La conocida transformista cubana Paloma Dietrich murió el domingo en La Habana a consecuencia de una insuficiencia renal severa.
Con más de 35 años de carrera artística, Paloma, renombrada como "La Emperatriz", era considerada como un emblema del transformismo en la isla.
Su nombre verdadero era Leslie García Hernández y había nacido el 5 de marzo de 1966, informó a nuestra redacción su amigo, Roberto Llanes Arias.
Activistas y miembros de la comunidad LGBTIQ+, sumidos en la conmoción, han expresado en las redes sociales que Paloma Dietrich inspirará a las generaciones futuras a vivir con autenticidad y valentía.
“Hablar de Paloma Dietrich es hablar de un ser humano excepcional. Nosotros nos conocimos en la década del 90, en el año 96. Trabajamos algunas veces juntos. Para mí fue muy dolorosa su pérdida porque era joven aún”, dijo desde Camagüey a Martí Noticias, su colega y amigo, el también transformista Adriam García.
En sus inicios como cantante y transformista usó el nombre de Lisa López y luego de adoptar su nombre actual recibió numerosos reconocimientos como el Premio Festival Otoño (1993), el Premio Actuación en el Teatro Bejucal (1994), Premio La Mejor del Año (1995), el Gran Premio Conde (1997), el Gran Premio y Premio Imagen en el Festival Mirador (2000) y Gran Premio en los Premios Barcelona (2006).
“Últimamente estaba muy activa en show de cabarets, en los lugares de fiesta de La Habana. Fue una luchadora incansable por nuestra comunidad LGBTQ+ en Cuba que hasta hace pocos años no era definida de esta forma, éramos la comunidad gay. Es una pérdida irreparable porque es una diva del transformismo cubano, una diva de Cuba. Desde sus inicios fue una luchadora incansable por el arte del transformismo que fuimos tan perseguidos, tan humillados, tan maltratados en este país, porque soy de esa generación de transformistas que sufrimos todo tipo de atropellos”, resaltó el transformista.
El periodista cubano Yosmany Mayeta escribió en el medio Cuba Herald: "era más que una artista; era una innovadora que desafiaba las normas y celebraba la diversidad a través de sus actuaciones, que eran verdaderas obras de arte. Con su talento único, lograba capturar la atención y admiración de todos los presentes, dejándolos muchas veces «con la boca abierta», como relatan aquellos que tuvieron el privilegio de verla en escena”.