Medios de prensa controlados por el régimen en la Isla publicaron un conjunto de artículos, en septiembre de 2016, con la intención de desacreditar la actividad de los periodistas independientes y en consecuencia coartar sus derechos a la libertad de prensa y de expresión.
Un año después de aquella ofensiva—que encabezaron los textos “La nueva prensa”, de Raúl Antonio Capote y “Los verdaderos alternativos somos nosotros”, de Iroel Sánchez—es posible constatar que la población cubana recurre, cada día con más frecuencia, a los medios de prensa e información independientes.
“En principio porque como pueblo nos sentimos desinformados por nuestra propia prensa, resultado del tratamiento paternalista sobre cuestiones y problemas del país”, argumenta Frank Alonso, profesor de una Secundaria Básica habanera, quien además afirma ser un lector que apoya “a la prensa revolucionaria”.
Sin embargo, también se cuestiona para qué el Estado cubano devenga un presupuesto en mantener tres periódicos de tirada nacional—Granma, Juventud Rebelde y Trabajadores—que “prácticamente dicen lo mismo y hasta llegan al colmo de utilizar las mismas imágenes”.
Se puede afirmar que en las tres últimas décadas la percepción ciudadana, respecto a la narrativa que propone la prensa estatal sobre la realidad del país, oscila hasta el choteo y se resume en una frase popular: “permuto para el noticiero, pues la Cuba que allí se muestra es muy distinta a la que vivimos”.
Gabriel Arzola, ex oficial de las Fuerzas Armadas, dueño de un Ford 55 y actualmente transportista privado del recorrido Habana-Santa Clara, comenta que al gobierno no le ha interesado jamás visibilizar la verdad.
Mientras vocea su recorrido a posibles pasajeros en el punto de embarque de la terminal de ómnibus, señala que la realidad que describen los periodistas independientes es más cercana a la que viven los cubanos de a pie.
“Un ejemplo de ello es que los índices de violencia social reflejan una epidemia, pero ni Granma ni Juventud Rebelde publican nada sobre el asunto”, dice Arzola. “Pero el periodismo independiente sí aborda estas problemáticas sin amarillismo, alertando e informando a la población”.
La propaganda del Partido Comunista, que controla a todos y cada uno de los medios de prensa y comunicación estatales, suele describir a los periodistas independientes como promotores de la contrarrevolución. Los acusan de ser financiados y agendados por agencias de inteligencia estadounidenses y de intentar subvertir la realidad del país.
Con frecuencia suele criminalizar e intimidar su actividad utilizando figuras del código penal, como las de “usurpación de la capacidad legal” y “asociación para delinquir”, con sanciones de uno y tres años de cárcel respectivamente, o de “propaganda enemiga”, delito que conlleva a penas de hasta ocho años de privación de libertad.
“Nuestros medios de comunicación y de prensa pierden terreno por diversas cuestiones”, responde Cecilia, funcionaria de la Federación de Mujeres Cubanas [FMC] y miembro del Partido Comunista, ante la pregunta de por qué la población cubana prefiere hablar con los periodistas independientes.
Quizá su propia decisión de exponer su punto de vista ante la prensa independiente, es signo evidente de que incluso los revolucionarios comprometidos comprenden la ineficacia del Partido Único en dirigir los medios de información, y en su errónea interpretación del periodismo como servicio público.
Secciones como Cuba Dice [NTV], Acuse de Recibo [Juventud Rebelde] o Cartas a la Dirección [Granma], son espacios fiscalizados directamente por el Partido y a través de las cuales la población puede tramitar sus quejas, denuncias y problemáticas.
“Pero tenemos que reconocer que la naturaleza de quejas y denuncias que allí se permiten publicar son administrativas. Es decir, en estos espacios no se ventilan aquellas otras verdades nuestras como los abusos de la policía y la corrupción de las instituciones del Estado”, admite la funcionaria de la FMC. “La prensa independiente, para bien o para mal, tiene espacio para todo”.
Una fuente en la Unión de Periodistas de Cuba [UPEC], con acceso a estadísticas no autorizadas a publicar, asegura que el promedio de edad de los cubanos que consumen la prensa plana controlada por el Partido sobrepasa los cincuenta años.
Hecho que puede ser verificado en las filas de estanquillos que pertenecen a las redes de distribución de Correos de Cuba. Las generaciones más jóvenes, añade la fuente, pese a las restricciones implementadas por el régimen contra los medios y espacios independientes, prefieren buscar publicaciones más apegadas a narrar la verdad de los problemas o simplemente publicaciones no politizadas.