El desenlace histórico del acontecer cubano desde la colonia hasta el presente no parece que vaya a conducir felizmente a la fruta madura, sino a la decepcionante conclusión de la fruta podrida.
Como el pastor en la fábula de Esopo que gritaba “Ahí viene el lobo” y un buen día nadie le hizo caso, el mentiroso pastorcillo criollo ya empalaga con su sonsonete de la “fruta madura”. Una antigua psicosis nacional traducida en una distorsión de la realidad que exagera el interés de Estados Unidos por Cuba como si la isla fuera el ombligo del mundo.
En primer lugar, las circunstancias geopolíticas actuales no son las mismas de las existentes en 1823, cuando el presidente norteamericano John Quincy Adams formuló su conocida directriz: “Hay leyes de gravitación política, como leyes de gravitación física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la Unión”. En segundo lugar, el desenlace histórico del acontecer cubano desde la colonia hasta el presente no parece que vaya a conducir felizmente a la fruta madura, sino a la decepcionante conclusión de la fruta podrida.
Un pueblo juicioso como el de Japón, por ejemplo, en lugar de adoptar la retórica estridente y demagógica de una inconsolable víctima, la llamada “cultura de la queja”, se sobrepuso a la amargura de la derrota y la terrible experiencia de dos ataques nucleares, convirtiendo a su enemigo del pasado en su aliado del futuro.
Así mismo, concluida la dictadura franquista, España optó por un sistema democrático que abrió las puertas a todos los sectores políticos, incluido el Partido Comunista, con plenas garantías para ejercer en la vida nacional. Los antiguos enemigos de la guerra civil española, desde Santiago Carrillo hasta Dolores Ibárruri, La Pasionaria, volvieron al país para permanecer en él o visitarlo, como si nada hubiera pasado.
Mientras tanto, un trastorno obsesivo-compulsivo parece comprometer cada vez más el comportamiento del pueblo de Cuba. Atrapado en un callejón sin salida, impelido por la consigna de abandonar el país o escapar de la realidad interna sumergiéndose en el vicio y la corrupción, se va difuminando la identidad nacional sobre todo entre la juventud. Paradójicamente, ningún partido o dirigente político ha fomentado tanto como la presente cúpula gobernante cubana el concepto de la fruta madura, provocando consciente o inconscientemente una inmigración masiva hacia Estados Unidos. Quién sabe si después de todo John Quincy Adams tenía razón cuando invocó la ley de gravitación universal descubierta por Isaac Newton.
En primer lugar, las circunstancias geopolíticas actuales no son las mismas de las existentes en 1823, cuando el presidente norteamericano John Quincy Adams formuló su conocida directriz: “Hay leyes de gravitación política, como leyes de gravitación física, y Cuba, separada de España, tiene que gravitar hacia la Unión”. En segundo lugar, el desenlace histórico del acontecer cubano desde la colonia hasta el presente no parece que vaya a conducir felizmente a la fruta madura, sino a la decepcionante conclusión de la fruta podrida.
Un pueblo juicioso como el de Japón, por ejemplo, en lugar de adoptar la retórica estridente y demagógica de una inconsolable víctima, la llamada “cultura de la queja”, se sobrepuso a la amargura de la derrota y la terrible experiencia de dos ataques nucleares, convirtiendo a su enemigo del pasado en su aliado del futuro.
Así mismo, concluida la dictadura franquista, España optó por un sistema democrático que abrió las puertas a todos los sectores políticos, incluido el Partido Comunista, con plenas garantías para ejercer en la vida nacional. Los antiguos enemigos de la guerra civil española, desde Santiago Carrillo hasta Dolores Ibárruri, La Pasionaria, volvieron al país para permanecer en él o visitarlo, como si nada hubiera pasado.
Mientras tanto, un trastorno obsesivo-compulsivo parece comprometer cada vez más el comportamiento del pueblo de Cuba. Atrapado en un callejón sin salida, impelido por la consigna de abandonar el país o escapar de la realidad interna sumergiéndose en el vicio y la corrupción, se va difuminando la identidad nacional sobre todo entre la juventud. Paradójicamente, ningún partido o dirigente político ha fomentado tanto como la presente cúpula gobernante cubana el concepto de la fruta madura, provocando consciente o inconscientemente una inmigración masiva hacia Estados Unidos. Quién sabe si después de todo John Quincy Adams tenía razón cuando invocó la ley de gravitación universal descubierta por Isaac Newton.