Mientras no se produzcan cambios a nivel macroeconómico que devuelvan al salario su básico sentido motivacional, ningún aumento salarial tendrá sentido.
El rumor ya dio paso a la certeza: llega para nuestro sector un incremento salarial que para algunos duplica –y hasta cuadruplica en algunos casos– nuestro salario básico. Pero lo que debería ser sin reservas una excelente noticia, nos llega con una extraña mezcla de incertidumbres y pasmosas evidencias, con un desagradable lastre de dudas que deslustran un tanto lo que bajo otras circunstancias sería una alegría absoluta.
Como bien recordaremos, nuestro salario actual es resultado del anterior incremento hecho a nuestro sector en 2005 bajo la égida de Fidel Castro. Si bien aquel fue francamente irrespetuoso, esta vez no es tanto el incremento en sí lo que enturbia la noticia como aquellas obvias condiciones que le cuelgan, y es que en la Cuba de hoy, como en la de entonces, la solución del asunto continúa siendo no tanto cuestión de salarios como cuestión de precios: es evidente que mientras no se produzcan cambios a nivel macroeconómico que devuelvan al salario su básico sentido motivacional, ningún aumento salarial tendrá sentido.
Varias aristas del tema saltan al análisis más insulso e imponen una pléyade de obligadas preguntas: ¿de qué nos sirve este aumento salarial cuando se produce con una moneda francamente devaluada? ¿Vale la pena considerarlo como el estímulo que pretende ser mientras esté vigente la infame política de precios seguida por el Gobierno cubano, hace dos décadas, en toda la red de comercio minorista, y que nos grava la vida de forma bestial? ¿Cómo quedan otros sectores, tan imprescindibles como el nuestro, mientras el gobierno no tome medidas concretas al respecto? Se hace evidente que el único modo en que algo similar tendría consecuencias prácticas, que nos alcancen a todos, sería mediante la implementación impostergable de precios justos y adecuados al poder adquisitivo del salario promedio –algo que de momento no parece estar en el tintero de los decisores de este país.
Pero aquí todo análisis objetivo debe adecuarse a una regla de oro: situar cada cosa en su contexto. Si bien es cierto que esa mensualidad que se pagará al médico cubano a partir de mayo la gana su colega en Miami en menos de un par de horas –gana más de mil veces nuestro salario en Cuba– no creo nada más absurdo, sin embargo, que caer en semejantes comparaciones. Salta a la vista que Cuba difiere sustancialmente del primer mundo por miles de motivos obvios. De hecho era menos este cuestionamiento hacia afuera y más el que hacíamos hacia adentro, lo que motivaba aquella iniciativa nuestra en 2005: saber de otros sectores que, a pesar de no tener ni por asomo nuestro peso en la economía, eran holgadamente mejor atendidos.
En lo particular no me molesta que un productor agrario que trabaja de sol a sol gane millones, pero sí me revientan el dirigente corrupto que defalca el tesoro público de mi nación, el oficial de aduana que roba con la mayor impunidad del mundo, cada policía que extorsiona a alguien, y todos ellos tienen algo en común: ganarán un “salario” bastante mayor que el mío.
Es en este contexto que llega el actual incremento salarial: nos llega a sabiendas de que vendiendo maní ganaríamos el doble de nuestro futuro salario, de que un maletero del aeropuerto o de un hotel ganará más en un solo día y que en todos esos lugares hay ladrones que igual ganan más de $1000.00 USD ¡en cada turno de trabajo! Todos tenemos pacientes que no se molestarían en salir de su casa por menos de $500.00 pesos diarios, mientras nosotros ganaremos entre $1000.00 y $2000.00 pesos mensuales.
Si bien hay que reconocer que el incremento actual difiere sustancialmente del pretendido en 2005, también resulta insoslayable que se produce en circunstancias bien diferentes a aquel: ahora están derogadas las leyes que prohibían masivamente a todos los cubanos viajar al extranjero; ya están derogadas también las resoluciones ministeriales del MINSAP que retenían a los profesionales de la salud durante al menos cinco años si querían viajar; ahora las misiones de trabajo en el extranjero están reportando ingresos records, pero a la vez se evidencian señales inequívocas de deserciones desde las mismas, de médicos y personal técnico que emigra temporal o definitivamente, así como de un número sin precedentes de trabajadores de estas categorías dentro de Cuba desvinculados debido a una profunda desmotivación.
Es indudable que este incremento salarial forma parte de una estrategia de contención contra todas estas tendencias, aunque lo anunciado adolece de grandes vacíos: no toma en cuenta a los jubilados del sector, no se paga antigüedad, ni se mencionan para nada las guardias médicas que tan caras nos cuestan en cuestión de salud personal. No descarto que estas últimas cuestiones estén incluso decididas, pero que se lleven a efecto más adelante.
De momento Ciudadano Cero saluda cuanto de sensato haya sido determinante en la toma de esta decisión, que favorece a un sector social que muchísimo se lo merece. Inevitables recuerdos me asaltaron ante la noticia, que llega en vísperas de cumplirse justo dos años de nuestra rehabilitación para el ejercicio de la Medicina, el 31 de marzo de 2012, después de una larga batalla que contó con el apoyo de cientos de personas de buena voluntad dentro y fuera de Cuba.
Valió la pena cada post, cada tweets, cada mensaje de aliento, cada palmada en el hombro. Atesoro en la memoria aquellas conmovedoras muestras de solidaridad: los largos minutos de ovación que derivaron en catarsis colectiva cuando el padre Francesc Carreró Vidal, después de misa, anunció la nueva en la Iglesia Católica de Guanajay; la vecina que recibió el mismo día dos buenas noticias –que habíamos sido vindicados, y el resultado de una biopsia que demostraba que no tenía cáncer– y me aseguró con total certeza que se alegraba más de lo primero; cada hombre que me estrechó las manos sin disimular las lágrimas. Para todos ellos guardará siempre este cubano su deuda perpetua de gratitud.
