El estafador pica y se extiende por toda la geografía nacional.
Con el paso de los tiempos “Memoria sobre la vagancia en Cuba”, de José Antonio Saco es una obra que ha recobrado vida y no precisamente en el campo literario. Aquel mapa sobre los pícaros criollos, se ha calcado como una foto sobre la geografía de la isla. Los estafadores, esos artistas del engaño hacen ‘su agosto’ a costa de la ingenuidad y las necesidades de los demás.
Una definición bastante acertada es la del periodista independiente Víctor Manuel Domínguez, quien afirma: “Nuestro hombre en La Habana, el estafador, pica y se extiende por toda la geografía nacional. Se clona en un agromercado, en una oficina de correos y en cualquier otro lugar”.
Los vendedores de casas lujosas, con la liberación de las licencias para la compraventa habitacional, han dejado sin dinero a muchos incautos. En zonas de playa y en barrios céntricos de muchas ciudades de la isla, las víctimas han puesto el grito en el cielo cuando se enteran que han perdido el dinero del "enganche" que le han adelantado para gestiones a estos artífices del engaño.
El juego de la Chapita, consistente en adivinar una diminuta pelotica de esponja debajo de tres chapas que los jugadores mueven a velocidad supersónica, ha terminado con las víctimas sin zapatos, la cartera vacía y hasta en trifulcas que se producen cuando los neófitos hacen resistencia a los malhechores. El entronque de Palma Soriano, recostado a la Carretera Central, ha sido por tradición un campo de batalla de los ‘chaperos’, sin el menor asomo de la Policía.
En las barras de los hoteles de lujo o bares de mala muerte, la mayoría de los cantineros venden el ron que llevan ellos mismos y no la cuota que les depositan las empresas. En el primer caso no siempre adulteran las bebidas alcohólicas ya que de todas formas resulta un dividendo considerable, pero en bares y cantinas de barrio, los expendedores tienen que recurrir a la adulteración de la bebida, solo así puede llevarse la diferencia de dinero por los bajos salarios que reciben.
Para Luis Cino Alvarez, un reportero independiente que vive en el municipio habanero de Arroyo Naranjo, una buena parte de la culpa la tiene el Estado, al no crear las condiciones necesarias para algunas gestiones y dar brecha a que estos “aprovechados” aumenten sus fechorías y pone el ejemplo de las Casas de Cambio (CADECA), donde el gobierno impone los gravámenes altísimos, lo que da como resultado que aumenten los que venden esta moneda fuerte y con ello viene la oportunidad de los estafadores para vender a un precio más bajo.
Entre los inconvenientes que cita Cino Alvarez, está “el horario que tienen estas Casas de Cambio, muy irregular, que además interrumpen varias veces para almorzar y merendar y esto da pie a que la gente por no hacer la cola corre el peligro de cambiar con los revendedores. Ahí se han dado los casos de dinero falso o que han arremetido contra ellos en una escalera a la vista de decenas de gente y no ha pasado nada”, concluye.
En la provincia oriental de Guantánamo, el modus operandi de los estafadores varía según la temporada. Con el aumento de las licencias para el trabajo por cuenta propia, en esa región las motocicletas sirven de vehículo de transporte público y pasto de los estafadores.
Isael Poveda Silva, un activista de Derechos Humanos que ha sufrido prisión por motivos políticos en dos ocasiones, conoce de cerca “porque lo ha vivido en la prisión y porque lo ve todos los días en la calle” como operan en la zona los estafadores. “Desde que uno se levanta en la mañana y sale a la calle a luchar la vida, está corriendo peligro de caer en manos de un estafador”, afirmó.
Los pillos de hoy dejan de ser pintorescos cuando por medio está la seguridad y la vida de otras personas. Poveda Silva cuenta de casos en que una persona toma una moto como taxi "de las que cuestan diez pesos, y le dice al motorista: ¡Vamos que tengo que recoger un encargo! Y cuando llega lo están esperando dos o tres personas que lo golpean hasta matarlo para llevarle la moto”.
El mismo disidente afirma que una de las nuevas maneras es estafar a las personas que cumplen las llamadas misiones en Venezuela. Vienen con dinero para comprar una casa, debido al déficit de viviendas, los llevan a una casa y los esperan para jugar con las llamadas ‘Chapitas’ o el ‘Peje” y ahí lo pierden todo.
Para el ciudadano Alfredo Hernández, residente en Camagüey, “los casos de estafa han aumentado, pero no se conocen porque no hay una crónica social que los relate en los medios de prensa, pero tampoco las autoridades policiales hacen mucha presión para solucionarlos”, comentó.
“Recientemente concluyeron los carnavales en la ciudad (Camagüey) y por coitar entre los tantos casos está el de un señor mayor de edad y bien vestido, fue despojado en la zona del (Hospital) Materno alrededor de la 1pm. Cuando la gente corrió, lo que quedaba era su cuerpo, y gracias a Dios no sufrió golpes de envergadura, pero le llevaron todas sus prendas, el dinero; y por allí no se paró (presentó) un policía, por allí no se paró nadie. Y así sucesivamente durante hasta los 7, 8 ó 9 días que duró el carnaval”, concluye.
