Cuba: desinformación en tiempos del cólera

Cafetería en La Habana, Cuba, donde se puede ver un cartel alusivo al control sanitario tras los casos del cólera.

Ha sido un boomerang. Si la política del gobierno de Raúl Castro era que no cundiera el pánico en la población sobre el brote epidémico del cólera, ha conseguido una cortina de humo desinformativa y miles de rumores falsos.
La gente no es tonta. Los repetidos anuncios en la televisión estatal acerca de medidas higiénicas para prevenirlo, ha despertado las alarmas entre los cubanos de a pie. La información fidedigna se calla. O se manipula.

El régimen solo ha reconocido 51 enfermos de cólera en La Habana, pero en bodegas y esquinas de la ciudad, los vecinos hablan de cientos de pacientes supuestamente internados bajo severos controles de cuarentena en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, situado en Marianao, al oeste de la capital.

Algo pasa. En tiendas, escuelas, lugares públicos y hasta en cafeterías por cuenta propia, hay pomos plásticos de agua con cloro para enjuagarse las manos. En los establecimientos gastronómicos, carteles visibles anuncian que el agua con la cual se elaboran alimentos y jugos ha sido hervida. El centro de la epidemia parece estar localizado en un área del municipio habanero del Cerro, colindante con el antiguo hospital Covadonga, hoy Salvador Allende.

Hace días, las autoridades sanitarias repartieron antibióticos y purificadores de agua por esa zona. Si usted camina por el barrio de Carraguao, escuchará diversas historias de personas contagiadas y casos de fallecidos. Incluso menores de edad. Es difícil separar los hechos reales de la tergiversación o la mentira. Ya se sabe que en una guerra, el gran perdedor es la noticia verídica. Y el gobierno de Castro se ha tomado el brote de cólera como una guerra.

Tal vez con la intención de no atemorizar demasiado a la ciudadanía y también por la afluencia turística, ahora mismo en temporada alta, han diseñado una política editorial subliminal para amortiguar las causas y efectos del cólera.

Por vergüenza o irresponsabilidad, o ambas cosas, la autocracia verde olivo no habla claro sobre el tema. El cólera es una enfermedad aguda diarreica surgida en la primera mitad del siglo XIX. Llegó a Europa probablemente desde la India. Y para 1831 se había cobrado cerca de 300 mil víctimas.

Luego que en 1854 el italiano Filippo Pacini aislara el bacilo del vibrio cholerae, y en 1884 el catalán Jaume Ferran i Clua preparara la primera vacuna y la aplicara en la epidemia de cólera de 1885 en Alzira, Valencia, el mundo industrializado dejó de tener noticias sobre el cólera .

Era cosa de regiones pobres, insalubres y atrasadas del África o el Asia profundas. La última vez que fue reportado el cólera en Cuba fue hace 130 años. En 1991 reapareció en regiones de América del Sur. Y en octubre de 2010, después del terremoto que devastó Haití, la mortal epidemia llegó al Caribe.

Precisamente médicos cubanos ayudaron a controlar el cólera en Haití. A finales de 2010, informes de periodistas independientes daban cuenta de focos de cólera en caseríos del oriente de la isla. El gobierno daba la callada por respuesta. En junio de 2012, la agencia de prensa independiente Hablemos Press reportaba 2 muertos y más de 50 hospitalizados en Manzanillo, ciudad de 130 mil habitantes en la provincia Granma, a unos 900 kilómetros al este de La Habana.

Otra vez reporteros al margen del control estatal soltaban la noticia. El 13 de julio de 2012, el Ministerio de Salud Pública aclaraba que continuaba el combate contra el brote de cólera en Manzanillo y “no había nuevos fallecidos”. Días después, en un discurso el 23 de julio ante el parlamento cubano, el presidente Raúl Castro denunciaba el ‘incremento de campañas de propaganda y tergiversaciones’ sobre los casos de cólera registrados en provincias orientales, con el fin de “desprestigiar el sistema de salud”, y afirmó que el brote estaba “controlado”.

El 28 de agosto, un optimista comunicado oficial expresaba que el cólera había sido erradicado, tras dejar 3 fallecidos (la cifra de muertos varía según las fuentes) y 417 enfermos detectados el 3 de julio en Manzanillo. No era cierto. Meses después, el cólera resurgía en La Habana.

El 15 de enero de 2013, el gobierno reconocía la existencia de 51 casos confirmados en varios municipios habaneros, sin mencionar ningún fallecimiento, pese a la BBC haber documentado la muerte de Osvaldo Pino Rodríguez, barbero de 46 años. Cuatro días más tarde, el 19 de enero, el periódico Granma publicaba una entrevista con dos especialistas en Epidemiología, afirmando que el brote de cólera en la capital “está prácticamente cerrado”.

El régimen aduce que el causante es el agua utilizada por elaboradores particulares en la cocción de alimentos. No se menciona que por el mal funcionamiento del acueducto y las roturas de las cañerías, se pierde más del 50% del agua potable distribuida en la ciudad. Tampoco se informa que debido a la distribución de agua en días alternos en gran parte de La Habana, sus residentes deben recurrir a tanques, cubos y toda clase envases para acumular el preciado líquido, muchos sin las debidas condiciones higiénicas.

Igualmente nada se dice sobre la pésima calidad del agua potable en Cuba. Valga aclarar que el agua utilizada en los establecimientos gastronómicos, particulares o estatales, es distribuida por el Estado. Romper el círculo vicioso de enfermedades o epidemias como el cólera y el dengue, donde el agua incide fuertemente, será algo complejo mientras la mayoría de las familias cubanas se vean obligadas a utilizar agua envasada para cocinar, limpiar y asearse.

A pesar de esa realidad, La Habana es afortunada: no ha padecido epidemias devastadoras a gran escala. Aunque la higiene de la urbe deja bastante que desear. Un alto porcentaje de sus habitantes bebe el agua sin hervir o purificar. En mi opinión, el cólera en Cuba se debe a un conjunto de circunstancias, entre éstas la ineficiencia estatal en la distribución y potabilización del agua y en el mantenimiento de la higiene en barrios y comunidades en 54 años de revolución.

La salud pública hace lo que puede. Las enfermedades consideradas ‘reemergentes por las autoridades sanitarias, se pudiesen prevenir con un proyecto a fondo de rehabilitación y saneamiento de aguas y residuales, en la capital y el resto del país. A paso de tortuga el régimen lo intenta. Pero el resultado no se ve. El agua sigue despilfarrándose por las noches en las calles de La Habana.

Otro mal de fondo es el tratamiento informativo. La prensa oficial sigue reportando una Cuba aparente, irreal. La gente reclama noticias serias, sobre todo cuando se trata de asuntos que afectan su salud y tranquilidad ciudadana. Es un derecho.

Publicado en Diario Las Américas el 26 de enero del 2013.