Es diciembre de 1963 y Ramón García va a cometer un hecho que le va a cambiar la vida para siempre. Secuestra la lancha La Conchita, él y sus acompañantes llevan una pistola y cuatro cuchillos, pero no hieren a nadie. Salen de la Bahía de Taco, en Baracoa, Guantánamo, hacia Estados Unidos.
En alta mar los recoge un barco noruego y los que deciden regresar a Cuba, lo hacen sin un rasguño en la piel, rememora García en entrevista para el programa Contacto Cuba, de Martí Noticias.
Este 11 de mayo se presenta el documental Asalto a la libertad, que Ramón García produjo y para el que invirtió 350 mil dólares, ahorrados durante 53 años cuando empezó a lavar platos en New Jersey, se estableció en Washington DC, hasta hoy que es un exitoso joyero, diseñador y comprador de piedras preciosas.
El material será exhibido en el Koubek Center, de Miami, a las 7:30 de la noche como parte del programa Las Dos orillas, que coordina la Dra. Mercedes Sandoval.
Cinco décadas después García se encontró con el cineasta español Marcos Moreno, quien se metió en Cuba bajo el pretexto de hacer fotos y salió con 24 horas de metraje, contentivas de la historia de los secuestrados que volvieron a la isla, los familiares del patrón de la lancha -al que se la confiscaron y le condenaron a tres años de prisión cuando estuvo de vuelta en Baracoa.
Ramón viene a Miami a estrenar su película, y este es un adelanto del intercambio que quiere tener con los espectadores.
El secuestro, los motivos
Participamos cinco personas en la acción, llegamos 20: seis niños, cinco mujeres y nueve hombres, sin hacerle daño a nadie. Afortunadamente no herimos a nadie, usamos la violencia porque el único deseo era conseguir la libertad. Yo tenía 19 años.
No tuvimos implicación por ese acto. Entramos como héroes. La primera pregunta fue: "Bueno, ¿y qué lleva a unos jóvenes como ustedes a hacer semejante hazaña, a arriesgar su vida, a preferir morir en alta mar?".
¿Qué lleva a eso? El deseo de conseguir la libertad. Cuando una persona le quitan el deseo de ser algo en la vida, uno hace estas cosas.
Mi papá tenía tres camioncitos, se dedicaba al intercambio comercial y lo primero que hicieron los comunistas, a pesar de que mi papá los apoyó, fue quitárselos. Vivíamos en Banes. El sueño de vivir bien y tener un negocio, con el comunismo se apagó.
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Vimos un barco noruego, no sabíamos de dónde era. Le hicimos señas con una linterna y paró. La lancha viró con otros tripulantes más porque no quisieron venir con nosotros, no eran parte del grupo.
Marcos, el 'traductor' de esa historia
Hace dos años y medio Marcos, este joven director español, fue a Cuba y pudo entrevistar a algunos de los que regresaron. Incluso a la familia del dueño de la lancha, ellos cooperaron con la película. La gente regresó sin tropiezo, pero sufrieron mucho por esto. Yo los he ayudado, porque no es fácil vivir con quince dólares al mes.
Cuando Marcos llegó a Cuba dijo que iba a hacer fotos, nunca que grabaría un documental. Y pudo hacerlo porque más o menos le dio a entender al sistema que estaba a favor y logró que le dejaran entrar.
Entrevistó a parte de las personas que yo amarré, amarré a diez personas, a diez hombres, no se lo hice ni a las mujeres ni los niños.
Filmamos además en República Dominicana, en Santo Domingo conseguimos un barco de pesca, bastante similar al que nosotros asaltamos.
Esperé todos estos años porque todo el costo fue de aparte mía, los 350 mil dólares, pero también estaba esperando a la persona indicada para esto. Y apareció Marcos, que se leyó mi libro “Tres veces libre”, se enamoró de él y entonces hablamos y estuvimos de acuerdo.
El trabajo me hizo libre
Cuando llegué a este país me puse a fregar platos en un restaurante de Nueva Jersey, y a mucha honra. Luego me fui a DC, de camarero de uno de los primeros empleados del Washington Hilton Hotel.
En el año 1968 empecé a venderle joyas a mis compañeros de trabajo y a los tres años me establecí en el negocio de joyería, el mismo año en que me casé. Soy fabricante de joyas, diseñador y ‘gemólogo’. Compro muchos diamantes, tengo tres fábricas de joyas aquí en Maryland.
Los 350 mil dólares, yo tenía ese dinero, lo invertí y estoy enamorado de esa inversión. Es algo para dejarlo a nuestros hijos.
La inversión ha sido mía 100 %, no se le deba nada a nadie. Gracias a Dios porque me dio la forma de ganarme mi dinero y poder hacer la película.