No acabo de entender bien el encarnizamiento de ciertos periodistas de la prensa oficial contra los nuevos ricos de la Cuba de ahora mismo.
Es cierto que se caracterizan por la arrogancia, la vanidad y la ostentación, pero comparten esas características con la elite gobernante, tan falta de clase como ellos, con un mal gusto proverbial, pero mucho más deshonesta, abusiva y egoísta. ¿Puede alguien probar que sus lujos y prebendas son ajenos al pillaje, la ilegalidad y a la doble moral o más bien absoluta falta de ella?
Por acá conocemos bien y sufrimos a diario a la nueva clase que decía Milovan Djilas, esa fauna omnipotente, por encima del bien y el mal (según son entendidos en el reino castrista). Los "compañeros dirigentes" que se caen para arriba y siempre flotan...eso, mientras no choquen contra ciertos intereses y conveniencias con los que no deben nunca chocar. Aun así, cuando caen en desgracia, si sus faltas no fueron tan graves como para merecer el truene definitivo, les reservan pijamas y dietas especiales en el discreto refugio de sus encantadoras residencias con todo y para el bien de ellos, que no en vano sirvieron fielmente a los Jefes durante tantos años.
Mucho más insultantes que las gruesas cadenas y los colmillos de oro de los pobres diablos que se las arreglan para acumular billetes con sus timbiriches, su tráfico de pacotilla y sus vendutas de mala muerte, y que los trapos y gangarrias de las jineteras, son los privilegios a costa nuestra de los bonzos del Partido Comunista, los hijitos de papá, sus cortesanas y bufones.
Sólo hay que dar una vuelta por Miramar y los barrios exclusivos un poco más al oeste, para ver sus mansiones con jardines y criados. Para sentir con cuanto desprecio observan desde el volante de sus raudos carros nuestras miserables existencias, como de cucarachas.
Pero de eso no hablan ni los más osados periodistas de la prensa oficial. Se refieren a una demasiada abstracta lucha contra la corrupción y la burocracia, sin rostros ni apellidos, pero nadie se mete con la meritocracia revolucionaria. Como si no admitiera discusión alguna el derecho, casi divino, de ellos y sus descendientes, a todo lo que tienen y a mucho más. Ahora y en la hora en que esto que todavía llaman revolución se transforme en cualquier otra cosa que será mala para todos excepto para ellos.
Idealismos aparte, no comprendo la irritación de algunos tartufos periodistas oficiales por la ostentación y el mal gusto de los llamados macetas, que cada vez serán más, porque con la actualización del modelo económico socialista, pese a los impuestos leoninos y los inspectores chantajistas de la ONAT (Oficina Nacional de la Administración Tributaria), brotarán más nuevos ricos y puede que hasta cacen ratones. O disidentes.
Por mi parte, a los aristócratas de nuevo cuño de mi barrio, y a sus hijitas e hijitos engreídos que gustan de la pacotilla y de que los consideren VIP en los sitios de gozadera en CUC que frecuentan, mientras no chivateen, estoy dispuesto a perdonarles que no me saluden "porque los perjudico". Es más, les perdono también el reguetón a todo volumen que brota de sus equipos de música o por las ventanillas de sus carros. Que vivan sus vidas según el guión rosa o fosforescente de las novelas de Univisión o sencillamente como les dé la gana. A mí, plim... ¿Por qué sufrir con lo que ellos gozan? Ojala no les cierren el negocito, no los extorsionen demasiado ni les quiten las antenas. Los otros aristócratas, los de las zonas congeladas, esos me molestan más. Mucho más.
Publicado en Primavera Negra el 10 de enero del 2013
Por acá conocemos bien y sufrimos a diario a la nueva clase que decía Milovan Djilas, esa fauna omnipotente, por encima del bien y el mal (según son entendidos en el reino castrista). Los "compañeros dirigentes" que se caen para arriba y siempre flotan...eso, mientras no choquen contra ciertos intereses y conveniencias con los que no deben nunca chocar. Aun así, cuando caen en desgracia, si sus faltas no fueron tan graves como para merecer el truene definitivo, les reservan pijamas y dietas especiales en el discreto refugio de sus encantadoras residencias con todo y para el bien de ellos, que no en vano sirvieron fielmente a los Jefes durante tantos años.
Mucho más insultantes que las gruesas cadenas y los colmillos de oro de los pobres diablos que se las arreglan para acumular billetes con sus timbiriches, su tráfico de pacotilla y sus vendutas de mala muerte, y que los trapos y gangarrias de las jineteras, son los privilegios a costa nuestra de los bonzos del Partido Comunista, los hijitos de papá, sus cortesanas y bufones.
Sólo hay que dar una vuelta por Miramar y los barrios exclusivos un poco más al oeste, para ver sus mansiones con jardines y criados. Para sentir con cuanto desprecio observan desde el volante de sus raudos carros nuestras miserables existencias, como de cucarachas.
Pero de eso no hablan ni los más osados periodistas de la prensa oficial. Se refieren a una demasiada abstracta lucha contra la corrupción y la burocracia, sin rostros ni apellidos, pero nadie se mete con la meritocracia revolucionaria. Como si no admitiera discusión alguna el derecho, casi divino, de ellos y sus descendientes, a todo lo que tienen y a mucho más. Ahora y en la hora en que esto que todavía llaman revolución se transforme en cualquier otra cosa que será mala para todos excepto para ellos.
Idealismos aparte, no comprendo la irritación de algunos tartufos periodistas oficiales por la ostentación y el mal gusto de los llamados macetas, que cada vez serán más, porque con la actualización del modelo económico socialista, pese a los impuestos leoninos y los inspectores chantajistas de la ONAT (Oficina Nacional de la Administración Tributaria), brotarán más nuevos ricos y puede que hasta cacen ratones. O disidentes.
Por mi parte, a los aristócratas de nuevo cuño de mi barrio, y a sus hijitas e hijitos engreídos que gustan de la pacotilla y de que los consideren VIP en los sitios de gozadera en CUC que frecuentan, mientras no chivateen, estoy dispuesto a perdonarles que no me saluden "porque los perjudico". Es más, les perdono también el reguetón a todo volumen que brota de sus equipos de música o por las ventanillas de sus carros. Que vivan sus vidas según el guión rosa o fosforescente de las novelas de Univisión o sencillamente como les dé la gana. A mí, plim... ¿Por qué sufrir con lo que ellos gozan? Ojala no les cierren el negocito, no los extorsionen demasiado ni les quiten las antenas. Los otros aristócratas, los de las zonas congeladas, esos me molestan más. Mucho más.
Publicado en Primavera Negra el 10 de enero del 2013