Escapó de la censura en Cuba y ha montado más de cien espectáculos

Yoshvani Medina, director teatral cubano, fundador de ArtSpoken Performing Arts Center en Miami. Foto cortesía Y.M.

Yoshvani Medina vive 24 horas para el arte. Es un teatrista cubano que hizo el recorrido Cuba-Martinica-Francia-Miami, cual piedra de Sísifo, pero atado a las tablas.

Está diplomado por el Conservatorio de Arte Dramático de París, fundó el ArtSpoken Performing Arts Center en Miami y en breve estará con una obra suya en Nueva York.

Antes de estrenar este viernes 13 de mayo la obra Matemática del deseo, Medina conversó con Martí Noticias sobre sus obsesiones teatrales, la dinámica de sus montajes y el punto en que en su natal Pinar del Río le abrieron un expediente policial por un par de espectáculos problemáticos, que le definió el camino para largarse de Cuba.

Ya vas por Matemática del deseo, ¿hasta cuándo seguirás haciéndote preguntas? ¿Qué respuestas has obtenido hasta ahora de la gestualidad de tus actores, de los fantasmas que se meten en tu dramaturgia y del aplauso final?

Cartel promocional de la obra "Matemática del deseo", del dramaturgo y director cubano Yoshvani Medina. Cortesía Y. Medina.

Las preguntas le dan sentido a mi vida y definen mi teatro, en mis obras las preguntas son más importantes, pues las respuestas (se) las proporciona el público. Mis actores son mis maestros, porque me enseñan la parte de la historia que no escribí, le agregan lo que no puse, porque una obra se escribe con el corazón y el cerebro, pero se actúa con el cuerpo entero.

Estoy habitado por fantasmas y fantasías que me prohibo en la vida, porque una fantasía realizada es un sueño de menos, pero que realizo en mis obras, porque multiplican su efecto en mí y en el público. Por lo que es del aplauso, ello merece escribirle una obra: he presenciado ovaciones que han sido un simulacro de abofeteo, algo así como el último castigo de la noche.

Comprendo que los artistas necesiten que se les aplauda de pie, pero a veces me parece que el público se levantó porque hubo uno que quería llegar primero al parqueo. He estado en espectáculos donde los espectadores han roncado de aburrimiento y después han aplaudido rabiosamente, ¿cómo se llama eso? ¿Fingir un orgasmo?

¿Crees en el espectador perfecto, cuánto pules tus ‘trabajos’?

El espectador perfecto sería el que viene una noche, llega temprano, no hace ruido con el papelito del caramelo, apaga su celular durante la obra y aplaude frenéticamente al final. El espectador ideal es el que sigue tu carrera, el que habla constantemente de tu obra, el que trae a sus amigos, y compra su pase para la temporada. El que sabe cuál obra nos quedó mejor, a qué actor debemos darle otra oportunidad, el que vibra con nuestros triunfos y nos apoya en nuestros momentos amargos. Tenemos algunos de esos, y a ellos debemos estar donde estamos.

Trato de pulir mis trabajos hasta el cansancio porque en teatro, como en la vida, el tiempo nunca es suficiente. Trabajos de mesa que duran un mes, montajes de doscientas horas, todo es sobrepasado y perfeccionado más tarde en temporada. Se hace teatro para vivir o se vive para hacer teatro.

Vayamos al ‘mapa’ del teatro ¿en qué corriente te ubicas?

Mi teatro siempre está evolucionando, me obligo en cada obra a salir de mi zona de confort, por eso es delicado ubicarme. Formalmente creo que cultivo una tendencia que podría etiquetarse como minimalismo grandilocuente, que busca un máximo de expresión con un mínimo de recursos. Conceptualmente me interesa explorar los conflictos de la sociedad y el tiempo que me toca vivir. Trato de no ser localista,que mis obras digan lo mismo en cada país en que se presenten, que tengan un alcance universal, y sigan vertiendo luz sobre las próximas generaciones, los hijos de los hijos...

Háblanos de esa casa-laboratorio-templo-empresa y remanso que es ArtSpoken.

ArtSpoken es el espacio teatral más discreto de Miami, donde la puerta está abierta a los que quieran entrar, salir o regresar, y los valores de la profesión se respetan a ultranza. Aquí no coqueteamos con el comercialismo, el mal gusto o la mediocridad, aquí se viene a aprender, a dejar las tripas en escena con orgullo y frenesí. Nos caracteriza el culto al sacrificio, la constancia y la capacidad de sobrepasar nuestros límites. O sea, que en estos tiempos de "fast food" teatral, donde dedicarle doscientas horas de ensayo a un espectáculo de noventa minutos suena inverosímil, se nos puede definir como dinosaurios escénicos, bichos en vías de extinción.

