Con independencia de los resultados de las elecciones, el futuro del país puede enfrentar situaciones muy delicadas.
Desde 1998 a la fecha estas serán las primeras elecciones en Venezuela en las que el fallecido presidente Hugo Chávez no estará involucrado de forma directa, pero no hay dudas que su delfín, Nicolás Maduro, manipula su memoria como una especie de remedo del Cid Campeador, en la confianza de que logre vencer a sus enemigos, que son los suyos, aun después de muerto.
Por otra parte Maduro, tal como hacía su mentor Chávez, que contó con mucho más apoyo popular que su heredero, está recurriendo a todo tipo de ventajismo como la manipulación de los padrones electorales, uso de los recursos del estado para comprar el apoyo de los electores, y el abuso de los poderes públicos, incluido los medios de información y la justicia, para amedrentar a sus rivales.
El país sudamericano es un ejemplo que la pluralidad en los comicios y la competencia electoral pueden ser manipuladas, independientemente de que participen diferentes partidos políticos e individuos que representen proyectos antagónicos.
En los últimos quince años en Venezuela los ciudadanos han recurrido 14 veces a las urnas, desde elecciones presidenciales hasta legislativas, y un referéndum revocatorio. Todas a excepción de una, fueron ganadas por el oficialismo, aunque la derrota oficialista fue invalidada con legislaciones de los diputados gobiernistas.
Las reglas que han regido los comicios en Venezuela no han estado claras, si tenemos presente que Jorge Rodríguez fue presidente del Consejo Nacional Electoral antes de ser vicepresidente de la República. En la actualidad Rodríguez es el organizador del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela, que fundó Hugo Chávez. ¿Fue imparcial cuando presidió el CNE?
La justicia electoral venezolana para muchos observadores ha perdido la venda de sus ojos y la balanza ha sido trucada, aunque la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, proclame que es un órgano independiente del ejecutivo, afirmación que desmiente la conducta sostenida por esa entidad a través de los años.
Vicente Díaz, rector del CNE, el único de los cinco miembros de la entidad que denunció los abusos del gobierno de Hugo Chávez, declaró recientemente que las elecciones presidenciales serán irreprochables y transparentes desde el punto de vista técnico pero los comicios serán “profundamente antidemocráticos” porque no se respetará la igualdad de condiciones de los candidatos.
Díaz presentó 16 denuncias contra Chávez por comportamientos que el rector estimó abusivos. Ninguna de las impugnaciones fue procesada. No obstante Díaz afirma que el proceso electoral venezolano lleva años siendo impecable desde el punto de vista técnico. “El sistema ha demostrado que quien tenga los votos ganará y creo que los venezolanos cada día confían más en que su voto decide”.
Pero la quebrantada credibilidad para muchos observadores del árbitro electoral sufrió otro duro embate cuando la opositora Mesa de la Unidad Democrática reveló que en una auditoría realizada al sistema de sufragio, se detectó que un técnico del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela tenía la clave para acceder a unas 45,000 máquinas de votación.
Pero hay que destacar que Ramón Guillermo Aveledo, coordinador de la oposición, restó importancia a la denuncia al decir “que no alteraría el resultado electoral”, por lo que se puede colegir que los más interesados en un cambio en el rumbo político del país confían en el árbitro, o simplemente no quieren proclamar la duda para que la abstención no favorezca al régimen.
Otro aspecto son los observadores a los comicios. Los expertos de UNASUR, un organismo promovido por el difunto Chávez, estarán presentes; sin embargo, la Organización de Estados Americanos no enviará espectadores y el Centro Carter el año pasado declinó la invitación, porque la observación implica “evaluar el proceso electoral en su conjunto”.
No obstante, con independencia de los resultados de las elecciones, el futuro del país puede enfrentar situaciones muy delicadas.
La situación económica es precaria. La capacidad productiva del país está muy quebrantada y lo que es peor, la sociedad está extremadamente polarizada. Cualquiera que sea el ganador deberá estar dispuesto a reestructurar la economía, no solo la política, y eso puede favorecer un periodo de difícil gobernabilidad que sería más precario si gana la oposición, aunque transitoriamente porque solo una política realista puede sacar el país del caos económico y social en el que está sumergido.
Sin embargo, el triunfo del chavismo (las encuestas lo pronostican y la “legalidad” del chavismo lo permite predecir) puede conducir al país al caos porque existe la certeza que dentro del oficialismo hay varias tendencias con intereses que se contraponen.
