Cuba clasifica en el peldaño 61 de la corrupción mundial según Transparencia Internacional. Pero un experto señala que en la isla la corrupción desciende de lo alto.
Cuba vuelve a ser sede por estos días de un curso anual sobre lucha contra la corrupción administrativa auspiciado por la Organización Latinoamericana y Caribeña de Entidades Fiscalizadoras Superiores y la ahora temida –por funcionarios y socios extranjeros-- Contraloría General de la República.
Entre los países que asisten al evento, Cuba --en el peldaño 61-- fue el único que se situó en el nivel medio del Indice de Percepción de la Corrupción en el Sector Público correspondiente a 2011, elaborado por la organización Transparencia Internacional. Argentina se ubicó en el lugar 100, Ecuador en el 120 y Nicaragua en el 134, entre 183 países.
La nota de los medios oficiales dice que entre los temas del taller titulado “Herramientas de control y prevención contra la corrupción administrativa” se incluyen el sistema de control y supervisión, el control interno como base para la prevención y enfrentamiento, el control ciudadano y la rendición de cuentas y la ética y probidad.
Sin embargo, en el apartado sobre Cuba del escalafón de Transparencia Internacional están marcados con signos de interrogación indicadores como Imperio de la Ley, Ïndice de Libertad de Prensa y Voz y Exigencia de Responsabilidades
¿Cómo pudieron ejercerse el control ciudadano y la rendición de cuentas si estos factores son una interrogante?
Desde el año 2003 un estudioso del fenómeno de la corrupción en Cuba, el sociólogo cubano radicado en Honduras Ricardo Puerta, ha propuesto que se aplique en la isla la auditoria social que existe en países de la región para batallar contra el derroche y la apropiación de fondos que debían dedicarse a prestar servicios a la comunidad, pero que en muchos casos terminan en los bolsillos de los funcionarios o, tratándose de los más encumbrados en Cuba, en cuentas secretas de bancos suizos.
La recomendación de Puerta sugiere crear cuerpos ciudadanos para la fiscalización popular del gasto público en asuntos como la educación, el suministro de alimentos, servicios médicos, agua, transporte y otros elementos esenciales para la vida de la población en la isla.
Pero el investigador comprende que Cuba es un caso sui generis, donde la corrupción hay que medirla por parámetros diferentes al resto de América Latina, ya que en la isla la mayor parte del sector productivo y comercial pertenece al Estado, y los gobernantes disponen de estos recursos en forma patrimonial.
En su ensayo “Corrupción actual en Cuba y cómo combatirla: Una propuesta de auditoría social”, publicado por el Centro para el Avance y el Desarrollo de América Latina, CADAL, Puerta recuerda que esta utilización autocrática de los bienes del Estado comenzó en el mismo 1959, cuando Fidel Castro se apropió varias residencias, mantenía estilos de vida que contrastaban con la espartana prédica revolucionaria y regalaba mansiones, yates y carros de lujo a sus protegidos y allegados.
Raúl Castro, quien se había quejado como ministro de las FAR de que la corrupción daba al pecho, creó en los últimos años la Contraloría y emprendió una batida de “arrancapescuezos” --que supervisa su propio hijo, Alejandro Castro Espín-- contra los funcionarios venales medios y aquellos altos que no eran leales a él, sino a su hermano.
Pero Puerta ha señalado que en Cuba la corrupción no es la excepción, sino la norma, pues es un fenómeno estatal que desciende desde lo alto de la organización gubernamental hasta los más humildes estratos de la sociedad. Por una parte, el delito es utilizado por el Estado cubano como una forma de estimulación y control. Y por la otra, es asumido imitativamente por la población como un medio de subsistencia.
Lo tradicional –según el sociólogo--ha sido que funcionarios y políticos sean exceptuados de la aplicación de leyes y normativas, que disfruten y consuman gratuitamente bienes y servicios en instituciones y empresas públicas o sociales, y que los del “primer círculo”--ministros, históricos, jerarcas del Partido, altos oficiales militares al frente de sectores claves de la economía, actúen como si los “negocios estatales” que dirigen fueran de ellos.
