La ley del embargo es quién protege a esos agricultores estadounidenses que logran vender sus productos a las empresas cubanas.
No pienso perder ni un segundo en explicar la diferencia que existe entre “Bloqueo” y “Embargo”; eso es irrelevante, todo está en el diccionario. Los cubanos (de aquí, de allá y los del más allá) entendemos que esta tipificación no estriba en el detalle lingüista, viene por el lugar de residencia de la persona referente y/o, por supuesto, en la sutil fuerza hipnótica que ejercen sobre el individuo los medios de comunicación.
Me refiero a la medida que comenzó siendo una respuesta del gobierno americano ante las expropiaciones que, por parte de Cuba, se hicieron a ciudadanos y compañías estadounidenses.
No es necesario explicar que todo sucedió cuando yo no había nacido, quizás usted tampoco. La medida, valga la redundancia, fue entendida por los afectados, los expropiados; y en ciertos círculos legales todavía estimula enérgicos debates, concretar si con ello se viola o no la extraterritorialidad de la ley.
Puede que no hacer historia sea un error; pero asumo que la conocemos y que es muy fácil googlear para encontrar bibliografía referente. Primero fue una medida, luego una ordenanza que ha sido esencia en la plataforma de muchos.
Algunos oradores la usan con relativo impudor para agregar esa pizca de sal, o azúcar (en polémica, da igual) que logra atrapar la atención de cualquier plató aburrido. Magistrales son, quienes consiguen zigzaguear a favor o en contra del tema, dependiendo del auditorio, y así ganar una base leal de seguidores que al sentirse complacidos terminan siendo complacientes.
El gobierno de Cuba mantiene relaciones comerciales con empresas y gobiernos de casi todos los países miembros de la ONU, los tres estados observadores, y al menos uno de los llamados territorios en disputa. La isla es también conocida por su cadena de impagos, y por adquirir compromisos que luego incumple.
La estrategia a utilizar es simple, luego de adquirir la cantidad necesitada en créditos y/o préstamos, ¡zas! de un soplido expulsan del país bajo cualquier pretexto, al empresario o compañía desbancada, con prohibición de retorno. Ejemplos sobran.
Para el gobierno revolucionario, “El Bloqueo” es el motivo conductor que sirve como tramoya a una gastada puesta en escena de la bíblica batalla de David frente a Goliat; pero en el hermético cascarón cubano, la cuestión no se ve de igual forma. Los empresarios cubanos alucinan con romper el embargo norteamericano, no por lo “patriótico” sino por sentirse cerca de lo anhelado y prohibido.
La ley del embargo es quién protege a esos agricultores estadounidenses que logran vender sus productos a las empresas cubanas. Para ellos, aunque lo ignoren, y es recomendable que lo conozcan, el embargo es el único instrumento real y legal que poseen para cobrar. Hoy, más que traba, es un excelente amparo que garantiza seriedad comercial por parte del gobierno revolucionario. Amén de que asegura, en tiempo contractual, llegue a los hogares cubanos un poco de arroz, una porción de pollo y un pedazo de pan.
Toda ley, nueva o vieja, genera un dilema moral. Hoy, estoy a favor del embargo.
Me refiero a la medida que comenzó siendo una respuesta del gobierno americano ante las expropiaciones que, por parte de Cuba, se hicieron a ciudadanos y compañías estadounidenses.
No es necesario explicar que todo sucedió cuando yo no había nacido, quizás usted tampoco. La medida, valga la redundancia, fue entendida por los afectados, los expropiados; y en ciertos círculos legales todavía estimula enérgicos debates, concretar si con ello se viola o no la extraterritorialidad de la ley.
Puede que no hacer historia sea un error; pero asumo que la conocemos y que es muy fácil googlear para encontrar bibliografía referente. Primero fue una medida, luego una ordenanza que ha sido esencia en la plataforma de muchos.
Algunos oradores la usan con relativo impudor para agregar esa pizca de sal, o azúcar (en polémica, da igual) que logra atrapar la atención de cualquier plató aburrido. Magistrales son, quienes consiguen zigzaguear a favor o en contra del tema, dependiendo del auditorio, y así ganar una base leal de seguidores que al sentirse complacidos terminan siendo complacientes.
El gobierno de Cuba mantiene relaciones comerciales con empresas y gobiernos de casi todos los países miembros de la ONU, los tres estados observadores, y al menos uno de los llamados territorios en disputa. La isla es también conocida por su cadena de impagos, y por adquirir compromisos que luego incumple.
La estrategia a utilizar es simple, luego de adquirir la cantidad necesitada en créditos y/o préstamos, ¡zas! de un soplido expulsan del país bajo cualquier pretexto, al empresario o compañía desbancada, con prohibición de retorno. Ejemplos sobran.
Para el gobierno revolucionario, “El Bloqueo” es el motivo conductor que sirve como tramoya a una gastada puesta en escena de la bíblica batalla de David frente a Goliat; pero en el hermético cascarón cubano, la cuestión no se ve de igual forma. Los empresarios cubanos alucinan con romper el embargo norteamericano, no por lo “patriótico” sino por sentirse cerca de lo anhelado y prohibido.
La ley del embargo es quién protege a esos agricultores estadounidenses que logran vender sus productos a las empresas cubanas. Para ellos, aunque lo ignoren, y es recomendable que lo conozcan, el embargo es el único instrumento real y legal que poseen para cobrar. Hoy, más que traba, es un excelente amparo que garantiza seriedad comercial por parte del gobierno revolucionario. Amén de que asegura, en tiempo contractual, llegue a los hogares cubanos un poco de arroz, una porción de pollo y un pedazo de pan.
Toda ley, nueva o vieja, genera un dilema moral. Hoy, estoy a favor del embargo.