Convocando a una histórica marcha y entregándose, Leopoldo López expuso su vulnerabilidad individual; dejando claro que su escudo no depende del muchas veces sobrevalorado ciberespacio, sino del mundo real.
El nombre de Albert Einstein se consideró por un tiempo, sinónimo de fracaso escolar; también el de Thomas Edison, que estudió sólamente 2 años en el sistema de educación formal; e incluso el de Beny Moré, a quien todos los cubanos conocemos como El Bárbaro del Ritmo, y que con mucho trabajo aprendió a leer las notas en el pentagrama musical.
Estos y otros ejemplos, hacen que yo forme parte de ese grupo de personas que, sin apoyatura científica, considera que con el talento se nace; y que luego, como corresponde, la academia perfila las habilidades innatas.
En política, para mí funciona igual, pues yo no comparto la idea estructurada de que un líder se construye de la nada. El liderazgo es la capacidad de comunicarse con un grupo de personas, influir en sus emociones para que se dejen dirigir, compartan las ideas del grupo, permanezcan en el mismo, y ejecuten las acciones o actividades necesarias para el cumplimiento de uno o varios objetivos.
Por ejemplo, y con todo respeto, en mi país (me refiero tanto a las filas del gobierno, como a las de la oposición) yo puedo ver jefes; pero no líderes. En Venezuela otro gallo canta; Leopoldo López, tataranieto de Concepción Amestoy Palacios (sobrina de Simón Bolívar), y de Cristóbal Mendoza (primer presidente de Venezuela), nació con predisposición política y en sus genes lleva el líder.
No es mi intención venderme como historiador, no lo soy, y contar al detalle los hechos que por estos días fijan nuestra atención en Caracas; pero sí deseo señalar que en similar situación, cualquier histérico desatinado, irresponsable locuaz, o enfermo de protagonismo, habría arrastrado a ese país hacia una guerra civil y a un irremediable baño de sangre. Pero sólo un estratega político es capaz de llevar a un gobierno poderoso, soberbio y despiadado al límite del jaque mate.
Convocando a una histórica marcha y entregándose, Leopoldo López expuso su vulnerabilidad individual; dejando claro que su escudo no depende del muchas veces sobrevalorado ciberespacio, sino del mundo real, de una masa popular, sobre todo estudiantil, que habita un tanto más allá de la pantalla del computador y del “like” en las redes sociales. Tan es así que, después de su encarcelamiento, hemos visto un considerable incremento en las protestas de personas reales en las calles de Venezuela.
El mandatario Nicolás Maduro, más que una papa caliente en las manos, lo que está es a punto de quemarse. Sabe que de liberar a López, corre el riesgo de la desmoralización, y la temida consecuencia de una perdida del control; pero si le deja en prisión, y no cesan las manifestaciones, el peligro puede ser mayor.
Llamar al diálogo fue una importante y muy socorrida decisión del guagüero bolivariano, que por el momento cuenta con la fuerza militar y el poder institucional; pero hoy la opocisión posee el switch que puede hace estallar esa bomba popular de incalculable potencia expansiva.
La fuerza oficial reprime en las calles a miles de jóvenes que no se amedrentan y parecen ducharse con Red Bull. Creo que llegó el momento de sentarse y no dejar nada en el tintero. La liberación de Leopoldo López, la unificación de un país dividido, la urgente mejoría de un pueblo, …y hasta una salida negociada para Maduro.
Esta vez ganará Venezuela gracias al acto oportuno de un líder sabio y responsable.
Estos y otros ejemplos, hacen que yo forme parte de ese grupo de personas que, sin apoyatura científica, considera que con el talento se nace; y que luego, como corresponde, la academia perfila las habilidades innatas.
En política, para mí funciona igual, pues yo no comparto la idea estructurada de que un líder se construye de la nada. El liderazgo es la capacidad de comunicarse con un grupo de personas, influir en sus emociones para que se dejen dirigir, compartan las ideas del grupo, permanezcan en el mismo, y ejecuten las acciones o actividades necesarias para el cumplimiento de uno o varios objetivos.
Por ejemplo, y con todo respeto, en mi país (me refiero tanto a las filas del gobierno, como a las de la oposición) yo puedo ver jefes; pero no líderes. En Venezuela otro gallo canta; Leopoldo López, tataranieto de Concepción Amestoy Palacios (sobrina de Simón Bolívar), y de Cristóbal Mendoza (primer presidente de Venezuela), nació con predisposición política y en sus genes lleva el líder.
No es mi intención venderme como historiador, no lo soy, y contar al detalle los hechos que por estos días fijan nuestra atención en Caracas; pero sí deseo señalar que en similar situación, cualquier histérico desatinado, irresponsable locuaz, o enfermo de protagonismo, habría arrastrado a ese país hacia una guerra civil y a un irremediable baño de sangre. Pero sólo un estratega político es capaz de llevar a un gobierno poderoso, soberbio y despiadado al límite del jaque mate.
Convocando a una histórica marcha y entregándose, Leopoldo López expuso su vulnerabilidad individual; dejando claro que su escudo no depende del muchas veces sobrevalorado ciberespacio, sino del mundo real, de una masa popular, sobre todo estudiantil, que habita un tanto más allá de la pantalla del computador y del “like” en las redes sociales. Tan es así que, después de su encarcelamiento, hemos visto un considerable incremento en las protestas de personas reales en las calles de Venezuela.
El mandatario Nicolás Maduro, más que una papa caliente en las manos, lo que está es a punto de quemarse. Sabe que de liberar a López, corre el riesgo de la desmoralización, y la temida consecuencia de una perdida del control; pero si le deja en prisión, y no cesan las manifestaciones, el peligro puede ser mayor.
Llamar al diálogo fue una importante y muy socorrida decisión del guagüero bolivariano, que por el momento cuenta con la fuerza militar y el poder institucional; pero hoy la opocisión posee el switch que puede hace estallar esa bomba popular de incalculable potencia expansiva.
La fuerza oficial reprime en las calles a miles de jóvenes que no se amedrentan y parecen ducharse con Red Bull. Creo que llegó el momento de sentarse y no dejar nada en el tintero. La liberación de Leopoldo López, la unificación de un país dividido, la urgente mejoría de un pueblo, …y hasta una salida negociada para Maduro.
Esta vez ganará Venezuela gracias al acto oportuno de un líder sabio y responsable.