Hay hechos y fechas que marcan un antes y un después en la historia. Para el béisbol cubano, esa fecha es el 10 de julio de 1991, cuando un acto aislado, fortuito, cambió para siempre los acontecimientos de la manera en que se habían desarrollado durante las últimas tres décadas.
Ese día, el lanzador de la selección cubana René Arocha aprovechó una escala del equipo en Miami para abandonar la delegación y quedarse en Estados Unidos, con la única pretensión de ser un hombre libre.
“Yo no vine a jugar béisbol, yo vine a trabajar. Yo vine a hacer una vida aquí. Yo estaba harto de Cuba, del sistema comunista y por eso me fui. A mí, ningún scout me dijo, quédate que vas a jugar pelota”, contó el ex lanzador en el documental “René Arocha, el Jackie Robinson cubano”.
Desde que el dictador Fidel Castro eliminó el profesionalismo en el deporte cubano en 1962, ningún pelotero había escapado en un viaje al exterior y todo el talento beisbolero de la isla se concentró en las Series Nacionales.
Ello le permitió al régimen armar poderosas selecciones con estatus de amateurs, que barrían en las competencias internacionales y servían de bandera de propaganda política para exaltar la superioridad del deporte bajo el sistema socialista.
Pero la fuga de Arocha abrió la primera grieta en ese férreo muro establecido por el régimen alrededor de sus peloteros.
Traidor a la Patria fue el calificativo que le endilgó el diario oficialista Granma a Arocha, para dar a conocer la noticia de su abandono, mientras que los demás integrantes de la selección quedaron en estado de shock ante lo inédito de semejante acción y muchos fueron llamados a interrogatorios por agentes de la Seguridad del Estado, en busca de una conexión con el desertor.
Ya Arocha había dado el paso inicial y cuando vio por primera vez un juego de Grandes Ligas en vivo en un estadio, se dio cuenta de que él tenía la capacidad para lanzar en el mejor béisbol del mundo.
“Yo no sabía nada absolutamente. En aquellos momentos el béisbol de MLB no entraba a Cuba, excepto algún nombre, por ejemplo, José Canseco, que estaba haciendo algo formidable en aquel momento y la gente hablaba de él, pero en realidad, ni la cara de José Canseco sabía uno quién era”, recordaba Arocha en el documental, galardonado en el 2022 con el premio Emmy en la categoría de historia deportiva de largo formato.
“Ya yo estaba viendo que no eran super hombres en el terreno. Eran seres humanos que lo mismo podían poncharse, que cometer un error. Entonces, en ese momento fue cuando yo dije, sí, yo puedo pitchear ahí”.
Un año y medio después, en abril de 1993, debutaba con los Cardenales de San Luis en la Gran Carpa, pero, sobre todo, enviaba un mensaje alto y claro a sus colegas en la isla: sí se podía.
Comenzó entonces un goteo de nuevas fugas, como la del torpedero Rey Ordóñez, los lanzadores Liván y Orlando “El Duque” Hernández, Osvaldo Fernández y Edilberto Oropesa, hasta convertirse en un torrente indetenible que ha desangrado el béisbol cubano y trasladado lo mejor del talento a las Grandes Ligas.
Cuando el martes 11 de julio, por primera vez en la historia, ocho peloteros de la Mayor de Las Antillas salten al terreno del T-Mobile Stadium de Seattle en el Juego de las Estrellas, mucho tendrán que agradecer aquel paso aislado que 32 años atrás dio un hombre solitario para abrirles el camino a donde están hoy.
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