La Posición Común no ha logrado nada, ¿qué va a lograr otro escenario? ¿Ese nuevo escenario implica no molestar a los gobernantes cubanos?
Las relaciones de la Unión Europea con el gobierno de Cuba parecen estar en un proceso de estabilización dado que la Posición Común, que fue adoptada en 1996, se mantiene vigente todavía hoy, a pesar de que en los últimos años ha habido declaraciones e intentos por parte de diferentes actores de cambiar los términos de la declaración, que este año llega a su mayoría de edad, su 18 aniversario. De todas formas vuelven a escucharse voces para superar este posicionamiento.
España fue hace pocos años uno de los principales países interesados en tumbar la Posición, pero la muerte de Orlando Zapata Tamayo en 2010, después de su huelga de hambre y el revuelo que ese hecho generó, retrasaron nuevamente la suspensión. Pero regresemos al presente. Dado que uno de los puntos primordiales de esa Posición es que los avances en la relación bilateral entre ambos actores estén necesariamente condicionados por los cambios en materia de derechos humanos en la Isla, resulta un tanto difícil, sobre todo para el observador atento a la actualidad de la vida política en ese país, creer que se esté en disposición de efectuar felizmente precisamente ahora un cambio en tal posicionamiento.
La Posición Común no ha logrado nada, ¿qué va a lograr otro escenario? ¿Ese nuevo escenario implica no molestar a los gobernantes cubanos? En el caso de que la Unión Europea logre consensuar un giro de su política hacia la Isla, Bruselas debería justificar muy bien los puntos que en materia de derechos humanos invitarían a mover ficha desde el Viejo Continente. A simple vista, no parece que la testaruda gerontocracia castrista haya retrocedido ni un ápice en su tónica habitual de limitar la participación política de los cubanos: no hay avance en cuanto a pluralidad, tampoco en el ámbito de la libertad de expresión, mientras que los registros de las organizaciones independientes no paran de arrojar cifras intolerables de represión política y arbitrariedades. Parece un tanto desconcertante que las maniobras del gobierno cubano en el terreno económico puedan ser interpretadas en Europa como un símbolo de apertura del sistema y considerar que ceder ante estos pequeños pasos de pura supervivencia en lo económico vaya a afianzar una supuesta transición democrática en la Isla.
En su reciente visita a la Isla el ministro holandés de Exteriores, Frans Timmermans, abogó por abandonar la Posición Común y avanzar hacia otro escenario de diálogo con el gobierno cubano. Después de todos estos años, la Posición Común, tanto si se abandona como si se mantiene, se evidencia como un fracaso diplomático importante dado que 18 años es un periodo de tiempo considerable que debería dar sus frutos. Y, al parecer, no los ha dado, sobre todo en ese terreno primordial que es el de los derechos humanos. Ninguna presión externa ha incidido en un cambio político en la Isla, de manera que más que con el gobierno cubano, los gobiernos democráticos deberían aclarar entre ellos cuál puede ser su política común hacia una contraparte que no reconoce las principales críticas que se le hacen en el terreno de la vulneración de derechos fundamentales.
¿Supone abandonar la Posición Común dejar a un lado el reclamo por el respeto a esos derechos en Cuba o bien supone incrementar ese reclamo? ¿Cuáles son los puntos en los que se percibe avance en esta materia en el país caribeño? El abandono de la Posición Común, sin ningún avance real a la vista, lanzaría un mensaje desalentador a la oposición cubana y a tantos otros cubanos que quieren un cambio real para su país. Seguir cediendo ante el régimen no es más que una manera de incentivar que cunda el desánimo cuando precisamente más dosis de energía parecen ser necesarias en una Cuba cada vez más perdida ante un futuro de absoluta incertidumbre. La única certeza, por el momento, es que se mantiene un régimen que no reconoce los derechos más básicos que cualquier pueblo merece. La única certeza es que en pleno siglo XXI Cuba sigue anclada a mediados del siglo pasado.
España fue hace pocos años uno de los principales países interesados en tumbar la Posición, pero la muerte de Orlando Zapata Tamayo en 2010, después de su huelga de hambre y el revuelo que ese hecho generó, retrasaron nuevamente la suspensión. Pero regresemos al presente. Dado que uno de los puntos primordiales de esa Posición es que los avances en la relación bilateral entre ambos actores estén necesariamente condicionados por los cambios en materia de derechos humanos en la Isla, resulta un tanto difícil, sobre todo para el observador atento a la actualidad de la vida política en ese país, creer que se esté en disposición de efectuar felizmente precisamente ahora un cambio en tal posicionamiento.
La Posición Común no ha logrado nada, ¿qué va a lograr otro escenario? ¿Ese nuevo escenario implica no molestar a los gobernantes cubanos? En el caso de que la Unión Europea logre consensuar un giro de su política hacia la Isla, Bruselas debería justificar muy bien los puntos que en materia de derechos humanos invitarían a mover ficha desde el Viejo Continente. A simple vista, no parece que la testaruda gerontocracia castrista haya retrocedido ni un ápice en su tónica habitual de limitar la participación política de los cubanos: no hay avance en cuanto a pluralidad, tampoco en el ámbito de la libertad de expresión, mientras que los registros de las organizaciones independientes no paran de arrojar cifras intolerables de represión política y arbitrariedades. Parece un tanto desconcertante que las maniobras del gobierno cubano en el terreno económico puedan ser interpretadas en Europa como un símbolo de apertura del sistema y considerar que ceder ante estos pequeños pasos de pura supervivencia en lo económico vaya a afianzar una supuesta transición democrática en la Isla.
En su reciente visita a la Isla el ministro holandés de Exteriores, Frans Timmermans, abogó por abandonar la Posición Común y avanzar hacia otro escenario de diálogo con el gobierno cubano. Después de todos estos años, la Posición Común, tanto si se abandona como si se mantiene, se evidencia como un fracaso diplomático importante dado que 18 años es un periodo de tiempo considerable que debería dar sus frutos. Y, al parecer, no los ha dado, sobre todo en ese terreno primordial que es el de los derechos humanos. Ninguna presión externa ha incidido en un cambio político en la Isla, de manera que más que con el gobierno cubano, los gobiernos democráticos deberían aclarar entre ellos cuál puede ser su política común hacia una contraparte que no reconoce las principales críticas que se le hacen en el terreno de la vulneración de derechos fundamentales.
¿Supone abandonar la Posición Común dejar a un lado el reclamo por el respeto a esos derechos en Cuba o bien supone incrementar ese reclamo? ¿Cuáles son los puntos en los que se percibe avance en esta materia en el país caribeño? El abandono de la Posición Común, sin ningún avance real a la vista, lanzaría un mensaje desalentador a la oposición cubana y a tantos otros cubanos que quieren un cambio real para su país. Seguir cediendo ante el régimen no es más que una manera de incentivar que cunda el desánimo cuando precisamente más dosis de energía parecen ser necesarias en una Cuba cada vez más perdida ante un futuro de absoluta incertidumbre. La única certeza, por el momento, es que se mantiene un régimen que no reconoce los derechos más básicos que cualquier pueblo merece. La única certeza es que en pleno siglo XXI Cuba sigue anclada a mediados del siglo pasado.