Kerry se reunió en secreto con canciller cubano

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Según Foreign Affairs, el senador John Kerry tuvo una reunión secreta con el canciller cubano Bruno Rodríguez

El encuentro para gestionar la libertad del contratista estadounidense Alan Gross habría tenido lugar en 2010, según la revista Foreign Affairs
El senador demócrata de EE. UU., John Kerry, recién nominado como nuevo secretario de Estado, mantuvo un encuentro secreto en 2010 con el canciller cubano Bruno Rodríguez, en un fallido intento por conseguir la libertad del contratista estadounidense Alan Gross, quien cumple 15 años de prisión en la isla.

La revelación hecha por la revista Foreign Affairs es aludida en un blog publicado en Foreign Policy y firmado por José R. Cárdenas, quien entre 2004 y 2008 durante el gobierno del presidente George W. Bush ocupó puestos relacionados con las relaciones hemisféricas en el Departamento de Estado, el Consejo de Seguridad Nacional y la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional (USAID).

En el blog, Cárdenas se pregunta si EE. UU. “necesita otra lección de cómo intentar estúpidamente apaciguar a dictadores” y critica lo que califica de “esfuerzos de algunos funcionarios del gobierno de Obama de dar al régimen de Castro lo que quería” a cambio de la libertad de Gross.

De acuerdo con el artículo original de Foreign Affairs firmado por R.M. Schneiderman, en septiembre de 2010 funcionarios españoles ayudaron a concertar una reunión entre el entonces secretario de Estado adjunto para el hemisferio occidental, Arturo Valenzuela, y el canciller cubano para discutir una posible liberación de Gross.

“Los cubanos fueron mucho menos flexibles de lo que esperaban los estadounidenses”, apuntó Schneiderman, pero un mes después, a solicitud de diplomáticos cubanos en Washington y con la aprobación del Departamento de Estado, Kerry tuvo un encuentro con Rodríguez en la residencia del embajador cubano en la ONU, en Nueva York.

Según Foreign Affairs, “no hubo un intercambio de posiciones, pero la reunión pareció confirmar a los cubanos que los programas pro democracia cambiarían, y los cubanos expresaron confianza” de que el contratista Gross iba a ser liberado tras ser enjuiciado, lo que finalmente no ocurrió.

Schneiderman escribió que el senador Bob Menéndez, un influyente demócrata por el estado de Nueva Jersey, le salió al paso al asunto y defendió los programas prodemocráticos respecto a Cuba y persuadió a la Casa Blanca de no modificarlos.

Específicamente, esto significaba destripar el programa oficial de EE.UU. de democracia para Cuba en virtud del cual estaba operando Gross, dice Cárdenas, quien precisa que la figura central en el asunto de “alta diplomacia” fue Fulton Armstrong, un “controvertido exanalista de la CIA que inició una segunda carrera” como miembro del personal del presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, John Kerry.

“Armstrong fue un promotor de la normalización entre EE.UU. y Cuba tan flagrante en el proceso interagencias –apunta—que fue despachado a Europa durante el gobierno de Bush”.

Su misión, afirma Cárdenas, era convencer al régimen de Castro que el gobierno de Obama coincidía con ellos en que los programas de democracia para Cuba de la USAID “son estúpidos” y que en palabras de Armstrong “estamos limpiándolos. Sólo dennos tiempo porque políticamente no podemos liquidarlos”.

Al final, destaca el autor, el esfuerzo por apaciguar al gobierno cubano terminó de manera predecible: “sin libertad para Alan Gross y sólo con el absoluto desdén de los lacayos del régimen de Castro”.

Cárdenas señala que la mejor forma de “asegurar la libertad de Alan Gross no es sucumbiendo ante las demandas de un régimen ilegítimo” y subraya además que ofrecerse a desbaratar “un programa prodemocracia porque una dictadura se le opone, envía un terrible mensaje a los regímenes autoritarios en todo el mundo”.