Estas prácticas se hicieron evidentes en las actividades inconsultas del General Ochoa y los hermanos de la Guardia, y en los tratos del ex canciller Roberto Robaina con un turbio gobernador mexicano, pero en estos y otros casos los actos de dichos corruptos instantáneos habrían continuado gozando de impunidad de no haber perdido el favor de los más altos dirigentes.
Estos últimos, en cambio, son intocables, y disponen de aceitados mecanismos para lo que la vox pópuli llama “robo autorizado”. Puerta recuerda que Fidel Castro en persona manejaba altas finanzas en moneda dura a través de la llamada “Reserva del Comandante”, y que él, su hermano y el yerno de éste, Luis Alberto Rodríguez-López Callejas, controlan un auténtico imperio económico de empresas anónimas estratégicamente ubicadas en los sectores más productivos de divisas.
López-Callejas casado con Déborah Castro Espín, la hija mayor de Raúl es director general del gigantesco Grupo de Administración Empresarial/GAESA. Teóricamente --apunta Puerta-- GAESA pertenece a las Fuerzas Armadas con el fin de recaudar divisas. Pero el dinero que recauda se evade al extranjero, sin pasar por las arcas del Estado; va en paralelo a la economía del país. El grupo facturaba hace diez años casi mil millones de dólares anuales.
Por debajo de la corrupción mayor está otra a menor escala, propia de la calle, el vecindario, empresas, mercado negro, cuentapropistas y todo lo que el sociólogo engloba en la llamada "economía de resistencia". Esta se ha ido justificando a nivel popular por las carestías permanentes, y se expresa en mecanismos informales de supervivencia. El abastecimiento fundamental procede de los activos del Estado a través del robo o el desvío de recursos, autorizado o tolerado por administradores o funcionarios públicos.
Sobre dicha "corrupción de poca monta" escribió el pasado domingo en su blog el académico oficialista Esteban Morales.
Morales alertó en 2010 sobre el peligro de la corrupción como “la verdadera contrarrevolución”, en un artículo enfocado en los corruptos, “ya no de poca monta, en altísimos cargos y con decenas de años ocupando las mismas posiciones de poder”. Fue expulsado del Partido Comunista y luego perdonado.
Ahora se enfoca en la corrupción “light”, la que no resta millones de un golpe sino por acumulación. La propician a su modo de ver varios factores: la confusión entre propiedad social y propiedad estatal que resulta en la percepción de que que “Todo es de todos y nada es de nadie”; funcionarios de poco rango y remuneración que equilibran sus ingresos por medio del desvío de recursos e intercambios de favores y privilegios; y trabajadores de muy bajo salario que practican el hurto continuado.
Pero para el ex catedrático la causa fundamental es que hay un desfase entre el nivel salarial y el de los precios, donde estos últimos continúan altos o en algunas ocasiones suben, mientras que los salarios permanecen estancados; y tampoco es posible esperar que a más trabajo corresponda mas salario.
La economía cubana –afirma-- no es capaz de satisfacer las necesidades del nivel de salarios necesarios, ni de precios, en los productos que se venden libremente, para satisfacer las necesidades de la masa fundamental de la población, que por demás, no tiene acceso a la moneda libremente convertible.
Concluye diciendo Esteban Morales que este tipo de corrupción nunca podrá eliminarse totalmente en todo caso reducirla al mínimo, después de una larga lucha fundamentalmente centrada en la construcción económica.
Según otro académico, que vive fuera de Cuba, el hecho de que Morales se concentre ahora en la corrupción de poca monta es como hablar del amor sin mencionar el sexo. Porque para Haroldo Dilla, la corrupción que es realmente importante en Cuba es la mayor, la que ocurre en los altos niveles.
El colaborador de Cubaencuentro opina que cuando cayó en desgracia el ex general Rogelio Acevedo –mencionado por Morales en su artículo de 2010, en relación con un escándalo de corrupción en la Aviación Civil que dirigía--, no fue porque se apropió de lo que no era suyo, pues eso –dice el autor-- lo hacen todos los días muchos altos funcionarios cubanos, sus hijos y amantes, incluidos los herederos del Clan Castro.
