La de Holguín parece haber sido una manifestación de gente corriente, espontánea, harta de que se le pongan piedras en las ruedas, demuestra que hay cierta pérdida de miedo entre aquellos que no dependen del sector estatal.
La última protesta de cuentapropistas indignados en Holguín puede que sea la primera de un nuevo tipo de contestación en Cuba. Una reivindicación que nace desde dentro del sistema y, aparentemente, sin una intención explícita de subvertirlo (en el vídeo de la protesta que se ha filtrado se escucha “abajo el desempleo, queremos trabajar”). Sería pues la expresión de una nueva clase en el país, la de aquellos que intentan sacar adelante sus economías personales recurriendo a ese espacio privado que el régimen ha abierto, pero lleno de regulaciones rallando en el absurdo, y con todo tipo de impedimentos que lo hacen, en la práctica, muy poco rentable e insostenible. El llamado “proceso de actualización” que promueve el gobierno cubano es, a todas luces, algo que le queda pequeño a Cuba, un país que necesita cambios mucho más profundos, reales e intensos, no solo en lo económico, también en lo político. En caso contrario, parece que lo único que realmente logrará crear ese gobierno es más frustración, más dependencia de subsidios familiares desde el exterior y más ansias de abandonar el país.
La de Holguín parece haber sido una manifestación de gente corriente, espontánea, harta de que se le pongan piedras en las ruedas, demuestra que hay cierta pérdida de miedo entre aquellos que no dependen del sector estatal, pero que, en su actividad privada, dependen mucho de las decisiones que se tomen en esa esfera superior, controlada por algunos que son totalmente ajenos a los verdaderos problemas del sector privado. Estas son probablemente el tipo de protestas a las que el gobierno cubano tiene mucho más miedo que de las que sean organizadas por la oposición, ya que las últimas ya las tienen bien enmarcadas y controladas con todo el aparato represivo experimentado por años y años de funcionamiento. Es en esta generación espontánea de situaciones no esperadas, fuera del círculo disidente conocido, donde el régimen se puede sentir más nervioso y vulnerable.
Ha sido interesante la reacción mediática a las protestas en Holguín. Básicamente la respuesta ha sido, como es normal, el silencio por parte de los medios oficiales del régimen. La información empezó a correr por las redes sociales a través de organizaciones opositoras con enlaces en el exterior. Una manifestación del calibre de la de Holguín tendría poca importancia comparada con las manifestaciones que se producen actualmente en todo el mundo pero, en el contexto de Cuba, es un paso adelante. La presión en las calles ha sido clave para conseguir cambios políticos en todo el mundo. Cuba no va a ser menos. Ayer gritaban en Holguín “abajo el desempleo, queremos trabajar”. Si el gobierno no da respuesta a estas demandas quizás pronto se escuchará también en Cuba aquello que se canta desde hace tiempo en muchas protestas en España: “Si esto no se arregla, guerra guerra guerra”.
Si los medios oficiales cubanos no hacieron ni la más mínima mención a la protesta, la reacción en los blogs del oficialismo no se hizo esperar. Los blogs cubanos amparados por el gobierno actúan como parachoque ante cualquier “crisis”. Desde La Habana, la reacción de los periodistas o agentes progubernamentales autodenominados como periodistas, no se ven impelidos a viajar al lugar de los hechos, ni a entrevistar a los protagonistas, ni tan solo a pedir explicaciones a las autoridades. Está claro que ese “protocolo” de actuación periodística normal resultaría en Cuba un acto de desobediencia grave frente a las autoridades, por lo que siempre será más fácil mantenerse en esa posición de propagandista oficial, echando balones fuera y corriendo ese tupido velo mediático que encuentra una explicación a todo en base a mencionar a los grupos contrarrevolucionarios, Miami, Estados Unidos o la CIA.
