Las maniobras de Nicolás Maduro en torno al Esequibo, una región en disputa con la República Cooperativa de Guyana, antigua colonia británica, rica en petróleo y otros minerales, es una estratagema peligrosa que pone en peligro los derechos ciudadanos, incluidas las elecciones, además de aumentar el riesgo de un conflicto armado.
El despotismo, con independencia de la ideología o los intereses de sus jerarcas, tiende a gestar crisis externas para justificar la represión, practica en la que Fidel Castro y Hugo Chávez fueron maestros, sin olvidar una de las operaciones más sangrientas de ese género, la decisión de la Junta Militar Argentina, en 1982, de invadir las islas Malvinas para promover sentimientos nacionalistas y afianzar la dictadura.
Un reciente ejemplo de estos gestos malévolos ha sido la reciente invasión de Ucrania por Rusia. Un mandato de Vladímir Putin, el mejor aliado de Cuba y Venezuela, que solo pretende perpetuarse en el poder a través de generar crisis constantes de carácter interno o externo.
Los autócratas, Castro y Chávez, recurrieron en numerosas ocasiones al cuento de la Nación en peligro para eliminar los derechos ciudadanos y galvanizar a sus partidarios alrededor de sus consignas, mientras entregaban la soberanía de sus respectivos países al mejor postor: Fidel Castro, a la extinta Unión Soviética; Hugo Chávez, a la quebrantada Cuba.
Estos personajes, muy hábiles en el arte de engañar, un derivado de su falta de escrúpulos, tergiversan las situaciones presentando a las naciones que representan, como agredidas por poderes imperiales, siendo ellos, a su vez, víctimas de tales agresiones, generando una espiral ascendente de simpatías a su favor, que se traduce en amplios respaldos.
Los hermanos Castro sometieron a los cubanos a costosas y falsas crisis periódicas de agresión externa que generaban en la población una profunda incertidumbre y odio al enemigo escogido, en este caso, Estado Unidos, situación que paradójicamente resultó contraria a las pretensiones castristas, porque un número importante de ciudadanos de la Isla siente hacia ese país una profunda y amplia simpatía.
Es fácil recordar las masivas movilizaciones de la población, y de los militares en las costas, o frente a la base naval de Guantánamo. Los estados de alerta, los arrestos preventivos que devenían en largos años de prisión, la construcción de túneles y depósitos subterráneos para armas y explosivos, que, al parecer, hacían imaginar al faraón caribeño que estaba construyendo una pirámide a través de la cual se eternizaría, aunque, a fin de cuentas, se tuvo que conformar con una piedra.
Estos sujetos nunca fueron patriotas, jamás se preocuparon por sus respectivas naciones. Los principios que proclamaban eran por oportunismo político, tal y como hicieron las autoridades cubanas en enero de 1981 en el Pacto Cubano Guyanés, en el que La Habana, a la sazón predio de Fidel, respaldaba explícitamente a Guyana en su diferendo territorial con Venezuela, reconociendo su soberanía en la zona en reclamación.
Por su parte, durante largo tiempo, Chávez, y tampoco Maduro, aludieron a la disputa de más de 200 años, en la que se dirimía un territorio mucho mayor que la isla de Cuba, pero con grandes yacimientos petroleros.
En ese entonces, la “patria amada” no requería de esas tierras porque ambos necesitaban apoyo de las organizaciones internacionales, particularmente en la comunidad del Caribe, en la que Guyana es protagonista, y es que la divisa principal de estos sujetos siempre ha sido, primero, el poder; la patria, si conviene, después.
Además, estos gestos chauvinistas tienden a obligar a la población, particularmente a los políticos, a asumir posiciones públicas de respaldo a la propuesta oficial so pena de ser acusados de traidores, lo que conduce al opositor a subordinarse a una proposición de su enemigo. En consecuencia, ha de ser muy cuidadoso al expresar sus consideraciones, para no quedar como indiferente ante un problema de carácter nacional, o causar fisuras que debiliten las ideas formuladas por la oposición.
Es, evidentemente, otra jugada sucia de Nicolás Maduro para enredar a la oposición, en la que esta tendrá que actuar con mucho cuidado. Aunque ruego por una situación similar en Cuba, en la que el déspota de turno en la Isla reclame la devolución de la base Naval de Guantánamo, y los opositores tengan la oportunidad de asumir una posición ante la demanda.