La violencia puede hacer acto de presencia. Las confrontaciones entre los que se dicen constructores del chavismo puede promover la formación de facciones como ocurrió en la Argentina de los 70 y 80, en la que cada grupo se atribuía ser el digno intérprete del pensamiento de Juan Domingo Perón.
Publicado en El Nuevo Herald el 12 de abril del 2013
Por otra parte Maduro, tal como hacía su mentor Chávez, que contó con mucho más apoyo popular que su heredero, está recurriendo a todo tipo de ventajismo como la manipulación de los padrones electorales, uso de los recursos del estado para comprar el apoyo de los electores, y el abuso de los poderes públicos, incluido los medios de información y la justicia, para amedrentar a sus rivales.
El país sudamericano es un ejemplo que la pluralidad en los comicios y la competencia electoral pueden ser manipuladas, independientemente de que participen diferentes partidos políticos e individuos que representen proyectos antagónicos.
En los últimos quince años en Venezuela los ciudadanos han recurrido 14 veces a las urnas, desde elecciones presidenciales hasta legislativas, y un referéndum revocatorio. Todas a excepción de una, fueron ganadas por el oficialismo, aunque la derrota oficialista fue invalidada con legislaciones de los diputados gobiernistas.
Las reglas que han regido los comicios en Venezuela no han estado claras, si tenemos presente que Jorge Rodríguez fue presidente del Consejo Nacional Electoral antes de ser vicepresidente de la República. En la actualidad Rodríguez es el organizador del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela, que fundó Hugo Chávez. ¿Fue imparcial cuando presidió el CNE?
La justicia electoral venezolana para muchos observadores ha perdido la venda de sus ojos y la balanza ha sido trucada, aunque la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, proclame que es un órgano independiente del ejecutivo, afirmación que desmiente la conducta sostenida por esa entidad a través de los años.
Vicente Díaz, rector del CNE, el único de los cinco miembros de la entidad que denunció los abusos del gobierno de Hugo Chávez, declaró recientemente que las elecciones presidenciales serán irreprochables y transparentes desde el punto de vista técnico pero los comicios serán “profundamente antidemocráticos” porque no se respetará la igualdad de condiciones de los candidatos.
Díaz presentó 16 denuncias contra Chávez por comportamientos que el rector estimó abusivos. Ninguna de las impugnaciones fue procesada. No obstante Díaz afirma que el proceso electoral venezolano lleva años siendo impecable desde el punto de vista técnico. “El sistema ha demostrado que quien tenga los votos ganará y creo que los venezolanos cada día confían más en que su voto decide”.
Pero la quebrantada credibilidad para muchos observadores del árbitro electoral sufrió otro duro embate cuando la opositora Mesa de la Unidad Democrática reveló que en una auditoría realizada al sistema de sufragio, se detectó que un técnico del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela tenía la clave para acceder a unas 45,000 máquinas de votación.
Pero hay que destacar que Ramón Guillermo Aveledo, coordinador de la oposición, restó importancia a la denuncia al decir “que no alteraría el resultado electoral”, por lo que se puede colegir que los más interesados en un cambio en el rumbo político del país confían en el árbitro, o simplemente no quieren proclamar la duda para que la abstención no favorezca al régimen.
Otro aspecto son los observadores a los comicios. Los expertos de UNASUR, un organismo promovido por el difunto Chávez, estarán presentes; sin embargo, la Organización de Estados Americanos no enviará espectadores y el Centro Carter el año pasado declinó la invitación, porque la observación implica “evaluar el proceso electoral en su conjunto”.
No obstante, con independencia de los resultados de las elecciones, el futuro del país puede enfrentar situaciones muy delicadas.
La situación económica es precaria. La capacidad productiva del país está muy quebrantada y lo que es peor, la sociedad está extremadamente polarizada. Cualquiera que sea el ganador deberá estar dispuesto a reestructurar la economía, no solo la política, y eso puede favorecer un periodo de difícil gobernabilidad que sería más precario si gana la oposición, aunque transitoriamente porque solo una política realista puede sacar el país del caos económico y social en el que está sumergido.
Sin embargo, el triunfo del chavismo (las encuestas lo pronostican y la “legalidad” del chavismo lo permite predecir) puede conducir al país al caos porque existe la certeza que dentro del oficialismo hay varias tendencias con intereses que se contraponen.
La violencia puede hacer acto de presencia. Las confrontaciones entre los que se dicen constructores del chavismo puede promover la formación de facciones como ocurrió en la Argentina de los 70 y 80, en la que cada grupo se atribuía ser el digno intérprete del pensamiento de Juan Domingo Perón.
Publicado en El Nuevo Herald el 12 de abril del 2013