El diario The Wall Street Journal dice que por mucho que el gobierno de la isla necesite del turismo, la muerte de Oswaldo Payá demuestra que está dispuesto a reprimir para alejar a los cubanos de los extranjeros.
“Cuba quiere convertirse en una meca del turismo internacional. Pero también necesita mantener a los cubanos alejados de los extranjeros que siembran ideas contrarrevolucionarias en sus cabezas, como la noción del derecho a ganar lo suficiente para tener una vida decente”, dice este lunes un artículo en el diario The Wall Street Journal.
Bajo el título de “Cuba suma otro rehén extranjero”, la autora del artículo, Mary Anastasia O´Grady, afirma que todo indica que el régimen cubano está usando las muertes de los disidentes Oswaldo Payá y Harold Cepero, y el encausamiento por homicidio doble del español Ángel Carromero para advertir a los extranjeros que “tengan cuidado” con sus afiliaciones políticas.
Tras calificar a Payá de pacifista “valiente, expresivo y recio en su convicción de que si los cubanos tan solo dejaran a un lado su miedo, podrían exigir la justicia y la equidad que la ley les otorga como derecho”, apunta que esa combinación única de “inteligencia, coraje y humildad lo hicieron la peor pesadilla de Castro”.
La periodista se hace eco de la posibilidad de que el régimen haya tenido que ver con el accidente que causó la muerte a los disidentes, lo que “no sería algo nuevo. Miles de cubanos que rechazaron alienarse han sido asesinados desde que Fidel se hizo con el poder (…) un encargo para asesinar a Payá, si fue eso lo que pasó, no sería raro”, señala.
O´Grady recuerda que en los días posteriores al accidente, corrió el rumor de que el activista sueco que también viajaba en el auto Jens Aron Modig había enviado un mensaje de texto a Europa desde el lugar del choque diciendo que el auto había sido empujado de la carretera por otro vehículo.
“Pero ni él ni Carromero lo han confirmado—escribe— y no se ha hecho público ningún mensaje. Otra teoría plausible es que el auto estaba siendo perseguido, algo no difícil de creer, pero que el choque fue realmente un accidente”.
Luego apunta que ni el español ni el sueco han hablado libremente sobre lo sucedido, y formula la hipótesis de que “quizá un vehículo del gobierno provocó el impacto y de repente el régimen cree que si retiene a Carromero por algunos años, los recuerdos se disiparán y para cuando salga libre y diga la verdad ya a nadie le importará”.
O´Grady dice que la decisión del régimen de politizar la muerte de Payá no ha hecho más que aumentar las sospechas de un complot, y reseña el editorial publicado en Granma que arremetió contra el español y el sueco y dio una lista de numerosas organizaciones alrededor del mundo que intentan ayudar a los disidentes, actividades que Cuba califica de "subversivas".
A juicio de la periodista, después de que el contratista estadounidense Alan Gross fue arrestado en 2009 y sentenciado a 15 años de prisión por ingresar equipo de comunicación satelital a la isla, “con lo que parece ser la captura de un segundo rehén, Raúl (Castro), el llamado reformador, está reiterando su línea dura”.
Según O´Grady, los Castro temen la creciente audacia de los disidentes para denunciar, organizarse y reunirse, y saben que el contacto con el mundo exterior los ha ayudado. "Abrirse" a los turistas –señala – nunca quiso decir permitirles que hicieran cosas peligrosas, como juntarse libremente con los cubanos.
Bajo el título de “Cuba suma otro rehén extranjero”, la autora del artículo, Mary Anastasia O´Grady, afirma que todo indica que el régimen cubano está usando las muertes de los disidentes Oswaldo Payá y Harold Cepero, y el encausamiento por homicidio doble del español Ángel Carromero para advertir a los extranjeros que “tengan cuidado” con sus afiliaciones políticas.
Tras calificar a Payá de pacifista “valiente, expresivo y recio en su convicción de que si los cubanos tan solo dejaran a un lado su miedo, podrían exigir la justicia y la equidad que la ley les otorga como derecho”, apunta que esa combinación única de “inteligencia, coraje y humildad lo hicieron la peor pesadilla de Castro”.
La periodista se hace eco de la posibilidad de que el régimen haya tenido que ver con el accidente que causó la muerte a los disidentes, lo que “no sería algo nuevo. Miles de cubanos que rechazaron alienarse han sido asesinados desde que Fidel se hizo con el poder (…) un encargo para asesinar a Payá, si fue eso lo que pasó, no sería raro”, señala.
O´Grady recuerda que en los días posteriores al accidente, corrió el rumor de que el activista sueco que también viajaba en el auto Jens Aron Modig había enviado un mensaje de texto a Europa desde el lugar del choque diciendo que el auto había sido empujado de la carretera por otro vehículo.
“Pero ni él ni Carromero lo han confirmado—escribe— y no se ha hecho público ningún mensaje. Otra teoría plausible es que el auto estaba siendo perseguido, algo no difícil de creer, pero que el choque fue realmente un accidente”.
Luego apunta que ni el español ni el sueco han hablado libremente sobre lo sucedido, y formula la hipótesis de que “quizá un vehículo del gobierno provocó el impacto y de repente el régimen cree que si retiene a Carromero por algunos años, los recuerdos se disiparán y para cuando salga libre y diga la verdad ya a nadie le importará”.
O´Grady dice que la decisión del régimen de politizar la muerte de Payá no ha hecho más que aumentar las sospechas de un complot, y reseña el editorial publicado en Granma que arremetió contra el español y el sueco y dio una lista de numerosas organizaciones alrededor del mundo que intentan ayudar a los disidentes, actividades que Cuba califica de "subversivas".
A juicio de la periodista, después de que el contratista estadounidense Alan Gross fue arrestado en 2009 y sentenciado a 15 años de prisión por ingresar equipo de comunicación satelital a la isla, “con lo que parece ser la captura de un segundo rehén, Raúl (Castro), el llamado reformador, está reiterando su línea dura”.
Según O´Grady, los Castro temen la creciente audacia de los disidentes para denunciar, organizarse y reunirse, y saben que el contacto con el mundo exterior los ha ayudado. "Abrirse" a los turistas –señala – nunca quiso decir permitirles que hicieran cosas peligrosas, como juntarse libremente con los cubanos.