El premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa reseña en un artículo cómo los blogueros han logrado hacer retroceder y a veces volatilizado la manipulación de las dictaduras sobre la información.
Los blogueros en países como Cuba “han devuelto la esperanza de progreso y de cambio democrático a decenas de miles de sus compatriotas que, antaño, vivían paralizados por la apatía, el miedo y el pesimismo”, según el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.
En un artículo que publica en el diario argentino La Nacion, Vargas Llosa reseña un libro de próxima aparición escrito por Emily Parker, antigua periodista de los periódicos The Wall Street Journal y The New York Times, titulado Now I Know Who My Comrades Are (Ahora sé quiénes son mis camaradas ), y subtitulado Voices from the Internet Underground (Voces de Internet clandestino).
El escritor destaca que el libro pasa revista a la revolución que han significado la Web y las redes sociales en China, Cuba y Rusia en el campo de la información, y confiesa que logró convencerlo de que Internet “ha infligido un golpe casi mortal a los sistemas de censura que los gobiernos autoritarios establecen para controlar la información e impedir las críticas”.
La autora del libro, dice, ha conocido y entrevistado a la mayor parte de los blogueros más influyentes y populares en esos tres países y cita entre ellos a los cubanos Laritza Diversent, Reinaldo Escobar y Yoani Sánchez como algunos de los personajes que “se quedan en la memoria del lector con la vivacidad y el dinamismo de los protagonistas de una novela de Joseph Conrad o André Malraux".
También menciona a los chinos Michael Anti (Zhao Jing) y He Caitou, y al ruso Alexéi Navalni “cuya historia ha dado ahora la vuelta al mundo gracias a su última peripecia que lo llevó a la cárcel y lo sacó de ella para ser candidato a la alcaldía de Moscú, en unas elecciones en las que obtuvo tres veces más votos que los que predecían las encuestas (y probablemente muchos más que los que dijeron los resultados oficiales)”.
Vargas Llosa precisa que se trata de un ámbito que no está exento de la presencia también de oportunistas, aventureros y “hasta infiltrados del gobierno”, pero todos ellos, queriéndolo o no—dice—“han conseguido que en la gris monotonía de esas sociedades embridadas de pronto las verdades oficiales pudieran ser cuestionadas, desmentidas, reemplazadas por verdades genuinas”.
También, agrega, “que el silencio se llenara de voces disidentes y un aire renovador, juvenil, esperanzado, y empezara a movilizar a sectores sociales que hasta entonces parecían petrificados por el conformismo”.
Dando por exacto el testimonio de la autora del libro, Vargas Llosa señala que “donde la revolución digital ha producido mayores cambios y donde éstos parecen haber alcanzado una dinámica difícil de atajar es en China, en tanto que en Cuba los cambios son menores y más susceptibles de ser víctimas de una regresión”.
Para el escritor, una de las conclusiones más alentadoras del ensayo es “que la revolución tecnológica que hizo posible Internet no sólo es un arma poderosa para combatir a las dictaduras; también, para dar un derecho a la palabra a los ciudadanos comunes y corrientes en las sociedades abiertas de modo que el derecho de crítica deje de ser una prerrogativa de ciertas instituciones y órganos de expresión”.
Según Vargas Llosa, leyendo el libro “es difícil no sentir una gran tristeza por ver los estragos que el totalitarismo ha causado en China, Cuba y Rusia”.
Todos los progresos sociales que el comunismo pudo haber traído a sus pueblos —añade— “no compensan ni remotamente el atraso cívico, cultural y político en que los ha sumido, y los obstáculos que ha sembrado para que puedan aprovechar sus recursos y alcanzar el progreso y la modernidad en un ámbito de coexistencia democrática, legalidad y libertad”.
Como conclusión, el premio Nobel subraya que “es clarísimo que ese viejo modelo está muerto y enterrado, pero, aun así, librarse de él definitivamente les significará tiempo y sacrificios”.
En un artículo que publica en el diario argentino La Nacion, Vargas Llosa reseña un libro de próxima aparición escrito por Emily Parker, antigua periodista de los periódicos The Wall Street Journal y The New York Times, titulado Now I Know Who My Comrades Are (Ahora sé quiénes son mis camaradas ), y subtitulado Voices from the Internet Underground (Voces de Internet clandestino).
El escritor destaca que el libro pasa revista a la revolución que han significado la Web y las redes sociales en China, Cuba y Rusia en el campo de la información, y confiesa que logró convencerlo de que Internet “ha infligido un golpe casi mortal a los sistemas de censura que los gobiernos autoritarios establecen para controlar la información e impedir las críticas”.
La autora del libro, dice, ha conocido y entrevistado a la mayor parte de los blogueros más influyentes y populares en esos tres países y cita entre ellos a los cubanos Laritza Diversent, Reinaldo Escobar y Yoani Sánchez como algunos de los personajes que “se quedan en la memoria del lector con la vivacidad y el dinamismo de los protagonistas de una novela de Joseph Conrad o André Malraux".
También menciona a los chinos Michael Anti (Zhao Jing) y He Caitou, y al ruso Alexéi Navalni “cuya historia ha dado ahora la vuelta al mundo gracias a su última peripecia que lo llevó a la cárcel y lo sacó de ella para ser candidato a la alcaldía de Moscú, en unas elecciones en las que obtuvo tres veces más votos que los que predecían las encuestas (y probablemente muchos más que los que dijeron los resultados oficiales)”.
Vargas Llosa precisa que se trata de un ámbito que no está exento de la presencia también de oportunistas, aventureros y “hasta infiltrados del gobierno”, pero todos ellos, queriéndolo o no—dice—“han conseguido que en la gris monotonía de esas sociedades embridadas de pronto las verdades oficiales pudieran ser cuestionadas, desmentidas, reemplazadas por verdades genuinas”.
También, agrega, “que el silencio se llenara de voces disidentes y un aire renovador, juvenil, esperanzado, y empezara a movilizar a sectores sociales que hasta entonces parecían petrificados por el conformismo”.
Dando por exacto el testimonio de la autora del libro, Vargas Llosa señala que “donde la revolución digital ha producido mayores cambios y donde éstos parecen haber alcanzado una dinámica difícil de atajar es en China, en tanto que en Cuba los cambios son menores y más susceptibles de ser víctimas de una regresión”.
Para el escritor, una de las conclusiones más alentadoras del ensayo es “que la revolución tecnológica que hizo posible Internet no sólo es un arma poderosa para combatir a las dictaduras; también, para dar un derecho a la palabra a los ciudadanos comunes y corrientes en las sociedades abiertas de modo que el derecho de crítica deje de ser una prerrogativa de ciertas instituciones y órganos de expresión”.
Según Vargas Llosa, leyendo el libro “es difícil no sentir una gran tristeza por ver los estragos que el totalitarismo ha causado en China, Cuba y Rusia”.
Todos los progresos sociales que el comunismo pudo haber traído a sus pueblos —añade— “no compensan ni remotamente el atraso cívico, cultural y político en que los ha sumido, y los obstáculos que ha sembrado para que puedan aprovechar sus recursos y alcanzar el progreso y la modernidad en un ámbito de coexistencia democrática, legalidad y libertad”.
Como conclusión, el premio Nobel subraya que “es clarísimo que ese viejo modelo está muerto y enterrado, pero, aun así, librarse de él definitivamente les significará tiempo y sacrificios”.