valioso amigo que se negará a convalidar el fraude que prepara Maduro.
Son individuos y familias asustadas –niños, mujeres embarazadas--, casi todos jóvenes, que tratan de llegar por tierra a la frontera norteamericana tras recorrer miles de kilómetros desde Ecuador.
Jimmy Carter, que no fue un gran presidente, fue, sin embargo, una persona genuinamente compasiva que introdujo en el debate internacional el tema de los Derechos Humanos y le hizo un gran favor a la humanidad.
Por la misma regla de tres, hay una alta posibilidad de que personajes como Diosdado Cabello, presidente del Parlamento venezolano, acabe en una cárcel norteamericana.
Sirios y libios huyen de la muerte. Sus países se han convertido en mataderos. Escapan a donde pueden.
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