Joel Rojas Pérez: "Era el "ultrajador" del más alto símbolo del pueblo de Cuba"

Joel Rojas Pérez . Pintor nacido en Cuba

Joel Rojas Pérez, pintor (confieso que iba a escribir artista plástico, pero, en honor a la verdad, ese neologismo no me convence) que, como muchos de nosotros nació y vivió en Cuba casi toda su juventud. Es un artista dotado de una sensibilidad que llega a conmover tanto a sus amigos como a quienes no lo son. Como muchos de nosotros, Joel Rojas Pérez, el hombre y el pintor, malherido de patria, debió cruzar el Estrecho de La Florida para recomponerse y, a partir de esa re-composición, sanar para poder seguir viviendo, o sea, creando.

¿Cuál fue el detonante que te impulsó a marcharte de Cuba?

En el año 1989 yo estudiaba en el ISA, había en ese momento un movimiento crítico en la plástica que, en mi caso, venía creciendo con las noticias de Novedades de Moscú, Sputnik, Tiempos Nuevos y otras publicaciones que, por venir de la metrópolis Soviética, aún no habían censurado, algo que finalmente hicieron. Eran años de papel, no te podías informar de ninguna forma que no fuera por lo que se publicaba.

El Muro de Berlín vino abajo y nadie decía nada, corría el rumor, oía por primera vez la palabra Stasi. Recuerdo que Gorbachov visitó Cuba aquel año, venía a tratar de hacer cumplir también en la colonia su Perestoika. Un amigo que hablaba ruso hizo unos carteles que decían algo tan ingenuo como "El arte te saluda", cosas así y salimos a la calle, a 5ta avenida por donde pasaría, llegaron en un camión militar y nos arrebataron los carteles. Por poco nos llevan, mi amigo explicaba lo que decían los carteles y ellos que éso no estaba autorizado, que sólo el cartel oficial de la foto con el bienvenido debajo se podía tener.

Vi las cosas claras ese día, nosotros teníamos a nuestro Stalin aún joven, y no habría cambios, el ciclo de terror para nosotros aún tendría que cumplir muchos años, sentí la insularidad por primera vez. Pinté entonces "El David" y "Naturaleza Muerta", eran pinturas que criticaban directamente a Castro, obras de gran formato, y se desataron los demonios en la facultad, vino sobre mi una avalancha de sucesos que terminó con una reunión a donde me llevaron engañado a supuestamente discutir con los profesores, filósofos y organizaciones políticas mis obras que ya ellos habían secuestrado.

No estaban allí mis obras, era un engaño, una encerrona, pregunté por mis obras, había muchos desconocidos allí, varios en uniforme del MININT, me dijeron que no hacían falta, salí de allí, !Huye!, me dije, !sal de aquí! y los dejé allí, sin nadie a quien linchar. En la salida, casi en la de los Tres Arcos del ISA, ya empezaba a ver la realidad como en cámara lenta y mi mente se lanzaba en un torbellino. Esas dos sensaciones me provocaron una estado rarísimo, como quien flota por un túnel.

Me alcanzó Villa, el decano de la facultad, "Regresa, me dijo, vamos a hablar. Quizá las obras, las ideas, se te fueron de las manos" Le contesté que no, que mis pinturas eran lo que yo quería, que no entraba más allí, que nadie me había regalado estar en esa escuela, que estaba allí por mi esfuerzo y mi pintura, que me engañaron y no les haría el honor. Me expulsaron del ISA, terminé con una resolución del ministro de cultura Armando Hart, que aún tengo enmarcada en un rincón de la casa, donde quedaba constancia de que yo era el enemigo. El ultrajador del más alto símbolo del pueblo de Cuba.

Me quitaron mis obras, no se si habrá otro caso de expropiación de su obra al autor en Cuba, debe existir, de allí salí hacia el hospital con una obstrucción intestinal que por poco me mata, fue el momento más duro de mi vida. Sobreviví. Me quedé solo, casi sin amigos, pescando en cámara en noches alternas en el malecón para sobrevivir a la angustia y al hambre y allí, en el medio del mar, conocí un día a Yito otro pescador y amigo hasta hoy, la gente que, fuera del mundo del arte, salvan al mundo. Decidí que tenía que huir de allí, pinté una obra "Huye a tu soledad" sabía que no me sería fácil salir, me tomó muchos años hasta que pude por fin dejar atrás todo aquello. En el 2006 salí de Cuba.

