Proliferan negocios subterráneos

Dos hombres compran artesanías cubanas en La Habana (Cuba).

A pesar de no existir comercio electrónico en Cuba, si usted tiene dinero suficiente, puede encargar una Macintosh de Apple o la última versión del Samsung Galaxy.
En el exterior de las principales tiendas habaneras, siempre encuentras un enjambre de personas vendiendo materiales de construcción, muebles y electrodomésticos, a precios más bajos que en los comercios estatales.

Hay pillos y estafadores. Pero son los menos. Mientras los mercados por moneda dura andan desabastecidos, una legión de comerciantes privados ofrece productos deficitarios.

En 5ta y 188, Miramar, cerca del Centro Comercial Palco, existe un puesto particular de ventas de herrajes de plomería. Tienen un stock de mercaderías que no ves en las shoppings. Desde un jacuzzi italiano, sanitarios Roca, a una amplia gama de duchas y calentadores de agua. El precio es inferior al estatal. Y tienes la opción de regatearle al vendedor.

Cuando se cierra el trato, te llevan la mercancía a la casa. Sin coste adicional. Ahora mismo, en las tiendas por divisas, escasea una gama de artículos como la pasta dentífrica, cemento cola y blanco y el queso de producción nacional.

“Estaba buscando 25 bolsas de cemento cola para arreglar mi casa. Recorrí casi todas las tiendas de La Habana y no lo encontré. Sin embargo, en los alrededores de los centros comerciales, viven personas que tienen almacenes clandestinos con todo tipo de materiales de construcción”, comenta Ana María, trabajadora por cuenta propia.

En un suburbio pobre y atestado de casuchas miserables, usted puede encontrar desde baldosas españolas a un televisor de pantalla plana made in USA. “Los precios lo rige la oferta y la demanda. Si en la tienda una bolsa de cemento gris cuesta 6.50 cuc, nosotros la vendemos más barato. Si el producto escasea, entonces los precios suben. Tenemos artículos de mayor calidad que en los mercados del Estado. Y nunca nos faltan”, acota un ex deportista reconvertido en vendedor al detalle.

A la pregunta de dónde proceden los artículos de su almacén clandestino, prefiere no comentar. Aunque es evidente que salen por la 'puerta de atrás' de los establecimientos estatales. “En Cuba no se producen manzanas, ni se fabrican videojuegos o computadoras. En el caso de las manzanas creo son de California, cuando en la tiendas escasean, puestos particulares las venden por toda La Habana. Con los videojuegos sucede otro tanto. Un Xbox 360 o la última versión de Wii no se venden en la tiendas, pero si rastrea en Revolico.com, verá que hay muchísimas personas ofertándolos”, señala Carlos, dependiente de una tienda.

Algunos artículos llegan en los bolsos de los cooperantes cubanos que prestan servicios médicos o deportivos en Venezuela, Ecuador o Bolivia. No todos, claro, pero parte del personal que labora en esos países, ha montado una industria formidable de ropa, bisuterías, móviles inteligentes y televisores de plasma, entre otros.

Uno además de esos cooperantes, además ofrecer consultas médicas en una zona pobre de Caracas, en su tiempo libre se dedica a comprar artículos piratas de marcas exclusivas. “Antes de salir de La Habana compro de diez a doce mil dólares en el mercado negro. Luego lo canjeo por la izquierda en Caracas. Con los bolívares compro productos por encargos, como laptops, televisores, móviles inteligentes y ropa. Tengo una red de amigos venezolanos con buenos contactos. Debido al desabastecimiento en Venezuela, el mercado negro funciona como un reloj suizo. Y al igual que en Cuba, las 'cosas se caen del camión' o se extravían de almacenes cuando usted paga al cash”, apunta.

Según un economista consultado, el tráfico de artículos mediante cooperantes cubanos en el extranjero y ‘mulas’ de Miami, supera los 5 mil millones de dólares anuales.

Para frenar las caídas de ventas en las tiendas estatales, el régimen ha promulgado normas y leyes aduaneras en un intento por desalentar el comercio ilegal de pacotillas. Pero los comerciantes clandestinos buscan las grietas y siguen entrando bisuterías y electrodomésticos.

“Mientras exista tanta pobreza material en Cuba, será difícil detener el trasiego de mercaderías. Cada dos meses, a mi familia en la isla le llevo ropa y celulares que compro a precio de saldo en la Florida, para que lo revendan y obtengan beneficios. Un billete de 100 dólares hace milagros en un aduanero cubano. Vira la cara hacia otro lado y te deja pasar hasta un elefante”, cuenta una ‘mula’.

A diez personas pregunté dónde adquirieron sus televisores de pantalla plana y ocho respondieron que en el mercado negro. “Yo se lo compré a un a un piloto que se dedica a traer mercancías por encargo. Me costó 450 cuc. Ese mismo modelo cuesta entre 860 y mil pesos convertibles en una tienda por divisas”, dice Josefa, ama de casa.

Los negocios clandestinos van más allá de equipos electrónicos, manzanas y materiales de construcción. Los mejores restaurantes privados de La Habana, a través de 'mulas' encargan carne de cerdo y res de algún Mall floridano.
Un bar particular del barrio Víbora Park compra en Miami cerveza Miller, whisky Jack Daniel´s y vinos franceses. Y un mulato rechoncho y locuaz, vende frascos de perfumes Dior y Carolina Herrera traídos en maletines de pasajeros procedentes del otro lado del charco.

A pesar de no existir comercio electrónico en Cuba, si usted tiene dinero suficiente, puede encargar una Macintosh de Apple o la última versión del Samsung Galaxy. Ni siquiera tiene que molestarse en rastrear bajo un sol de plomo por las tiendas en divisas. Se lo entregan a domicilio.

Incluso, hay vendedores particulares que permiten pagar a plazos. Facilidad que no otorgan las tiendas del Estado.