Hace poco más de un mes que falleció en La Habana Rafael Alcides, poeta de la llamada Generación del 50, caracterizada por una lírica coloquial, que marcó una pauta en la literatura de la isla. Algunos de sus integrantes se convirtieron en bardos oficialistas, unos pocos optaron por disentir, otros quedaron en silencio y no faltaron los que luego de figurar como pobres voceros del régimen compraron su boleto de ida al olvido. Entre los nombres más sobresalientes, está sin duda Rafael Alcides.
Había nacido en la ciudad de Bayamo, en el oriente cubano, el 9 de junio de 1933, y aunque estudió química industrial en la Escuela de Artes y Oficios de La Habana, su pasión y su oficio siempre fueron la poesía. Entre sus poemarios están: Himnos de montaña, Gitana, La pata de palo, Agradecido como un perro, Noche en el recuerdo y Nadie. También incursionó brevemente en la narrativa. En sus últimos años se vinculó a grupos opositores como Estado de Sats.
Por la importancia de la poética de Alcides para la creación cubana, cuatro escritores residentes en Miami, Manuel Vázquez Portal, Ramón Fernández-Larrea, Félix Luis Viera y Luis Felipe Rojas, junto a su viuda, la periodista independiente Regina Coyula, le rindieron un especial homenaje en el Miami Hispanic Cultural Arts Center, como parte de las actividades del Festival Vista en su novena edición.
Los poetas son inmortales
“La diferencia entre un poeta y un farsante, es que al poeta le duele ser poeta. Y el farsante se despepita por fingir que es poeta”, advirtió el escritor y periodista Manuel Vázquez Portal en entrevista con Martí Noticias.
“Rafael Alcides era un poeta doloroso, interior. Aunque su poesía se caracterizaba por el exteriorismo, por el coloquialismo, era un coloquialismo interiorizado, que buscaba a través del lenguaje común, de la realidad cotidiana, un impacto emocional”, añadió el exprisionero de conciencia de la Causa de los 75, como se conoce a los 75 disidentes que fueron apresados y condenados en juicios sumarios en la primavera de 2003.
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Según Vázquez Portal, en los poemas de Alcides, “nunca se pierde la parte de la evocación, porque sin evocación no hay poesía. Rafael se cuidó mucho de que su poesía fuera subjetiva, reflejara al individuo interior que era, y que es, porque los poetas son inmortales”.
Para el autor de A mano abierta, Cantos iniciales y Del pecho como una gota, aun cuando Alcides es “uno de los representantes más importantes del coloquialismo, no se dejó llevar por la palabra vacía, por el verso de tribuna que siguieron muchos de esa generación, por el verso proletario y de discurso. Su poema era íntimo, como una enfermedad venérea, por ejemplo. Era su interioridad, su corazón diciendo cómo veía el mundo, las circunstancias, el espacio que lo rodeaba”.
“Era como un espejo panóptico, giratorio, circular, que lo veía todo a su alrededor, lo interiorizaba y entonces lo devolvía vuelto poesía. Ese era el poeta. Ese era Rafael Alcides”, advirtió Vázquez Portal, ganador de los concursos UNEAC 1984, La Edad de Oro 1985 y 1993, y de los premios internacionales Libertad de Prensa 2003 (Comité de Protección al Periodista) y el Human Right Watch 2004.
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"Alcides es un escapado de la llamada Generación de los años 50, su coloquialismo desdibujado en otras estancias lo hizo un bicho raro que se quedó fuera de varias catalogaciones y pudo haber sido su salvación… poéticamente hablando, lo fue", escribió en Martí Noticias, Luis Felipe Rojas, quien presentó el panel homenaje a Alcides.
Lección de dignidad y poesía
“Siempre que menciono su nombre pienso en el título de uno de sus libros, Agradecido como un perro, un verso de un poema tremendo. Además de una persona humilde era un poeta grandísimo, un poeta con una paz interior, a pesar de que estaba en el infierno”, dijo a Martí Noticias el poeta y humorista Ramón Fernández-Larrea.
El autor de El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza y El libro de las instrucciones, lamenta que Alcides no hubiese escrito tanto con muchos, como él, hubieran deseado. Pero asegura que legó poemas que se recuerdan “toda la vida, que te enseñan”.
“Los poemas simplemente lo que hacen es acompañarte, que no esté solo el ser humano”, expresó Fernández-Larrea.
“Yo lo conocí en los años 80, cuando él estaba a punto de retirarse, a punto de perderse. Pero tuvimos una linda amistad. La última vez que lo vi fue en Canarias, en La Palma, en un evento en homenaje a Manuel Díaz Martínez, un poeta de su generación, y realmente ahí la pasamos muy bien, conversamos muchísimo, y lo seguí en su inxilio, y creo que es uno de los tipos que nos ha enseñado que la dignidad humana no se puede bajar, la dignidad humana está dentro de uno. Es una lección de dignidad y de poesía lo que dio Alcides. Yo me alegro de haberlo conocido, manifestó.
El poeta de Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego y El libro de los salmos feroces, siempre recuerda a Alcides “con ese vozarrón de locutor. Yo siempre le decía: quiero hacer un programa de radio contigo. Porque tenía una dicción perfecta. Además, él es de Barranca y yo de Bayamo. El pasó la niñez en Bayamo. Habías otros puntos de contacto”.
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Aunque confiesa que su poesía no le influenció, Fernández-Larrea siente que las estructuras poéticas de Alcides “de alguna manera”, le han acompañado. “El modo de cortar los versos. Él sentía la poesía en el oído, el ritmo quizás. Cada vez que yo estoy un poco fuera de ritmo, no es que siempre lo haga, pero busco un poema de Rafael Alcides, y digo: mira cómo lo cortó aquí y siguió la conversación interior”.
Fernández-Larrea reconoce que Alcides murió en Cuba cuando pudiera haberse ido a otro país. “Él decidió echar ahí su vida, sin hacer concesiones, con un respeto, y creo que se lo ganó”, concluyó.
El autor de Y se mueren, y vuelven, y se mueren, murió a los 85 años víctima de un cáncer. El pasado año, el cineasta independiente Miguel Coyula estrenó el largometraje documental titulado Nadie, protagonizado por Rafael Alcides.
Poema "El agradecido"
A Nati Revuelta
Toda mi vida ha sido un desastre
del que no me arrepiento.
La falta de niñez me hizo hombre
y el amor me sostiene.
La cárcel, el hambre, todo;
todo eso me ha estado muy bien:
las puñaladas en la noche,
y el padre desconocido.
Y así de lo que no tuve
nace esto que soy:
bien poca cosa, es verdad,
pero enorme, agradecido como un perro.