Muy pocos lo conocen por Eugenio, sino por “Yin”, o simplemente Pedraza Ginori. Se trata un hombre de la televisión cubana que dirigió por tres décadas a músicos, actores, cómicos y bailarines.
Recientemente publicó “Memorias cubanas. Eugenito quiere televisión” y “Memorias cubanas. Quietecito no va conmigo”, ambas a la venta en Amazon.
Pedraza Ginori trabajó treinta años en la televisión cubana. Desde 1965 hasta 1995 en que decidió quedarse en un viaje de trabajo que hizo a Galicia, España.
En la pantalla chica cubana dirigió Juntos a las 9/ A la hora del cañonazo, Teatro ICRT, Joven Joven (1983-1986), En vivo, con Germán Pinelli y Verónica Lynn, entre otros.
Radicado en la península ibérica, Pedraza se dispuso a escribir una bitácora digital desde 2013, donde dio rienda suelta a la memoria y sin las restricciones de espacio que imponen las redacciones armó El blog de Pedraza Ginori.
Unas horas antes de viajar a Miami concedió esta entrevista a Martí Noticias. Ginori habló de la censura en Cuba, de sus inicios en el medio televisivo que le dio rostro ideológico a la revolución cubana y de artistas que gozaron de gran popularidad como Mirtha Medina, Alfredo Rodríguez o los maestros que integraron el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro.
Cuentas tu historia, -tu Tv cubana- como un fade out, que pasó de ser un adelanto en América Latina a convertirse en un mecanismo de propaganda y adoctrinamiento. ¿Cómo se puede trabajar en un medio así?
La televisión cubana nació en 1950 y en muy poco tiempo se convirtió en la primera de habla hispana. El arrojo de los empresarios cubanos que apostaron en serio por el nuevo medio audiovisual, el talento de nuestros técnicos, creadores e intérpretes que se volcaron en ella y el apoyo masivo de la población fueron factores fundamentales para el increíble desarrollo que logró la TV cubana en los años 50. La cantidad y calidad de su programación la colocó en el segundo lugar del mundo, detrás de la poderosa industria norteamericana.
Mientras los grandes países europeos emitían sólo unas pocas horas diarias o simplemente no tenían TV (en España se inauguró en octubre de 1956), Cuba marcaba el paso en América Latina con tres grandes cadenas que cubrían todas las provincias de la isla y generaban cada día, desde la mañana a la noche, un alto número de programas en vivo: CMQ TV Canal 6, Televisión Nacional Canal 4 y Telemundo Canal 2. La oferta se completaba con emisoras de alcance limitado, dedicadas básicamente a transmitir programas sencillos, series y películas, como las habaneras CMBF TV (Canal 7), Canal 10, Canal 11 y hasta una emisora, Canal 12, que hizo de Cuba el segundo país del mundo, tras Estados Unidos, en tener televisión en colores con programación diaria.
Tras el triunfo de la revolución, la TV fue nacionalizada y puesta al servicio del nuevo régimen. Pero no nos engañemos, siempre fue un mecanismo de propaganda. Antes de 1959 vendía detergentes, cigarros y cervezas. Después, ideología. Creo que el gran error de los administradores socialistas del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) fue su estrechez de miras, el considerarla solamente como un instrumento de difusión de mensajes políticos. Esto les hizo perder la oportunidad histórica que se les presentó de aprovechar las posibilidades del medio y desarrollarlo como un poderoso instrumento de difusión cultural y mejoramiento social.
¿Dónde empieza P. Ginori y dónde termina en la TV cubana?
Tras varios años de trabajo en Radio Progreso y en el Teatro Musical de La Habana, me incorporé en 1965 a un curso de formación de directores convocado por el ICRT. Pocos meses después, comencé una larga etapa como director, guionista y productor que duró hasta 1992.
Siempre estuviste muy ligado a la música, tus memorias empiezan con una sabrosa anécdota con el gran Carlos Embale.