Una definición bastante acertada es la del periodista independiente Víctor Manuel Domínguez, quien afirma: “Nuestro hombre en La Habana, el estafador, pica y se extiende por toda la geografía nacional. Se clona en un agromercado, en una oficina de correos y en cualquier otro lugar”.
Los vendedores de casas lujosas, con la liberación de las licencias para la compraventa habitacional, han dejado sin dinero a muchos incautos. En zonas de playa y en barrios céntricos de muchas ciudades de la isla, las víctimas han puesto el grito en el cielo cuando se enteran que han perdido el dinero del "enganche" que le han adelantado para gestiones a estos artífices del engaño.
El juego de la Chapita, consistente en adivinar una diminuta pelotica de esponja debajo de tres chapas que los jugadores mueven a velocidad supersónica, ha terminado con las víctimas sin zapatos, la cartera vacía y hasta en trifulcas que se producen cuando los neófitos hacen resistencia a los malhechores. El entronque de Palma Soriano, recostado a la Carretera Central, ha sido por tradición un campo de batalla de los ‘chaperos’, sin el menor asomo de la Policía.
En las barras de los hoteles de lujo o bares de mala muerte, la mayoría de los cantineros venden el ron que llevan ellos mismos y no la cuota que les depositan las empresas. En el primer caso no siempre adulteran las bebidas alcohólicas ya que de todas formas resulta un dividendo considerable, pero en bares y cantinas de barrio, los expendedores tienen que recurrir a la adulteración de la bebida, solo así puede llevarse la diferencia de dinero por los bajos salarios que reciben.
Para Luis Cino Alvarez, un reportero independiente que vive en el municipio habanero de Arroyo Naranjo, una buena parte de la culpa la tiene el Estado, al no crear las condiciones necesarias para algunas gestiones y dar brecha a que estos “aprovechados” aumenten sus fechorías y pone el ejemplo de las Casas de Cambio (CADECA), donde el gobierno impone los gravámenes altísimos, lo que da como resultado que aumenten los que venden esta moneda fuerte y con ello viene la oportunidad de los estafadores para vender a un precio más bajo.
Entre los inconvenientes que cita Cino Alvarez, está “el horario que tienen estas Casas de Cambio, muy irregular, que además interrumpen varias veces para almorzar y merendar y esto da pie a que la gente por no hacer la cola corre el peligro de cambiar con los revendedores. Ahí se han dado los casos de dinero falso o que han arremetido contra ellos en una escalera a la vista de decenas de gente y no ha pasado nada”, concluye.
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En la provincia oriental de Guantánamo, el modus operandi de los estafadores varía según la temporada. Con el aumento de las licencias para el trabajo por cuenta propia, en esa región las motocicletas sirven de vehículo de transporte público y pasto de los estafadores.
Isael Poveda Silva, un activista de Derechos Humanos que ha sufrido prisión por motivos políticos en dos ocasiones, conoce de cerca “porque lo ha vivido en la prisión y porque lo ve todos los días en la calle” como operan en la zona los estafadores. “Desde que uno se levanta en la mañana y sale a la calle a luchar la vida, está corriendo peligro de caer en manos de un estafador”, afirmó.
Los pillos de hoy dejan de ser pintorescos cuando por medio está la seguridad y la vida de otras personas. Poveda Silva cuenta de casos en que una persona toma una moto como taxi "de las que cuestan diez pesos, y le dice al motorista: ¡Vamos que tengo que recoger un encargo! Y cuando llega lo están esperando dos o tres personas que lo golpean hasta matarlo para llevarle la moto”.
El mismo disidente afirma que una de las nuevas maneras es estafar a las personas que cumplen las llamadas misiones en Venezuela. Vienen con dinero para comprar una casa, debido al déficit de viviendas, los llevan a una casa y los esperan para jugar con las llamadas ‘Chapitas’ o el ‘Peje” y ahí lo pierden todo.
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Para el ciudadano Alfredo Hernández, residente en Camagüey, “los casos de estafa han aumentado, pero no se conocen porque no hay una crónica social que los relate en los medios de prensa, pero tampoco las autoridades policiales hacen mucha presión para solucionarlos”, comentó.
“Recientemente concluyeron los carnavales en la ciudad (Camagüey) y por coitar entre los tantos casos está el de un señor mayor de edad y bien vestido, fue despojado en la zona del (Hospital) Materno alrededor de la 1pm. Cuando la gente corrió, lo que quedaba era su cuerpo, y gracias a Dios no sufrió golpes de envergadura, pero le llevaron todas sus prendas, el dinero; y por allí no se paró (presentó) un policía, por allí no se paró nadie. Y así sucesivamente durante hasta los 7, 8 ó 9 días que duró el carnaval”, concluye.
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