El cambio, con ZunZuneo o sin él, corresponde a hacerlo a los cubanos, y una herramienta de intercambio de información similar a Twitter no sería más que una pieza clave.
La creación de un Twitter cubano, llamado ZunZuneo, es un verdadero escándalo. Sí. Pero veamos por qué. Ciertamente lo que resulta escandaloso en todo este enrevesado asunto es precisamente la controversia generada tras la nota de Associated Press en base a una idea preconcebida entre los críticos del proyecto, fundamentada en la creencia de que todo lo que pretende hacer Estados Unidos en Cuba es malo.
No hay nada que cause más perjuicio a los cubanos que el sentimiento antiamericano, que protege ferozmente al castrismo, olvidándose de las necesidades fundamentales de quien lo padece, los ciudadanos corrientes.
En todo caso, si el ZunZuneo era una operación orientada a acabar con el régimen cubano se entiende que la red social, por si sola, no va a tumbar a ningún gobierno, ni mucho menos establecer un nuevo orden en ese país al gusto de todos. Cuba no será “Alicia en el país de las maravillas” de la noche a la mañana, ni va a lo será por voluntad de ningún gobierno exterior ni interior.
Lo podría ser en el futuro si los cubanos deciden ponerse a trabajar en la construcción de un país habitable para todos, aunque también es cierto que los paraísos terrenales no existen, o todavía no fueron descubiertos.
Algunos ya están intentando trabajar por una Cuba mejor en un contexto claramente hostil, activistas de derechos humanos debidamente cercenados del grueso de la sociedad cubana, para que la “gangrena” de la democracia no se extienda como una mancha de aceite y ponga en jaque a un sistema basado en el autoritarismo y la total exclusión de aquellos que no siguen a rajatabla el mandato de un solo partido.
El cambio, con ZunZuneo o sin él, corresponde a hacerlo a los cubanos, y una herramienta de intercambio de información similar a Twitter no sería más que una pieza clave que podría contribuir a que los ciudadanos de la Isla ejercitaran dos derechos fundamentales: el de la libertad de expresión y el derecho a la información y su libre flujo, dos puntales para la realización personal, hoy por hoy una posibilidad obstruida por una casta militar incapaz de crear una propuesta de país integradora para todos los cubanos.
La agencia USAID ha justificado el proyecto de ZunZuneo señalando que no era un secreto para nadie, aunque se actuaba con la cautela que requiere un país como Cuba, dadas sus condiciones especiales.
Algunos medios como The Washington Post se han posicionado a favor del proyecto, mientras que otros medios han publicado artículos severamente críticos. Aunque todo es criticable lo que no lo resulta para nada es la existencia de un Twitter cubano, que llegó a tener en su mejor momento 65.000 usuarios.
A nadie que se considere partidario de los derechos humanos debería inquietar un proyecto como ZunZuneo como tampoco se debería subestimar la capacidad de los cubanos para usar una herramienta de estas características en base a sus necesidades o aspiraciones políticas genuinas.
Lo vienen haciendo desde hace unos años muchas personas y activistas en todo el mundo, volcando en sus redes miles de campañas diarias, ya sea desde iniciativas comunitarias circunscritas a un barrio en una gran ciudad, como colectivos específicos que reclaman ser escuchados o ciudadanos descontentos con un gobierno que usan esas mismas redes como una vía de presión para impulsar la reorientación de políticas. Ese flujo fortalece en muchos sentidos la democracia y el poder más que sentirse acosado por ese flujo, debería buscar la manera de integrarlo en su gestión de los asuntos públicos.
En Cuba nada de esto es posible porque el régimen actual, dado su corte autoritario, no concibe la posibilidad de que el ciudadano común, desligado de toda organización política de base, tenga la autonomía suficiente para organizarse con otros para reclamar cambios. Pero un futuro en red va precisamente a un escenario en el que los ciudadanos podrán organizarse por afinidades muy concretas sin la necesidad de que exista una organización preestablecida.
Cualquier bloguero o tuitero sabe que poco a poco las redes sociales construyen comunidades de interés, que se asocian de forma natural, al darse cuenta de que cooperando los unos con los otros se pueden alcanzar objetivos concretos. Todo esto es posible porque la tecnología nos permite hoy asociarnos en las redes, sin más interés que el de tus aspiraciones personales o inquietudes políticas o humanistas, sin necesidad de pertenecer a un club.
