Quienes lo elaboraron nunca dijeron que sería fácil de entender
El “colegio electoral”, el sistema que traduce los votos de los estadounidenses en quién se sentará en la Casa Blanca durante los próximos cuatro años, puede confundir incluso a los más ávidos estudiosos de la política estadounidense.
“No hay ningún otro país que utilice un sistema electoral como el nuestro”, afirma Alex Keyssar, profesor de Historia en la Universidad de Harvard, en Massachusetts. Explica que el colegio electoral es un compromiso adoptado por los redactores de la Constitución estadounidense.
Según los “Artículos de la Confederación” que precedieron a la Constitución, los estados ejercían una autoridad considerable.
Muchos estadounidenses del siglo XVIII se identificaban tanto con sus estados de origen como con el nuevo país.
El sistema de colegio electoral consagrado en la Constitución garantizaba que los distintos estados siguieran contribuyendo a seleccionar al presidente de Estados Unidos y que los candidatos prestaran atención a las preocupaciones particulares de los estados.
Jacob Neiheisel, profesor asociado de Ciencias Políticas en la Universidad de Buffalo (Nueva York), afirma que los redactores esperaban combinar la voluntad pública con la influencia de los expertos políticos.
En general, el sistema ha producido presidentes populares en muchos lugares del país.
Cómo funciona
Las elecciones presidenciales de Estados Unidos son como una serie de elecciones estatales separadas. Cuando los ciudadanos votan, eligen a los “electores” o miembros del colegio electoral de su estado. Cada estado tiene un número de electores igual al número de sus miembros en el Congreso (dos senadores, más los miembros de la Cámara de Representantes determinados por la proporción de cada estado [en inglés] en la población total de Estados Unidos).
California, el estado más poblado, tiene 54 votos electorales porque tiene 2 senadores y 52 representantes en la Cámara.
Los estados menos poblados y el Distrito de Columbia sólo tienen 3 votos electorales cada uno. (La 23 ª Enmienda, ratificada en 1961, concede al Distrito de Columbia, que no es un estado, el mismo número de electores que el estado menos poblado).
La Constitución no especifica cómo conceden los estados sus votos electorales, pero casi todos utilizan el método de “el ganador se lo lleva todo”, por el que el candidato que recibe más votos populares obtiene todos los votos electorales de ese estado. (Técnicamente, los ciudadanos han votado a los electores comprometidos a emitir sus votos del colegio electoral por un candidato concreto).
Dos estados, Maine y Nebraska, asignan dos votos electorales al ganador del voto popular del estado, y luego un voto electoral al ganador del voto popular en cada distrito del Congreso.
De vez en cuando algunos han propuesto cambios a este sistema. Neiheisel señala que se ha hablado de un pacto por el que los estados acordarían que sus votos electorales se emitieran a favor del ganador del voto popular nacional, aunque esa persona hubiera perdido en su estado. Sin embargo, esa idea no ha cobrado mucha fuerza. “Está un poco estancada”, comentó.
El siguiente gráfico muestra los pasos que se dan (en inglés) entre el día de las elecciones, cuando el pueblo estadounidense vota, y el día de la toma de posesión, cuando el nuevo presidente presta juramento al cargo.
En realidad, pocos estadounidenses prestan mucha atención a los acontecimientos posteriores al día de las elecciones.
Salvo en unas elecciones extremadamente reñidas, el ganador se conoce la noche del día de las elecciones o a la mañana siguiente.