Por mi parte, vivo apasionadamente, convencido de que no soy mejor ni peor que nadie, orgulloso de parecer un vampiro que pasa día y noche en la oscuridad de su recinto, explorando sortilegios, probando vericuetos, aprendiendo de todos los que están ahí, haciendolo que nadie deseay deseando lo que nadie hace. Siempre estoy dirigiendo tres o cuatro espectáculos al mismo tiempo, impartiendo talleres de Dramaturgia, Actuación, Dirección, lo que me mantiene en forma el músculo imaginativo y me da mucha conciencia de por dónde va nuestro teatro.

Siempre entre las obras hay “una obra”, ¿cuál es la tuya y cómo se la puedes reseñar a tus lectores de Martí Noticias?

Estoy muy contento en estos días porque mi comedia dramática Suicídame se estrenará en New York, por la compañía E3Outlaws, dirigida por Enmanuel Villavicencio, en el marco del Festival Internacional de Teatro Hispano del Comisionado. La historia cuenta el tormentoso amor entre un muchacho que se disfraza de muchacha y una muchacha que se disfraza de muchacho. El texto fue laureado en la Bienal Internacional de Literatura de Puerto Rico (2000), organizada por la fundación Luis Palés Matos, y me abrió las puertas de los grandes festivales en Europa. Una obra muy importante en mi quehacer literario, tierna y violenta, que con los años se ha bonificado. Los que no puedan verla este verano en New York, pueden adquirir el libro en Amazon.

Se habla de que en Miami (y casi en el mundo entero) los teatristas viven de otros oficios menos del Teatro ¿Eres un director solvente, de qué vives materialmente?

Yoshvani Medina, director cubano de teatro. Cortesía Y. Medina.

Tengo cinco o seis "part-time", todos dentro de mi teatro. Soy dramaturgo, director, maestro, productor, técnico de luces y sonido, encargado de limpieza, pintor de brocha gorda, handyman..., hago teatro entre ocho y doce horas diarias, siete días a la semana, dirijo una sala que tiene una programación de teatro de arte durante todo el año, y la mayor parte son obras que he escrito, dirigido o producido. Eso genera algún dinero que invierto automáticamente en el teatro o en mi formación artística (viajes, participación en Festivales, residencias de creación, mantenimiento del lugar).

Soy millonario porque cada día hago lo que me gusta, cada mañana despierto al lado de la mujer que amo, y estoy rodeado de personas que me aportan, que me enseñan, y que sólo se quedan el tiempo que creen conveniente. No me aferro a nada ni a nadie, trato de estar cerca de mi familia, gozo cada minuto de mi vida, y cuando me acuesto sueño, plácida, profunda, atormentadamente, como en los sueños que bullen en mis obras.

¿Qué cuentas podemos sacar de esta Matemática…?

Matemática del deseo se inserta en el crescendo cualitativo de nuestro trabajo, la veo como una catedral de sentidos, limpia de adornos y artificios, y es que aquí precisión es la palabra de orden, y la unidad de medida es una caja plástica de un pie cuadrado. Todo ha sido calculado con el compás de la intuición y comprobado en la escena mediante algoritmos histriónicos. Soy un fan de las matemáticas y un enfermo del teatro, y mis actores han comprendido la idea y han sublimado el propósito.

Recuerdo que a principios de los ochentas, en un taller de Matemática Recreativa, un profesor nos hizo la demostración de que uno es igual a dos. Aquello me cambió la vida para siempre, porque a pesar de no ser real, su certitud había sido demostrada con un fundamento inapelable. Eso es este montaje:una inversión de lo tangible, una demostración de lo imposible, porque aquí se muestran a los seres humanos desde el punto de vista de sus psiquis, como si llevaran las ideas por fuera de la cabeza.

¿Cómo llegas a Miami, de dónde vienes y cómo has aprendido a romper y a la vez hacer que respeten y amen esa “cuarta pared”?

Nací en Pinar del Río, Cuba. En 1986 me aceptaron en la Escuela de Instructores de Arte donde estudié con inolvidables maestros. Cuando salí a la calle a hacer teatro choqué con la censura. Un par de espectáculos y ya tenía un expediente abierto en la policía, como un truhán que delinque con la belleza. Me fui a la Martinica donde mis obras triunfaron en francés, gracias a ellas conocí los grandes festivales de Europa, las primeras publicaciones de mis libros, y obtuve un Diploma del Conservatorio de Arte Dramático de París, que es como un diploma de poeta, se podría pensar que no sirve para nada, pero te recuerda que el teatro se pare con dolor, como los hijos, y como tal duele y engrandece.

En el 2006 decidí venir a Miami, reunirme con mi madre, volver al español, intentar el inglés. Hemos producido miles de funciones en estos seis años de existencia, nos han invitado a importantes festivales en Europa, EE.UU y América Latina, este año obtuvimos una decena de premios HOLA, ACE y ATI, que son los máximos galardones del teatro hispano en New York, hemos formado centenas de actores, directores, dramaturgos que hoy están activos en nuestra profesión.

Treinta años y cien espectáculos más tarde sigo soñando con la misma intensidad.