Religiosos cubanos han denunciado la difícil situación que enfrentan los residentes en la isla, durante las jornadas de celebración de la Patrona de Cuba.
La Superiora de las Hijas de la Caridad en Cuba, Sor Nadieska Almeida Miguel, declaró en sus redes sociales, en la víspera del Día de la Virgen de la Caridad:
"¿A quién le importa tanto dolor, desgarro, indolencia, tristeza, impotencia, llanto, soledades? ¿A quién le sigue importando este vacío en el que ha caído de forma vertiginosa y sigue cayendo con más profundidad este país? ¿A quién le duele el alma cuando escuchas tantos y tan estremecedores sufrimientos? ¿Quién se hace responsable de tanta desidia, de que tantas personas no tengan una mirada feliz y ni siquiera las fuerzas para soportar lo cotidiano?".
"Quiero un pueblo libre. Quiero un gobierno dialogando. Quiero inclusión en esta casa Cuba. Quiero posibilidades para todos. Quiero volver a soñar. Quiero sentir la alegría propia de mi gente. Quiero escuchar a los jóvenes con opciones dentro de esta hermosa isla. Quiero que los ancianos estén acompañados y sin hambre, con acceso a medicinas y sin preocupaciones de un hoy para sobrevivir, sino con aliento para vivir. Quiero familias que se sienten a la mesa a comer dignamente aquello que se han ganado con su propio esfuerzo", escribió la monja.
También el jueves, el sacerdote cubano Lester Rafael Zayas Díaz, en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en el Vedado, hizo cuestionamientos al éxodo de cubanos, a la violencia, la envidia, la delación, la chivatería y el egoísmo.
Algunas de sus frases más significativas apuntaron a la ola migratoria: “¿Qué hemos hecho mal para que nuestros jóvenes no se sientan orgullosamente cubanos? ¿Qué hemos hecho mal para que todo el mundo quiera irse a esos sumamos lo que en otro momentos de la historia patria han abandonado la isla, podemos hablar de casi dos millones y tres cuartos de cubanos que peregrinan en otras latitudes. Algo hemos hecho mal. Tal vez sea aprobar silenciosamente con nuestra cabeza gacha lo que no está bien. Tal vez lo que hemos hecho mal es dejar que el miedo nos venza y entonces la mentira se apodere de todos los ámbitos de nuestras vidas. Tal vez lo que hemos hecho mal es volver la vista hacia otra parte para que no nos alcance el dolor, para que no nos alcance el sufrimiento que tenemos al lado”.
“Tal vez lo que hemos hecho mal es meter la cabeza en tierra como el avestruz para dejar nuestra responsabilidad en manos de otros. Y esto que hemos hecho mal es lo que nos dice hoy María de la Caridad: por meter la cabeza en tierra, por no asumir nuestra responsabilidad se nos ha acabado el vino como en las bodas de Caná, se nos ha apagado la alegría, se nos ha ocultado al esperanza, se ha eclipsado eso precisamente que nos marca como identidad propia de cubanía”.
“Pensaba qué hemos hecho mal para que jóvenes cubanos prefieran irse a combatir a Ucrania para conseguir la nacionalidad rusa. ¿Qué tendremos que ver nosotros con los rusos? Algo hemos hecho mal”, declaró.
“Necesitamos hoy más que nunca volver nuestra mirada a María de la Caridad y decirle 'señora, no tenemos vino, se nos acabó el vino, dejamos que el vino se nos escurriera entre las manos'. Hemos de volver nuestra mirada a María de la Caridad para decirle 'confiamos en las consignas, nos abandonamos demasiado a ideologías que dejaban fuera lo verdaderamente importante: la familia, lo humano, los hijos'”.
“Señora, se nos cortó el vino porque dejamos que la euforia de algún momento de la Historia patria nos llevara a ocultar el bendito cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, a decir que no creíamos en ningún Dios, ni en ninguna religión e incluso llegamos a esconder que teníamos familia en el extranjero. Señora, se nos acabó el vino porque preferimos montarnos en la carroza que aniquila lo humano para beneficio propio”.
“Tendríamos como nación cubana que hacer un acto profundo de contención para decirle a ella sí, señora, a nosotros se nos acabó el vino. Aguardamos con esperanza que ella vuelva a instaurar la alegría. Señora, queremos que también tú des solución a los problemas que nos aqueja. Se nos escurrió el vino que nos hacía amar la vida. La Habana dejó de sonreír, La Habana está de puertas adentro, Cuba está de puertas adentro”.
“Necesitamos volvernos a María para decirle señora, queremos salvar la vida, convierta las viejas tinajas que no nos alimenta, que no nos da vida, que nos han impuestos, de la violencia que no nos pertenece, de la envidia que no nos caracterizaba, de la delación y la chivatería y del egoísmo, conviértelas en las nuevas tinajas de la generosidad”, afirmó el sacerdote cubano Rafael Zayas Díaz.