¿Qué esperabas encontrar del “otro lado”?

Me demoré tanto en salir de Cuba, que ya sabía mucho sobre lo que era la vida fuera. Sabía lo que era, que el mundo tenía un tiempo más rápido, que había que trabajar duro, que la libertad es tu propia responsabilidad. Pero aún así venía en una incertidumbre muy grande, no tenía idea de cómo yo encajaría en eso. Cuando el avión descendía sobre Miami y vi las autopistas llenas, como una maqueta, fue un impacto tremendo, me dije! "!Dios mío!, ¿Cómo le entro yo a esto?" No veía por dónde empezar, hasta que empecé, en la construcción, en trabajos duros, o más llevaderos, de todo tipo, y haciendo mi obra. He estado viviendo en dos tiempos: el del trabajo, a gran velocidad y el tiempo del arte, al margen, lento, sin apuro.

¿Qué encontraste?

Aunque en Cuba hice mi escuela de vivir al margen, de no molestar a nadie con pedidos sobre mi obra, y el tiempo es pastoso y parece no pasar, yo no podía producir mucho, incluso tuve periodos de silencio donde no tenía nada que decir. Tenía mucha disociación en temas angustiantes de subsistencia y por proyectos de cómo salir de aquello. Es aquí, en el exilio, en este mundo vertiginoso, donde he retomado mi obra duramente. Eso he encontrado, la lejanía. Ella me sacó de adentro una estética que ya estaba antes, pero que yo ignoraba, a la que no podía acceder en aquella realidad. Aquí desaparecieron los momentos de silencio, a veces cuesta ganarle tiempo al trabajo para realizar la obra, pero ella está siempre en mi mente sin distracciones.

¿Qué has aprendido durante el proceso?

Para aprender hay que tener una mente alerta, eso trato. Lo que lleva a no traducir, haciendo la realidad valer sólo si es conveniente a tus espectativas. Y ¿si no hay tampoco espectativas?, pues, mejor, pues ya uno va completo, sin elucubraciones y sin planes futuros, con lo que es paso a paso. Aprendí a estar bien siempre, a romper el ciclo de comparaciones con el antes o después. Eso, aunque lo había esbozado ya antes, es aquí, donde el individuo está siempre en soledad, en libertad intelectual y práctica, donde ha florecido.

¿Qué es para ti La libertad?

La libertad. Es este un asunto muy importante para mi. Es el principio, está al inicio de todo y no es una opción. Es el estado natural en el que se da la vida, incluso la nuestra. No es una opción, pues eso implicaría intelectualizarla, aceptar que se puede acceder a ella sólo racionalmente. Nadie puede darte o quitarte esa condición. No trato de ser libre, de llegar a serlo. Ya lo soy. Esa para mí es la libertad, ser.

¿Las experiencias vividas han cambiado en ti el concepto Patria? ¿Piensas a menudo en “Ella”?

La Patria. Con los años ha ido cambiando mucho esa idea para mi. Pasé la etapa de pensar que mi destino patriótico era una especie de predestinación, una mala suerte que cargaría. Después, vi que esa idea era ridícula, que el amor a Ella sí era esa ridiculez, que sí es, ciertamente, "El amor ridículo a la tierra". Después llegó una reducción drástica de Ella, y solo soñaba, y me veía en Remedios, donde viví mucho menos que en La Habana.

En un giro conceptual, comencé a alejarme de todo eso. Vi que son ideas de dependencia, de apegos, vi que uno está siempre en su propio tiempo y que todo se ha sedimentado en uno mismo y esa es la Patria. Aún así, sabiendo que no tengo más que ser para ser Ella, pienso en la otra muchas veces. Camino aún el camino de Jimaguayabo, lanzo la carnada al agua desde Punta Blanca en cayo Conuco y regreso, y me dejo arrastrar intelectualmente