A Fidel Castro, sus partidarios, dentro y fuera de la isla, buscan presentarlo como un hombre infalible. Un estratega consumado y un táctico invencible.
En torno a la figura del dictador cubano, después del triunfo de la insurrección, se tejieron muchas leyendas que procuraban proyectar el héroe que nunca fue.
El oficialismo alimentó indirectamente la versión de que Castro había sido uno de los protagonistas claves en los sucesos que la historia recoge como "El Bogotazo". También difundió la farsa de que para evitar ser encarcelado, cruzó a nado la Bahía de Nipe cuando fue arrestado junto a los expedicionarios de Cayo Confites. La verdad según relata Carlos Franqui, fue que el capitán del barco le facilitó un bote para que hiciera la travesía.
Todas las actividades desarrolladas por el caudillo cubano han sido sobredimensionadas, exceptuando su vida gansteril en la Universidad de La Habana, y su innegable habilidad para manipular acontecimientos y personas.
Un ejemplo de esta manipulación fue cuando unos días antes de salir de México en una entrevista a Benjamín de la Vega, declaró que los hombres que militaban en el Movimiento 26 de Julio, se comprometían a no aceptar ningún cargo electoral después del triunfo insurreccional, pero que estarían vigilantes de lo que ocurriera en Cuba.
Lamentablemente no leer entre líneas o la mala memoria, le jugó sucio a los cubanos, porque aun antes de llegar al poder, alertó que él y sus partidarios asumirían en el futuro de Cuba los roles de fiscal, juez y ejecutor.
Otro caso a tener en cuenta fue el ataque al cuartel Moncada. La operación fue pésimamente proyectada. Hubo falta de preparación en los aspectos militares y tampoco contaban con los recursos suficientes para alcanzar la victoria.
Por supuesto queda considerar la posibilidad de que el caudillo solo pretendía un espectáculo que lo proyectara a nivel nacional, sin importar las vidas de los que le acompañaron en el empeño. Las otras vidas, las de los que no piensan como él, nunca le han afectado.
Pero si el ataque al cuartel Moncada fue una derrota anunciada, el naufragio del yate Granma, otro mito fundacional del castrismo, demostró la incapacidad del liderazgo castrista, como apunta el coronel Ramón Barquín en uno de sus libros.
La afirmación de Barquín se sustenta en que los días de navegación fueron mal concebidos, porque el barco debía arribar a costas cubanas el 30 de noviembre, en coincidencia con un alzamiento en Santiago de Cuba que había organizado Frank País, y no el 2 de diciembre, lo que afectó la gesta santiaguera.
Sobre estos sucesos escribió Franqui a País. En la nota decía entre otras cosas, "Armar los mismos hombres para atacar Santiago que los que vinieron en el Granma costó infinitamente menos esfuerzos. Los resultados militares fueron mejores y las pérdidas humanas y de armamentos mínimas".
El yate zarpó el 25 de noviembre. Siete días de navegación. La travesía fue azarosa, difícil, la nave hizo aguas y los tripulantes se dieron cuenta que los desagües de la embarcación estaban obstruidos, una situación que demuestra la incapacidad y falta de prevención de los que dirigían esa operación.
La obstrucción fue tan severa que se vieron obligados a lanzar por la borda una parte de los equipos bélicos que transportaban. La embarcación quedó encallada a 150 metros de la costa, sobre un banco de fango y a dos kilómetros del puesto militar de Niquero.
Los expedicionarios perdieron municiones, equipos de radio y muchas armas, entre ellas dos cañones antitanques con sus granadas. Se tuvieron que lanzar al mar con lo estrictamente indispensable para el combate, en consecuencia, cuando llegaron a tierra, estaban exhaustos, desmoralizados y decepcionados por las penosas circunstancias en que se había producido el arribo.
Como resultado de la desastrosa operación que comandó Fidel Castro, varios de los expedicionarios perdieron la vida en los primeros días y un número importante fue apresado y encarcelado.
Castro montó un mito alrededor del fracaso. Partió a las montañas con una veintena de hombres, pero declaró que le acompañaban doce, un montaje siniestro en el que buscaba semejarse a Jesucristo y a sus doce apóstoles.
Hay que reconocerle otra habilidad al dictador cubano. Siempre ha tenido la destreza de encantar a quienes están dispuestos a ser seducidos.
Un ejemplo notable es la prensa que las más de las veces ha favorecido al decano de los dictadores del mundo. El dictador ha contado, como ningún otro gobernante, con el respaldo de periodistas y medios informativos que de un modo u otro y en diferentes oportunidades, han auxiliado sus acciones o gestionado a su favor, como ha hecho en reiteradas ocasiones entre otros medios, el New York Times, pero ese es otro contar.