Agrega que seguramente Acevedo cayó en desgracia porque se excedió en lo permitido; porque acumuló por su cuenta; porque el sistema no admite electrones sueltos; o porque sus compinches externos no eran confiables. Pero no simplemente porque haya sido corrupto.
El académico cubano-dominicano asevera que la corrupción más importante hoy en Cuba es la que forma parte del proceso de acumulación originaria de capitales, en provecho de una élite política en su metamorfosis burguesa.
Entre los países que asisten al evento, Cuba --en el peldaño 61-- fue el único que se situó en el nivel medio del Indice de Percepción de la Corrupción en el Sector Público correspondiente a 2011, elaborado por la organización Transparencia Internacional. Argentina se ubicó en el lugar 100, Ecuador en el 120 y Nicaragua en el 134, entre 183 países.
La nota de los medios oficiales dice que entre los temas del taller titulado “Herramientas de control y prevención contra la corrupción administrativa” se incluyen el sistema de control y supervisión, el control interno como base para la prevención y enfrentamiento, el control ciudadano y la rendición de cuentas y la ética y probidad.
Sin embargo, en el apartado sobre Cuba del escalafón de Transparencia Internacional están marcados con signos de interrogación indicadores como Imperio de la Ley, Ïndice de Libertad de Prensa y Voz y Exigencia de Responsabilidades
¿Cómo pudieron ejercerse el control ciudadano y la rendición de cuentas si estos factores son una interrogante?
Desde el año 2003 un estudioso del fenómeno de la corrupción en Cuba, el sociólogo cubano radicado en Honduras Ricardo Puerta, ha propuesto que se aplique en la isla la auditoria social que existe en países de la región para batallar contra el derroche y la apropiación de fondos que debían dedicarse a prestar servicios a la comunidad, pero que en muchos casos terminan en los bolsillos de los funcionarios o, tratándose de los más encumbrados en Cuba, en cuentas secretas de bancos suizos.
La recomendación de Puerta sugiere crear cuerpos ciudadanos para la fiscalización popular del gasto público en asuntos como la educación, el suministro de alimentos, servicios médicos, agua, transporte y otros elementos esenciales para la vida de la población en la isla.
Pero el investigador comprende que Cuba es un caso sui generis, donde la corrupción hay que medirla por parámetros diferentes al resto de América Latina, ya que en la isla la mayor parte del sector productivo y comercial pertenece al Estado, y los gobernantes disponen de estos recursos en forma patrimonial.
En su ensayo “Corrupción actual en Cuba y cómo combatirla: Una propuesta de auditoría social”, publicado por el Centro para el Avance y el Desarrollo de América Latina, CADAL, Puerta recuerda que esta utilización autocrática de los bienes del Estado comenzó en el mismo 1959, cuando Fidel Castro se apropió varias residencias, mantenía estilos de vida que contrastaban con la espartana prédica revolucionaria y regalaba mansiones, yates y carros de lujo a sus protegidos y allegados.
Raúl Castro, quien se había quejado como ministro de las FAR de que la corrupción daba al pecho, creó en los últimos años la Contraloría y emprendió una batida de “arrancapescuezos” --que supervisa su propio hijo, Alejandro Castro Espín-- contra los funcionarios venales medios y aquellos altos que no eran leales a él, sino a su hermano.
Pero Puerta ha señalado que en Cuba la corrupción no es la excepción, sino la norma, pues es un fenómeno estatal que desciende desde lo alto de la organización gubernamental hasta los más humildes estratos de la sociedad. Por una parte, el delito es utilizado por el Estado cubano como una forma de estimulación y control. Y por la otra, es asumido imitativamente por la población como un medio de subsistencia.
Lo tradicional –según el sociólogo--ha sido que funcionarios y políticos sean exceptuados de la aplicación de leyes y normativas, que disfruten y consuman gratuitamente bienes y servicios en instituciones y empresas públicas o sociales, y que los del “primer círculo”--ministros, históricos, jerarcas del Partido, altos oficiales militares al frente de sectores claves de la economía, actúen como si los “negocios estatales” que dirigen fueran de ellos.
