Jorge Luis Rodríguez Hernández, poeta y periodista nacido en el corazón de la ciudad de Matanzas, fue una especie de dínamo que pasó a ser leyenda para los jóvenes matanceros con inquietudes que el "stablishmen" no podía, ni quería satisfacer. Aunque no era mayor en edad que el resto de los integrantes de aquel grupo hambriento de ideas, muchos nos alimentamos y crecimos al calor de sus versos y su osadía contestataria. A lo largo de los años, la gratitud ha crecido, alimentada por la buena memoria.
¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?
Hace cuarenta años que me tocó protagonizar junto a más de 125 mil cubanos el éxodo que define a la Generación del Mariel. El detonante que nos impulsó a marcharnos de Cuba fue el asalto a la embajada del Perú, en La Habana, por parte de un grupo de civiles a bordo de un autobús público, el 4 de abril de 1980, con el objetivo de entrar al recinto y solicitar asilo político.
En respuesta a eso, Fidel Castro amenaza a la embajada del Perú con retirar la protección de custodios si no entregan a los asaltantes. La embajada se niega y les concede protección diplomática. Fidel cumple su amenaza y hace público que todo el que quiera asilarse en la embajada podrá hacerlo sin represalias.
La respuesta de la población desborda las previsiones del gobierno cubano, y en solo unos días, más de 10,800 cubanos se refugian en los jardines de la embajada.
Castro, encolerizado ante esa reacción, anunció la apertura del puerto Mariel, a unos 40 kilómetros de La Habana, para quien quisiera emigrar del país y autoriza a los exiliados en Miami que quieran recoger a sus familiares, a que atraquen sus embarcaciones en el puerto Mariel, al oeste de La Habana, y se lleven a todo el que quieran, de ahí que se les conozca desde entonces como los Marielitos.
“Marielito” fue originalmente un término despectivo, pero a manera de contracultura se convirtió en una afirmación de orgullo e identidad cubanoamericana, como había ocurrido antes con los términos chicano para los méxicoamericanos, o negro para los afroamericanos.
La autodefinición de la Generación del Mariel se gestó en las páginas de varias gacetas de arte y literatura cuya publicación emprendimos los exiliados: la revista MARIEL, en New York, dirigida por Juan Abreu, Reinaldo Arenas y Reinaldo García Ramos; TÉRMINO, en Cincinnati, Ohio, dirigida por Roberto Madrigal y Manuel E. Ballagas; UNVEILING CUBA, en Nueva York , Ismael Lorenzo y Vicente Echerri; LINDEN LINE MAGAZINE, en Princeton, Heberto Padilla y Belkis Cuza Malé; GUÁNGARA LIBERTARIA en Miami, y NOTICIAS DE ARTE en New York.
Los escritores que salíamos hicimos eco internacional en los medios de prensa sobre los atropellos que estaban ocurriendo en nuestra isla durante los meses de abril y mayo de 1980.
Gloria Leal, en aquel entonces directora de la revista de El Nuevo Día en Puerto Rico, me publica con diseño de portada un artículo de dos páginas donde escribí:
"El asunto se generalizó cuando Granma publicó un editorial que concluía expresando: las masas no entienden de sutilezas diplomáticas. Ahora el pueblo tomará la justicia en sus manos.
Los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) y la CTC (Central de trabajadores de Cuba) fueron las organizaciones a través de las cuales se canalizó la cacería de aquellas personas que de una forma y otra habían manifestado su decisión de abandonar el país. Añádase a esto la lamentable movilización de centros escolares mediante la Unión de Pioneros de Cuba(UPC) para participar en la campaña.
Estas demostraciones exigían para su eficiente realización, llevar al frente un ciudadano que fuese paseado por la ciudad, vilipendiado, insultado hasta el delirio, e inicialmente rociado de inmundicias, luego los huevos y alimentos en descomposición fueron sustituidos por piedras y palos. Esto fue una actividad realmente masiva. No se trató de casos aislados ni contadas excepciones, como algunos han querido hacer ver, sino de un amplio movimiento contra miles de personas.
Las mujeres eran víctimas especialmente codiciadas, por la diversión que resultaba el despojarlas de sus ropas en la calle".
¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?
“Dadme sus cansados, sus pobres,
sus masas angustiadas que desean respirar libres,
el sobrante desgraciado de vuestras repletas costas.
Mándeme aquellos, los sin hogar, los arrojados a la tempestad,
Yo levantaré mi lámpara junto a la puerta dorada.”
Así rezan los versos de Emma Lazarus inscriptos en la base de la estatua de La libertad, la escultura de Bartholdi y Eiffel emplazada en medio del puerto de New York. Las siete puntas de su corona representan los siete continentes y siete mares. Queremos un mundo donde quepan muchos mundos. Yo esperaba encontrar La libertad.
¿Qué encontraste?
Encontré La libertad. Los extranjeros, los inmigrantes, los refugiados en cualquier parte del mundo, casi siempre han encontrado desconfianza, racismo y discriminación, lo cual no faltó en el caso de los Marielitos.
Pero los refugiados en cualquier parte del mundo, como los Marielitos, también han encontrado mucho amor, muchos desconocidos que abren sus puertas y sus corazones al forastero. Quizá ese sea el peso de otra estatua y otros versos. La justicia ciega es la estatua de Hans Giengen erigida en 1543 en Berna, Suiza, en cuya balanza se han de equilibrar las fuerzas de la razón que enuncia la poesía de Baquílides. La libertad no es regalo ni panacea.
¿Qué es para ti La libertad?
"Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía", escribió José Martí en Tres héroes (La Edad de Oro), y esas palabras conquistaron mi alma desde que aprendí a leer.
Para mí, La libertad es La libertad de expresión.
¿Qué has aprendido durante el proceso?
Aprendí a ser poeta y a ser periodista. La poesía no tiene tiempo ni espacio, pero define al tiempo y al espacio del hombre.
El periodismo debe ser como el pan nuestro de cada día, el periodismo debe alimentarnos con verdades al alcance de todos.
¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?
Las experiencias vividas son poemas que resuenan en un baile de estatuas.
La tempestad se desencadenó entre las tinieblas de los años 70; en un lugar paradójicamente llamado Parque de la Libertad donde yo declamaba mis poemas alternando con María Elena Cruz, una muchacha extraordinaria, la cual cantaba acompañándose con su guitarra. La policía nos mandaba a callar, nos arrestaban, nos tachaban de silencio.
En el centro del Parque hay dos egregias esculturas del italiano Salvatore Buemi rodeadas de blancos rosales: una representa la Estatua de la Libertad simbolizada por una mujer con las cadenas rotas en sus manos y lanzando el grito de ¡Libertad! y coronando la escena, a más de cuatro metros de altura la figura de José Martí.
Con el paso del tiempo las pesadillas y persecuciones llenaban la ciudad y los poetas, los artistas, y las flores, eran cada vez más peligrosos.
El concepto de Patria nace en el parque de mi ciudad natal y crece entre estatuas que bailan en el infinito del hombre, en esa región del cambio y la poesía llegan a la gran Patria del mundo. Mi verdadera Patria está en mi corazón. Siempre.