La música ha jugado un papel fundamental en mi vida personal y profesional. Como autor tengo casi un centenar de obras compuestas, casi todas como letrista. La mayor parte de mis programas fueron musicales y eso me dio la oportunidad de trabajar con grandes intérpretes y creadores, muchos de los cuales se convirtieron en mis amigos. Así que resulta lógico que la música ocupe un lugar destacado en mis memorias escritas.
El libro está atravesado por el mecanismo diabólico que es el Departamento Ideológico del PCC, lo que trajo consigo despidos, cárcel, ostracismo, censura y hasta actos de repudio. ¿Cuál es tu lección de ver cómo funciona un fenómeno así?
No conocí en detalle cómo funcionaba internamente la estructura superior que dirigía al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). Pero sufrí muchas veces las consecuencias de su línea política, basada fundamentalmente en establecer mecanismos de censura y represión. Era muy difícil trabajar dentro de sus estrechas coordinadas pero se podía. Todo sistema, por cerrado que parezca, genera sus propias brechas y por ellas se cuela uno si tiene habilidad para hacerlo.
En tantos años haciendo televisión viste florecer a unos artistas y decaer a otros. ¿A quiénes recuerdas más cercanos a ti y cómo fue esa relación?
El parámetro que me hizo acercarme a un artista fue su profesionalismo, la seriedad con que desarrollaba su carrera. Por ello, me sentí muy a gusto trabajando con Mirtha Medina, Alfredo Rodríguez, Amaury Pérez Vidal, Miguel Ángel Masjuán, Georgia Gálvez, el Septeto Nacional, Juan Formell y sus Van Van, Osvaldo Rodríguez y otros que lamento no recordar en este momento.
Una de tus anécdotas describe a la actriz Ana Lasalle como una “Doña tijeras”, encargada de la censura personalmente. Por lo que veo eres de los tantos que atestiguas su fama de “miliciana”.
A Ana dedico todo un capítulo de mis memorias. Fue un personaje de muchas facetas, respetada como actriz, que lamentablemente se convirtió en una militante fundamentalista a tiempo completo, dedicada a perseguir lo que ella consideraba que dañaba a la revolución.
Dedicas tus páginas finales a la controversial actriz y presentadora Consuelito Vidal. ¿Cuál es tu retrato de una figura tan polémica?
Con Consuelo trabajé infinidad de veces, ella estuvo presente en muchos de mis mejores programas y eventos. Y eso propició que nos convirtiéramos en grandes amigos. En lo personal, guardo de ella muy buenos recuerdos y su figura tiene todo mi respeto. Desde el punto de vista profesional, creo que ha sido la más grande presentadora cubana de todos los tiempos.
El capítulo de “Las listas negras” es un ejemplo de la censura oficial en Cuba. ¿Es cierto que nunca viste una lista redactada donde se prohibiera a Meme Solís, Olga Guillot o Celia Cruz? ¿Quién comunicaba entonces la prohibición verbal de no televisar a un artista, cuánto tiempo durabas en la ‘lista negra’ y quién decidía cuando salir de ella? ¿A qué enlistados recuerdas?
Si existió una lista negra escrita en un papel, yo no la vi. Los dirigentes eran los encargados de comunicar verbalmente a los directores los nombres de quienes no se podían programar. En el caso de los intérpretes cubanos que eligieron salir del país, la censura era total e indefinida. El período de prohibición de un artista residente en el territorio nacional podía durar más o menos, pero nunca nos explicaban los motivos que se tomaban en cuenta para imponer o finalizar una sanción.
Tú les llamas “enlistados”, nosotros les decíamos “planchados”. Recuerdo, entre ellos, a los grupos de rock que se movían fuera del circuito oficial, a Bobby Jiménez, Bobby Leonard, Celeste Mendoza, Frank Domínguez, José Valladares, Rolo Martínez, Marusha...
¿Cómo llegas a España y por qué te vas?
En 1992, en pleno Período Especial, se me presentó una oportunidad de trabajar como profesor en una institución de imagen y sonido de Galicia y la aproveché. El ambiente en Cuba era más asfixiante aún del que había sido y decidí salir a respirar aire fresco. Desde entonces, vivo fuera de la isla.
Agradecemos esta entrevista al escritor cubano Rafael Saumell. Siga a Luis Felipe Rojas en @alambradas