¿Y de pronto llegó la 'Revolución' a España?

Cualquier persona que conozca de cerca el proceso cubano tendrá la impresión de estar en los prolegómenos de una nueva Revolución, ahora en Europa, con la cual a los ciudadanos se les obligaría a desaprender lo asumido en el antiguo régimen en el que vivían para convertirse, de pronto, en el "hombre nuevo".

En unos quince días el movimiento de la Spanish Revolution, que sorprendió a todo el mundo por el uso inédito de las redes sociales como canal para una protesta política al margen de los partidos, se ha convertido en un galimatías de origen difuso y destino incierto. Origen difuso porque nadie acierta a definir demasiado bien quién hay detrás de Democracia Real YA, la primera convocante, ni sus intenciones. Y de destino incierto porque las acampadas en las ciudades no estarían bajo control de este movimiento primigenio sino de grupos que preconizan -al parecer sin tener en cuenta que antes deberían pasar por las urnas- el fin del sistema actual con la clara vocación de sustituirlo por un tipo de organización asamblearia en el que nadie es líder y en donde todo se aprueba por consenso absoluto.

Da la impresión de que España haya sido virada al revés. De pronto una juventud a la que se la consideraba totalmente alienada y tirada en las calles emborrachándose en los populares botellones y pasando olímpicamente de la política ha salido de escena para dar paso a una masa de jóvenes revolucionarios que pretenden acabar con los partidos, con los ricos, nacionalizar los bancos y formar a los ciudadanos "no conscientes" para que se acomoden a esta nueva manera de gestión de los asuntos públicos a la que llaman "horizontal". Cualquier persona que conozca de cerca el proceso cubano tendrá la impresión de estar en los prolegómenos de una nueva Revolución, ahora en Europa, con la cual a los ciudadanos se les obligaría a desaprender lo asumido en el antiguo régimen en el que vivían para convertirse, de pronto, en el "hombre nuevo". No es para menos si al final del camino se promete encontrar la felicidad.

Basta darse una paseo por los foros de Internet, los blogs, las actualizaciones de las cuentas de Twitter relacionadas con el movimiento para percibir que lo que se cuece se hace desprestigiando las instituciones democráticas. Al repetir intensivamente las consignas en las que se desprecia a los políticos ("no nos representan", afirman contínuamente) se está negando la autoridad de cualquier parlamento y de cualquier ley que emane precisamente de dicha institución. Así pues, se trata de un movimiento que ha degenerado en una manifestación que reta al orden democrático y que, además, muestra en muchas de sus consignas, una clara voluntad peligrosamente autoritaria al considerar que la sociedad debe aceptar sus planteamientos y que esto será así cuando los ciudadanos salgan de sus "cárceles" mentales y hagan reset a su sistema operativo.

Todo esto podría parecer un invento sacado de mi imaginación, pero puedo asegurar que son notas extraídas después de dar vueltas y vueltas al movimiento que se debate en la red. Generalizar no es el objetivo de este artículo dado que en este movimiento hay personas que realmente confían en que las cosas cambien porque consideran que la situación actual responde a los abusos de una clase política y empresarial que cuida su terreno sin tener en cuenta nada más. Pero así como hay quienes piden "hacer la Revolución" hay otros que tan sólo hablan de una "regeneración democrática". Sea como sea, a cualquier cubano, tanto las propuestas como las consignas así como los cánticos del movimiento no pueden hacer más que ponerle los pelos de punta.

Así pues, parece como si la baja calidad democrática que se reconoce en España sólo pudiera enmendarse con un cambio profundo de sistema. Para muchos de los acampados la raíz de todos los problemas está en el capitalismo y a ellos habría una contrapropuesta: "otro mundo es posible". Los movimientos altermundistas sacan pecho en este contexto y lo hacen con el uso intensivo de toda la artillería de lemas revolucionarios pero sin programa concreto. Se instaura una narrativa en la que los ciudadanos son un "pueblo oprimido" frente a una clase política y financiera que "esclaviza" y, en consecuencia, se abre la veda contra ellos. Parece como si el plan actual fuera el de reemprender un proyecto político anterior a la Guerra Civil española, como si a alguien se le hubiese ocurrido seguir con la obra del Frente Popular (alianza marxista en la España de los años 1930), para conducir el país a una nueva Revolución. Y todo esto sin tomar en cuenta los estruendosos fracasos comunistas que nos ha dejado como prueba la historia del siglo XX.

Y además, como si el ejemplo de Cuba no estuviera hoy todavía entre nosotros. Tan cerca.