Para iniciar este tema haré la diferencia entre lo que es un refugiado y un migrante.
Los refugiados son personas que huyen de conflictos armados, persecución, o de situaciones tan peligrosas en intolerables, que cruzan fronteras para buscar seguridad en países cercanos o lejanos. Buscan ser reconocidos como tales por los estados, el ACNUR y otras organizaciones. Necesitan asilarse porque no pueden regresar a sus países al tener como consecuencia la muerte.
Uno de los principios fundamentales del derecho internacional, es que los refugiados no deben ser expulsados o devueltos a las situaciones en que sus vidas y su libertad puedan verse amenazadas. Ellos buscan que sus derechos humanos básicos sean respetados, se les permitan vivir en condiciones dignas y seguras, mientras los ayudan a encontrar una solución a mediano o largo plazo.
Son personas que se ven apartadas del lugar donde viven, de su círculo afectivo, de su tierra, teniendo que dejar sus raíces familiares, sociales, culturales y que empiezan a experimentar un sentimiento extraño de desarraigo, que afecta su identidad, socialización y psicología del individuo. La angustia, miedo, pobreza, soledad, frustración y muchas veces rechazo, los hacen considerar que han perdido una parte de su ser, que sus raíces han sido cortadas y que han dejado todo lo conocido, para caer en la incertidumbre.
Los migrantes eligen irse no porque haya una amenaza directa de persecución o muerte, sino buscando mejorar sus vidas a través de otras fuentes de trabajo, superar el hambre que se instala por cambios climáticos o por gobiernos tiránicos, por reunificación familiar, educación o por muchas otras razones. A diferencia de los refugiados, ellos sí pueden volver a sus países y disfrutan de la protección de su gobierno.
No se pueden mezclar los dos términos, por las protecciones legales específicas que requieren los refugiados. A nivel mundial estamos viendo un fenómeno de traspaso masivo de fronteras, en la cual se mezclan refugiados y migrantes. Lo he vivido en carne propia, yo soy un refugiado.
En los Juegos olímpicos de Río 2016, participaron por primera vez un grupo de diez atletas refugiados originarios de diferentes países del mundo. Como todas las delegaciones ellos desfilaron con una bandera, pero la de ellos era portadora del símbolo de los olímpicos, que representa la unión y respeto entre continentes.
Así surgió la iniciativa llamada The Refugee Nation, que creó una bandera para el equipo olímpico buscando que ese grupo tuviera una identidad propia, mostrara su condición de refugiados y creara conciencia de lo que eso significa.
La idea de la bandera surgió de los chalecos salvavidas usados por tantos refugiados en sus peligrosas travesías marítimas, manteniendo el color naranja con una franja negra delgada que se integra transversalmente en el tercio inferior de la bandera. El diseño es de Yara Said, una artista siria refugiada en Amsterdam desde el 2014, el mensaje para el mundo a través de esa bandera es: “Estamos aquí, somos fuertes, somos humanos y vamos a seguir adelante”.
Aparte de la bandera, el compositor sirio, refugiado en Estambul, Moutaz Arian, compuso un himno y diseñó un logotipo en tres versiones de color para complementar los mensajes.
El Comité Olímpico no permite a los atletas llevar banderas a las competiciones, solo las que estén en sus uniformes, entonces los encargados de The Refugee Nation, repartieron banderas entre el público asistente para apoyar así a los atletas refugiados.
En los juegos olímpicos y paralímpicos de Tokio 2020, también han estado presentes los equipos de los refugiados. En los olímpicos, 29 refugiados que integraron dicho equipo y procedentes de once países entre ellos Siria, Sudán del Sur, Irán, Afganistán, Eritrea, Irak, República del Congo y Venezuela, entre otros, entraron al estadio en segundo lugar después de Grecia, que tradicionalmente encabeza el desfile de los países participantes.
Los abanderados fueron la nadadora siria Yusra Mardini y el maratonista Tachlowini Gabriyesos que huyó de Eritrea. Portaron la bandera blanca con los cinco anillos olímpicos, el equipo vestido de azul marino, fue recibido por el presidente del COI, Thomas Bach que dijo en el discurso de apertura: “Queridos atletas refugiados, con su talento y espíritu humano demuestran el enriquecimiento que suponen las personas refugiadas para la sociedad”.
“Han tenido que huir de sus hogares por violencia, hambre o simplemente por ser diferentes, Hoy les damos la bienvenida con los brazos abiertos y les ofrecemos un hogar tranquilo. Les damos la bienvenida a nuestra comunidad olímpica”, declaró Bach.
La entrada del Equipo Olímpico de los Refugiados fue un momento de orgullo para todos quienes los han apoyado y para ACNUR. Ellos representaron a más de 82 millones de personas refugiadas en diferentes partes del mundo.
ACNUR ha trabajado de la mano del COI desde 1994, para que la juventud afectada por los desplazamientos tenga acceso al deporte. Antes de estas Justas, el COI apoyó a 56 personas con becas para atletas refugiados, con el propósito de reforzar sus esfuerzos de clasificación.
En cuanto a la representación paralímpica de refugiados, el equipo se compuso de 6 participantes, 5 hombres y una mujer, la primera en participar en esas competencias. Algunos resultaron heridos en guerras y otros sufrieron enfermedades o lesiones que les cambiaron sus vidas
Esta mujer, Alia Issa, la primera “paratleta”, la más joven del equipo con 20 años, es de origen sirio y refugiada en Grecia, competirá en Club throw, que es una prueba especializada para los deportistas que no pueden sostener la jabalina, la bala o el disco. Ella contrajo viruela a los 4 años, (una enfermedad que se pensaba erradicada del mundo), dejándole daños cerebrales que afectaron su parte física e intelectual. Descubrió el deporte hace tres años, por su constancia y dedicación, ahora ella compite a nivel internacional.
Cada participante es una historia llena de pasajes dolorosos y finalmente de grandiosa superación.