Con el transcurso de los meses y años va quedando más claro que los “cambios en Cuba” ese proyecto de “actualización del proceso” no son cambios para mejorar, sino más bien para contener, fue así como el régimen castrista compró tiempo. Y quien se percata mejor que nadie de ello es el pueblo cubano que lo sufre, como estos cuentapropistas que quieren trabajar y vivir tranquilos. En este momento resulta incierto pensar que Raúl Castro puedea llegar al final de su mandato (quiere dejarlo en el 2018) manteniendo la situación tal y como está. Las costuras de su proceso se resquebrajan y cada mía se resquebrajarán más. El mundo cambia y esa inercia es lo que probablemente se llevará por delante la Revolución cubana. Tarde o temprano.
La de Holguín parece haber sido una manifestación de gente corriente, espontánea, harta de que se le pongan piedras en las ruedas, demuestra que hay cierta pérdida de miedo entre aquellos que no dependen del sector estatal, pero que, en su actividad privada, dependen mucho de las decisiones que se tomen en esa esfera superior, controlada por algunos que son totalmente ajenos a los verdaderos problemas del sector privado. Estas son probablemente el tipo de protestas a las que el gobierno cubano tiene mucho más miedo que de las que sean organizadas por la oposición, ya que las últimas ya las tienen bien enmarcadas y controladas con todo el aparato represivo experimentado por años y años de funcionamiento. Es en esta generación espontánea de situaciones no esperadas, fuera del círculo disidente conocido, donde el régimen se puede sentir más nervioso y vulnerable.
Ha sido interesante la reacción mediática a las protestas en Holguín. Básicamente la respuesta ha sido, como es normal, el silencio por parte de los medios oficiales del régimen. La información empezó a correr por las redes sociales a través de organizaciones opositoras con enlaces en el exterior. Una manifestación del calibre de la de Holguín tendría poca importancia comparada con las manifestaciones que se producen actualmente en todo el mundo pero, en el contexto de Cuba, es un paso adelante. La presión en las calles ha sido clave para conseguir cambios políticos en todo el mundo. Cuba no va a ser menos. Ayer gritaban en Holguín “abajo el desempleo, queremos trabajar”. Si el gobierno no da respuesta a estas demandas quizás pronto se escuchará también en Cuba aquello que se canta desde hace tiempo en muchas protestas en España: “Si esto no se arregla, guerra guerra guerra”.
Si los medios oficiales cubanos no hacieron ni la más mínima mención a la protesta, la reacción en los blogs del oficialismo no se hizo esperar. Los blogs cubanos amparados por el gobierno actúan como parachoque ante cualquier “crisis”. Desde La Habana, la reacción de los periodistas o agentes progubernamentales autodenominados como periodistas, no se ven impelidos a viajar al lugar de los hechos, ni a entrevistar a los protagonistas, ni tan solo a pedir explicaciones a las autoridades. Está claro que ese “protocolo” de actuación periodística normal resultaría en Cuba un acto de desobediencia grave frente a las autoridades, por lo que siempre será más fácil mantenerse en esa posición de propagandista oficial, echando balones fuera y corriendo ese tupido velo mediático que encuentra una explicación a todo en base a mencionar a los grupos contrarrevolucionarios, Miami, Estados Unidos o la CIA.
Con el transcurso de los meses y años va quedando más claro que los “cambios en Cuba” ese proyecto de “actualización del proceso” no son cambios para mejorar, sino más bien para contener, fue así como el régimen castrista compró tiempo. Y quien se percata mejor que nadie de ello es el pueblo cubano que lo sufre, como estos cuentapropistas que quieren trabajar y vivir tranquilos. En este momento resulta incierto pensar que Raúl Castro puedea llegar al final de su mandato (quiere dejarlo en el 2018) manteniendo la situación tal y como está. Las costuras de su proceso se resquebrajan y cada mía se resquebrajarán más. El mundo cambia y esa inercia es lo que probablemente se llevará por delante la Revolución cubana. Tarde o temprano.