Publicado en el blog Ciudadano Cero
Como bien recordaremos, nuestro salario actual es resultado del anterior incremento hecho a nuestro sector en 2005 bajo la égida de Fidel Castro. Si bien aquel fue francamente irrespetuoso, esta vez no es tanto el incremento en sí lo que enturbia la noticia como aquellas obvias condiciones que le cuelgan, y es que en la Cuba de hoy, como en la de entonces, la solución del asunto continúa siendo no tanto cuestión de salarios como cuestión de precios: es evidente que mientras no se produzcan cambios a nivel macroeconómico que devuelvan al salario su básico sentido motivacional, ningún aumento salarial tendrá sentido.
Varias aristas del tema saltan al análisis más insulso e imponen una pléyade de obligadas preguntas: ¿de qué nos sirve este aumento salarial cuando se produce con una moneda francamente devaluada? ¿Vale la pena considerarlo como el estímulo que pretende ser mientras esté vigente la infame política de precios seguida por el Gobierno cubano, hace dos décadas, en toda la red de comercio minorista, y que nos grava la vida de forma bestial? ¿Cómo quedan otros sectores, tan imprescindibles como el nuestro, mientras el gobierno no tome medidas concretas al respecto? Se hace evidente que el único modo en que algo similar tendría consecuencias prácticas, que nos alcancen a todos, sería mediante la implementación impostergable de precios justos y adecuados al poder adquisitivo del salario promedio –algo que de momento no parece estar en el tintero de los decisores de este país.
Pero aquí todo análisis objetivo debe adecuarse a una regla de oro: situar cada cosa en su contexto. Si bien es cierto que esa mensualidad que se pagará al médico cubano a partir de mayo la gana su colega en Miami en menos de un par de horas –gana más de mil veces nuestro salario en Cuba– no creo nada más absurdo, sin embargo, que caer en semejantes comparaciones. Salta a la vista que Cuba difiere sustancialmente del primer mundo por miles de motivos obvios. De hecho era menos este cuestionamiento hacia afuera y más el que hacíamos hacia adentro, lo que motivaba aquella iniciativa nuestra en 2005: saber de otros sectores que, a pesar de no tener ni por asomo nuestro peso en la economía, eran holgadamente mejor atendidos.
vendiendo maní ganaríamos el doble de nuestro futuro salario
En lo particular no me molesta que un productor agrario que trabaja de sol a sol gane millones, pero sí me revientan el dirigente corrupto que defalca el tesoro público de mi nación, el oficial de aduana que roba con la mayor impunidad del mundo, cada policía que extorsiona a alguien, y todos ellos tienen algo en común: ganarán un “salario” bastante mayor que el mío.
Es en este contexto que llega el actual incremento salarial: nos llega a sabiendas de que vendiendo maní ganaríamos el doble de nuestro futuro salario, de que un maletero del aeropuerto o de un hotel ganará más en un solo día y que en todos esos lugares hay ladrones que igual ganan más de $1000.00 USD ¡en cada turno de trabajo! Todos tenemos pacientes que no se molestarían en salir de su casa por menos de $500.00 pesos diarios, mientras nosotros ganaremos entre $1000.00 y $2000.00 pesos mensuales.
Si bien hay que reconocer que el incremento actual difiere sustancialmente del pretendido en 2005, también resulta insoslayable que se produce en circunstancias bien diferentes a aquel: ahora están derogadas las leyes que prohibían masivamente a todos los cubanos viajar al extranjero; ya están derogadas también las resoluciones ministeriales del MINSAP que retenían a los profesionales de la salud durante al menos cinco años si querían viajar; ahora las misiones de trabajo en el extranjero están reportando ingresos records, pero a la vez se evidencian señales inequívocas de deserciones desde las mismas, de médicos y personal técnico que emigra temporal o definitivamente, así como de un número sin precedentes de trabajadores de estas categorías dentro de Cuba desvinculados debido a una profunda desmotivación.
Es indudable que este incremento salarial forma parte de una estrategia de contención contra todas estas tendencias, aunque lo anunciado adolece de grandes vacíos: no toma en cuenta a los jubilados del sector, no se paga antigüedad, ni se mencionan para nada las guardias médicas que tan caras nos cuestan en cuestión de salud personal. No descarto que estas últimas cuestiones estén incluso decididas, pero que se lleven a efecto más adelante.
De momento Ciudadano Cero saluda cuanto de sensato haya sido determinante en la toma de esta decisión, que favorece a un sector social que muchísimo se lo merece. Inevitables recuerdos me asaltaron ante la noticia, que llega en vísperas de cumplirse justo dos años de nuestra rehabilitación para el ejercicio de la Medicina, el 31 de marzo de 2012, después de una larga batalla que contó con el apoyo de cientos de personas de buena voluntad dentro y fuera de Cuba.
Valió la pena cada post, cada tweets, cada mensaje de aliento, cada palmada en el hombro. Atesoro en la memoria aquellas conmovedoras muestras de solidaridad: los largos minutos de ovación que derivaron en catarsis colectiva cuando el padre Francesc Carreró Vidal, después de misa, anunció la nueva en la Iglesia Católica de Guanajay; la vecina que recibió el mismo día dos buenas noticias –que habíamos sido vindicados, y el resultado de una biopsia que demostraba que no tenía cáncer– y me aseguró con total certeza que se alegraba más de lo primero; cada hombre que me estrechó las manos sin disimular las lágrimas. Para todos ellos guardará siempre este cubano su deuda perpetua de gratitud.
Publicado en el blog Ciudadano Cero