Maratones de fusilamientos en los fosos del Castillo de la Cabaña -a veces montados como espectáculo por ese fraude comúnmente conocido como el “Ché” Guevara, para agasajar a selectos miembros de la oleada de visitantes que acudían a Cuba, igual que las moscas atraídas por los detritus.
Un presidio político abarrotado de hombres y mujeres que, desde 1959, sabiendo lo que se nos venía encima, decidieron arriesgarlo todo enfrentándose al nuevo ídolo de las multitudes, al Caballo, al “Nomber Guan.”
Más de un millón de cubanos abandonando una isla de apenas seis millones de habitantes sólo en el primer año de la invasión verde olivo.
Padres impelidos a separarse de sus hijos en una operación nacida del desespero y mal nombrada Pedro-Pan porque, no, no era al paraíso del Nunca Jamás a donde iban.
En fin, necesitaría horas, cuartillas y demasiadas lágrimas para enumerar eslabón por eslabón la dramática cadena que durante sesenta largos años se fue forjando alrededor de la garganta de ese caimán llamado Isla de Cuba, martillada porla amargura de la humillación y el agravio por la indiferencia del “mundo civilizado”, el mismo que en su momento ignoró los olores a carne humana quemada en Auschwitz y los campos de exterminio masivo del Archipiélago Gulag estalinista.
Sesenta duros y solitarios años han tenido que pasar, salpicados por honrosas y escasas excepciones de solidaridad -que también quedaban ahogadas por el estruendo de la idiocia rojera y psico-progresista- para que surgiera, como un síntoma de lo que podríamos llamar Justicia Divina, una voz. Una voz suave, serena, que narra sin discursear, que señala sin estridencias ni consignas; una voz que llama al horror por su nombre y lo acompaña con el nombre de quienes lo cometen.
El 18 de marzo de 2015 el Dr. Luis Almagro, ciudadano uruguayo y diplomático de carrera y defenestrado por la misma militancia de izquierda a la que perteneció, fue elegido Secretario General de la Organización de Estados Americanos –OEA- por 33 votos y una sola abstención. En el discurso de toma de posesión dejó bien claro el propósito de su mandato con una frase que ha sido adoptada como un lema:
“Más derechos para más gente.”
Y es su voz, de timbre discreto y mensaje certero, la que se ha elevado por encima de los estridentes alaridos de quienes sólo resguardan intereses económicos o geo-estratégicos, para defender las vidas y los derechos de los cubanos, los venezolanos, los nicaragüenses…
Hasta hoy, nadie como él ha sido capaz de asumir como propios el dolor y la devastación que padecen los países del Continente bajo regímenes de izquierda, etiqueta con la que se autodefinen esas feroces dictaduras totalitarias que sólo son vampiros genocidas.
El 6 de mayo de 2019 el Dr. Luis Almagro volvió al podio para defender, con su voz de padre de siete hijos, el inalienable derecho a la libertad en el más amplio sentido de esta palabra, tan deslucida a fuerza de mal uso y excesivos abusos, de los artistas y creadores independientes cubanos, maniatados por el ridículo y atemporal Decreto # 349.
“Entre los que se doblan obviamente estorba el que se mantiene erguido”, -dijo- y me quedé con esa frase, que me hizo retroceder 25 años en mi propia biografía y sesenta años en la biografía de un país llamado Cuba, del cual apenas quedan aquellos que resisten y se revelan. Los demás, los demás están muertos y quizá ni ellos mismos lo sepan.