Cuando llega febrero a Cuba, con su efímero invierno, llega la Feria Internacional del Libro, la aventura cultural del año. Llegas y te abres paso entre las multitudes que compran artesanías y fritangas, circulas por los sofocantes pasillos de la Cabaña, intentando buscar los noveles escritos cubanos, y te atormentas entre los títulos, autores y temas repetidos; libros a precios “singulares” y un carnaval de literatura exprés. Y en ese contexto podrías preguntarte: ¿No escriben los jóvenes? ¿No piensan su país? ¿Cuál es el estado de salud de la literatura joven cubana?
“La literatura joven cubana es ciertamente bastante amplia, si bien no podría decir que profunda, hay distintas maneras de crear, pero a veces son superficiales, dijo el joven editor y escritor Julián Bravo, quién coordina talleres literarios y tiene a su cargo la revista digital independiente Confluencias. “A mí como editor me interesa buscar entre la literatura joven cubana, pero hay que leer mucha hojarasca antes de encontrar un libro que uno sienta que está realmente terminado.”
“Si me preguntaras por el estado de salud de la literatura cubana actual te diría que es bueno con tendencia a la agonía, o sea ahora todo parece estar muy bien, se están publicando cada vez más libros, hay cada vez más autores. Pero, a mi modo de ver, los autores están esquivando cuidadosamente a la situación real del país”, dijo Jos, un prolífico escritor.
Precisamente una de las problemáticas de la literatura cubana actual es una especie de empantanamiento temático, o más bien editorial; la tendencia es buscar espacios cómodos, pero que dejan fuera una visión crítica o realista de la sociedad actual.
“Desde hace unos años se dejó de hablar del llamado Realismo Sucio, se dijo que ya se había hablado mucho de jineteras, de p...., de homosexuales, de policías corruptos, de ministros corruptos, de balseros, de exsoldados traumatizados de Angola; pero por dejar de hablar de esos asuntos, no significa que se hayan resuelto”, dijo Jos.
Los lastres de la censura y la autocensura dentro de los dogmáticos espacios editoriales crean muros entre los creadores y sus públicos. El estrecho espacio que se genera en las casas editoriales del país deja a “sus hijos bastardos” fuera de las probabilidades de ver sus obras en papel y en su país. Así el encabezado de sus obras debería empezar como las cartas oficiales; “A quien pueda interesar:”
“Hay proyectos muy interesantes, que no se ponen censura a la hora de escribir, pero es cierto también que hay una autocensura, hay muchos autores jóvenes que escribir es pensar en publicar y en nombre de eso pactan con distintas cosas, distintos tratamientos temáticos que se hacen extraliterarios”, dijo Bravo.
“Todo el mundo sabe que la censura existe, existe en todas las sociedades, en la nuestra no hay un código establecido de censura, lo gracioso es que lo que algunas editoriales permiten, otras no lo permiten; y hay autores que se encuentran completamente censurados, porque en una editorial dijeron que era “problemático”, por lo tanto, las demás no la quieren publicar”, dijo Jos, quien opina que el tema de la censura en Cuba es asunto de silencio a voces.
La joven escritora Yania Suárez había organizado un evento para reunir estas “ovejas descarriadas”, pero no pudo desarrollarse porque “el CDR no lo permitió”, algo demasiado demodé pero que persiste, pero ella insiste en que los jóvenes se han apropiado de otros espacios alternativos.
“Hoy teníamos un encuentro con escritores jóvenes censurados, que, por supuesto no pueden estar en la Feria del Libro, pero existen, están produciendo, creo que uno de los signos de estos tiempos, gracias al internet, es que ya los autores no tenemos que irnos del país, podemos existir, aunque sea con una presencia mínima, en el ciberespacio, dentro de Cuba. Un grupo que nos hemos ido independizando de las instituciones”, dijo Suárez.
Se aprovechan así los nuevos espacios para la libertad creativa. Internet, el paquete de la semana y las revistas digitales se convierten en oportunidades para muchos autores que quieren contar sus historias sin morderse la lengua, o simplemente contar y ya, sin miedos ni paranoias absurdas.
Mientras Bravo nos insiste en que se están presentando publicaciones que implican una descentralización, que ya no pactan con el Estado. Suárez reconoce la importancia de la literatura en digital y de internet.
“La relación de los jóvenes escritores con las editoriales es como siempre, las editoriales tienen sus ofertas, tentadora, de premios de promoción, con su precio y uno lo acepta o no. Es como antes, con la diferencia de que antes te tenías que ir del país, no había opciones sin internet”, dijo Suárez. “Cuando se habla de literatura cubana, yo también pienso en la emigración; y la literatura cubana está bien, la gente está produciendo, y quizás se note más la diversidad gracias a Internet”.
No se puede hablar de literatura cubana, o cultura cubana, dentro de los límites físicos de la isla. La literatura cubana es plural y heterogénea y se escribe desde muchos sitios. Pues la obra exiliada, siempre regresa a casa en sus temáticas y reflexiones. El intento de despojar nuestra historia literaria de esos autores que se fueron en carne, pero no en espíritu, ha sido un absurdo superado por los lectores inteligentes que saben buscar y encuentran.
Hay una política en el país orientada a provocar la lectura como necesidad, sobre todo a los jóvenes, pero que se ve descompensada, por la oferta editorial; que no quiere solo que los jóvenes lean, intentan que lean lo que ellos consideran que deben leer. Ya no es época de panfletos políticos, ni soldados-superhéroes. Los jóvenes necesitan encontrarse dentro de estas páginas, y siguen viendo solo a sus abuelos.
“Yo creo que la catarsis es una necesidad humana y este pueblo está necesitado de un discurso distinto al discurso oficial que viene recibiendo hace 60 años, la gente necesita entretenimiento, pero también necesita también hacer catarsis”, Suárez, quien reconoce la necesidad de crear espacios literarios de debate. “Encontrar semejantes y no tener la conciencia fragmentada. Creo que, si la gente supiera que existe un espacio alternativo semejante a ellos y sus necesidades de libertad, los asumiría más.”
La paradoja de la literatura cubana para Jos está en el ser o no ser, o mejor dicho parecer.
“Creo que la literatura cubana se ve avocada a una disyuntiva más terrible, o escribes sobre la realidad, y no eres publicado en Cuba, o escribes sobre las tragedias metafóricas, los problemas existenciales de los jóvenes escritores cubanos, eres publicado, pero nadie te lee”, dijo Jos.
Guillermo Tell sigue negado a ponerse la manzana en la cabeza, y sigue controlando las flechas que usa su hijo. Pero ya su hijo sabe construir sus flechas propias, y esto asusta mucho más. Así la nueva generación literaria cubana, se niega a callar, y circula anónima entre los feriantes de La Habana, y aunque en los estantes no vea sus obras publicadas, guiña confidente a ese lector, que ya no lo busca en la Feria, porque ya lo encontró en esos espacios otros.