Estos últimos, en cambio, son intocables, y disponen de aceitados mecanismos para lo que la vox pópuli llama “robo autorizado”. Puerta recuerda que Fidel Castro en persona manejaba altas finanzas en moneda dura a través de la llamada “Reserva del Comandante”, y que él, su hermano y el yerno de éste, Luis Alberto Rodríguez-López Callejas, controlan un auténtico imperio económico de empresas anónimas estratégicamente ubicadas en los sectores más productivos de divisas.
López-Callejas casado con Déborah Castro Espín, la hija mayor de Raúl es director general del gigantesco Grupo de Administración Empresarial/GAESA. Teóricamente --apunta Puerta-- GAESA pertenece a las Fuerzas Armadas con el fin de recaudar divisas. Pero el dinero que recauda se evade al extranjero, sin pasar por las arcas del Estado; va en paralelo a la economía del país. El grupo facturaba hace diez años casi mil millones de dólares anuales.
Por debajo de la corrupción mayor está otra a menor escala, propia de la calle, el vecindario, empresas, mercado negro, cuentapropistas y todo lo que el sociólogo engloba en la llamada "economía de resistencia". Esta se ha ido justificando a nivel popular por las carestías permanentes, y se expresa en mecanismos informales de supervivencia. El abastecimiento fundamental procede de los activos del Estado a través del robo o el desvío de recursos, autorizado o tolerado por administradores o funcionarios públicos.
Sobre dicha "corrupción de poca monta" escribió el pasado domingo en su blog el académico oficialista Esteban Morales.
Ahora se enfoca en la corrupción “light”, la que no resta millones de un golpe sino por acumulación. La propician a su modo de ver varios factores: la confusión entre propiedad social y propiedad estatal que resulta en la percepción de que que “Todo es de todos y nada es de nadie”; funcionarios de poco rango y remuneración que equilibran sus ingresos por medio del desvío de recursos e intercambios de favores y privilegios; y trabajadores de muy bajo salario que practican el hurto continuado.
Pero para el ex catedrático la causa fundamental es que hay un desfase entre el nivel salarial y el de los precios, donde estos últimos continúan altos o en algunas ocasiones suben, mientras que los salarios permanecen estancados; y tampoco es posible esperar que a más trabajo corresponda mas salario.
La economía cubana –afirma-- no es capaz de satisfacer las necesidades del nivel de salarios necesarios, ni de precios, en los productos que se venden libremente, para satisfacer las necesidades de la masa fundamental de la población, que por demás, no tiene acceso a la moneda libremente convertible.
Concluye diciendo Esteban Morales que este tipo de corrupción nunca podrá eliminarse totalmente en todo caso reducirla al mínimo, después de una larga lucha fundamentalmente centrada en la construcción económica.
Según otro académico, que vive fuera de Cuba, el hecho de que Morales se concentre ahora en la corrupción de poca monta es como hablar del amor sin mencionar el sexo. Porque para Haroldo Dilla, la corrupción que es realmente importante en Cuba es la mayor, la que ocurre en los altos niveles.
El colaborador de Cubaencuentro opina que cuando cayó en desgracia el ex general Rogelio Acevedo –mencionado por Morales en su artículo de 2010, en relación con un escándalo de corrupción en la Aviación Civil que dirigía--, no fue porque se apropió de lo que no era suyo, pues eso –dice el autor-- lo hacen todos los días muchos altos funcionarios cubanos, sus hijos y amantes, incluidos los herederos del Clan Castro.
Agrega que seguramente Acevedo cayó en desgracia porque se excedió en lo permitido; porque acumuló por su cuenta; porque el sistema no admite electrones sueltos; o porque sus compinches externos no eran confiables. Pero no simplemente porque haya sido corrupto.
El académico cubano-dominicano asevera que la corrupción más importante hoy en Cuba es la que forma parte del proceso de acumulación originaria de capitales, en provecho de una élite política en su metamorfosis burguesa.