Siempre habrá otros individuos en el mundo con intereses semejantes y al margen de cualquier organización oficializada que podrán cooperar para alcanzar juntos objetivos comunes. Por supuesto, un horizonte así es el que pone muy nervioso a un régimen trasnochado como el de La Habana, un poder central que concibe a la sociedad como una gran masa de obedientes.
No hay nada que cause más perjuicio a los cubanos que el sentimiento antiamericano, que protege ferozmente al castrismo, olvidándose de las necesidades fundamentales de quien lo padece, los ciudadanos corrientes.
En todo caso, si el ZunZuneo era una operación orientada a acabar con el régimen cubano se entiende que la red social, por si sola, no va a tumbar a ningún gobierno, ni mucho menos establecer un nuevo orden en ese país al gusto de todos. Cuba no será “Alicia en el país de las maravillas” de la noche a la mañana, ni va a lo será por voluntad de ningún gobierno exterior ni interior.
Lo podría ser en el futuro si los cubanos deciden ponerse a trabajar en la construcción de un país habitable para todos, aunque también es cierto que los paraísos terrenales no existen, o todavía no fueron descubiertos.
Algunos ya están intentando trabajar por una Cuba mejor en un contexto claramente hostil, activistas de derechos humanos debidamente cercenados del grueso de la sociedad cubana, para que la “gangrena” de la democracia no se extienda como una mancha de aceite y ponga en jaque a un sistema basado en el autoritarismo y la total exclusión de aquellos que no siguen a rajatabla el mandato de un solo partido.
El cambio, con ZunZuneo o sin él, corresponde a hacerlo a los cubanos, y una herramienta de intercambio de información similar a Twitter no sería más que una pieza clave que podría contribuir a que los ciudadanos de la Isla ejercitaran dos derechos fundamentales: el de la libertad de expresión y el derecho a la información y su libre flujo, dos puntales para la realización personal, hoy por hoy una posibilidad obstruida por una casta militar incapaz de crear una propuesta de país integradora para todos los cubanos.
La agencia USAID ha justificado el proyecto de ZunZuneo señalando que no era un secreto para nadie, aunque se actuaba con la cautela que requiere un país como Cuba, dadas sus condiciones especiales.
Algunos medios como The Washington Post se han posicionado a favor del proyecto, mientras que otros medios han publicado artículos severamente críticos. Aunque todo es criticable lo que no lo resulta para nada es la existencia de un Twitter cubano, que llegó a tener en su mejor momento 65.000 usuarios.
A nadie que se considere partidario de los derechos humanos debería inquietar un proyecto como ZunZuneo como tampoco se debería subestimar la capacidad de los cubanos para usar una herramienta de estas características en base a sus necesidades o aspiraciones políticas genuinas.
Lo vienen haciendo desde hace unos años muchas personas y activistas en todo el mundo, volcando en sus redes miles de campañas diarias, ya sea desde iniciativas comunitarias circunscritas a un barrio en una gran ciudad, como colectivos específicos que reclaman ser escuchados o ciudadanos descontentos con un gobierno que usan esas mismas redes como una vía de presión para impulsar la reorientación de políticas. Ese flujo fortalece en muchos sentidos la democracia y el poder más que sentirse acosado por ese flujo, debería buscar la manera de integrarlo en su gestión de los asuntos públicos.
En Cuba nada de esto es posible porque el régimen actual, dado su corte autoritario, no concibe la posibilidad de que el ciudadano común, desligado de toda organización política de base, tenga la autonomía suficiente para organizarse con otros para reclamar cambios. Pero un futuro en red va precisamente a un escenario en el que los ciudadanos podrán organizarse por afinidades muy concretas sin la necesidad de que exista una organización preestablecida.
Cualquier bloguero o tuitero sabe que poco a poco las redes sociales construyen comunidades de interés, que se asocian de forma natural, al darse cuenta de que cooperando los unos con los otros se pueden alcanzar objetivos concretos. Todo esto es posible porque la tecnología nos permite hoy asociarnos en las redes, sin más interés que el de tus aspiraciones personales o inquietudes políticas o humanistas, sin necesidad de pertenecer a un club.
Siempre habrá otros individuos en el mundo con intereses semejantes y al margen de cualquier organización oficializada que podrán cooperar para alcanzar juntos objetivos comunes. Por supuesto, un horizonte así es el que pone muy nervioso a un régimen trasnochado como el de La Habana, un poder central que concibe a la sociedad como una gran masa de obedientes.